Han pasado ya nueve meses desde que un nutrido grupo de disidentes del régimen sandinista fue excarcelado y desterrado de Nicaragua hacia los Estados Unidos de América (EE.UU.). Hablamos con tres de las y los nicaragüenses que iban en el Omni Air International con el número de vuelo OAE379, para conocer sus vidas ahora, cuando son el reflejo de la resistencia cívica desde el exilio.
Por Voces En Libertad | @VocesNi
Managua, Nicaragua
En la fría mañana del 09 de febrero de 2023, la política y la vida misma en Nicaragua tomó un giro inesperado cuando 222 ciudadanas y ciudadanos fueron liberados de las cárceles del país centroamericano y "trasladados", según palabras del mandatario sandinista Daniel Ortega, a los Estados Unidos de América (EE.UU.), en un acto insólito y "exprés"- coordinado por la embajada estadounidense en Managua- de liberación masiva de rehenes políticos, entre ellos estudiantes universitarios, líderes partidarios, exaspirantes a la Presidencia y hasta religiosos católicos, quienes estuvieron en diversas prisiones del territorio durante más de un año y seis meses (el caso de menor tiempo), tras ser capturados y llevados al Sistema Penitenciario Nacional (SPN) en circunstancias anómalas y extrajudiciales.
Este hecho extraordinario, resultado de negociaciones con la administración del presidente Joseph Biden en menos de 48 horas, según fuentes confidenciales de EE.UU., marcó uno de los mayores actos de excarcelamiento de presas y presos políticos en el continente americano.
Ahora, 291 días después, nos sumergimos en las vidas de tres de esos desterrados, cuyas historias reflejan el desafío y la esperanza que marcan los días lejos de su tierra natal. Desde el inesperado encuentro del amor hasta la persistente lucha por la justicia, pasando por las secuelas del trauma. Sus relatos pintan un panorama conmovedor de la realidad de quienes enfrentan el exilio forzado tras el pasmoso vuelo de febrero.
John y la sanación
John Christopher Cerna Zúniga, ingeniero civil oriundo de Matagalpa, vivió una metamorfosis que lo llevó de las aulas universitarias al confinamiento político. Su travesía comenzó el miércoles 18 de abril de 2018, al salir de un examen final en su universidad, cuando Nicaragua se sumergía en una serie de protestas por la democratización del país. Desde entonces, Cerna dedicó más de 1000 días a la lucha, 800 de ellos en "El Infiernillo", una celda de máxima seguridad en el SPN de Tipitapa, conocido como "La Modelo".
En febrero de este año, Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo decidieron enviar a Cerna y a las y los otros 221 presos políticos al exilio en EE.UU., pero este gesto, lejos de ser un acto benevolente, reveló una vez más las complejidades de la política nicaragüense que trascienden fronteras, y la situación inhumana y no constitucional que impera en el territorio.
Lastimosamente, la historia de Cerna está marcada por la tragedia. Su padre falleció 40 días antes de su detención, su abuela de crianza murió cuatro días después de su destierro, y ha perdido a otros seres queridos durante su cautiverio. Su resistencia se nutre, según sus palabras, de la colección de libros sobre democracia que le dejó su difunto padre, convirtiéndose en una guía para sanar las heridas y alimentar sus ideales ciudadanos en la diáspora.
Desde su liberación, Cerna no solo enfrenta los desafíos de establecerse en un nuevo país, con una cultura, idioma y sistema diferente, sino que también se dedica a la actividad física para superar los daños musculares sufridos en prisión. A pesar de haber enfrentado la tortura, un intento de asesinato y la pérdida de seres queridos, su compromiso con la lucha por la democratización de Nicaragua sigue intacto. Trata de participar en las actividades que puede para denunciar lo que sigue pasando.
En entrevista con esta Redacción, John Cerna reflexionó sobre sus días en prisión, su adaptación a la libertad y el papel crucial que la juventud debe desempeñar en la construcción de un futuro democrático. "No es un asunto de derechas ni de izquierdas, solo es querer trabajar por un país libre", enfatizó.
Por otro lado, compartió los desafíos y triunfos de sus primeros ocho meses en libertad. Su lista de actividades pendientes, elaborada durante sus días de reclusión, comenzó a materializarse: desde caminatas al aire libre hasta recuperarse de las secuelas físicas causadas por la tortura en prisión. "Ocupé estos meses no solo para establecerme, sino para sanar el daño de todas las situaciones por las que nos hicieron pasar", dijo Cerna. Además de enfrentar las dificultades de su madre y su familia para reunirse con él, el exilio también le permitió apreciar los detalles de la vida que antes daba por sentados.
Cerna no solo sobrevivió a las cárceles opresivas de Ortega, sino también a una bala de fusil y a un ataque de 13 horas a la iglesia Divina Misericordia en Managua. ¿Qué lo impulsa entonces a seguir en esta "lucha"? Comenta que "no puedo decir si ha valido la pena", pero que si puede "dar gracias por estar vivo".
Con la pérdida de seres queridos como su padre, abuela y otros familiares, el reencuentro con su madre se convirtió en un hito emocional. Sin embargo, la espera y las dificultades que enfrentaron para reunirse en libertad fueron otros desafíos significativos.
Cerna, aún en territorio estadounidense, subraya la importancia de no relegar a las y los casi 90 presos de conciencia que aún quedan en las cárceles de Nicaragua a un segundo plano en las agendas políticas y mediáticas, destacando a su vez que cada día de libertad es un contraste con su tiempo tras las rejas.
En cuanto al panorama político actual, Cerna comentó sobre la nueva ola de represión en Nicaragua, con cárceles llenándose nuevamente de disidentes. Describió las condiciones deplorables en las que se encuentran las y los prisioneros y expresó su preocupación por el destino de quienes enfrentan cargos similares a los que él enfrentó, como "traición a la Patria". Además, ante el panorama político fragmentado, Cerna reflexiona sobre la necesidad de unir esfuerzos y superar las divisiones entre el antiguo exilio y el nuevo éxodo. Enfatizó en la conversación la importancia de la empatía, incluso hacia aquellos que "sostienen" a la dictadura Ortega-Murillo, y aboga por un proyecto de nación que refleje los intereses y necesidades de todas y todos los nicaragüenses.
"Todos cumplimos un rol específico y eso nos da pautas para entendernos. Podemos montar un sistema desde el exterior. Un día no va a estar Daniel Ortega o Rosario Murillo, un día van a morir y eso es ley. Así como los Somozas no están en el poder, así no van a estar ellos. No es un asunto de derechas, ni de izquierdas, solo es querer trabajar por un país libre, sin excusas. Tenemos que decirnos lo que tengamos que decirnos para poder avanzar", señaló Cerna.
Samantha y el amor
Samantha Jirón, activista y feminista nicaragüense, la más joven entre los 222 presos políticos desterrados a EE.UU., aceptó la nacionalidad española unos días después de su destierro y desnacionalización por orden de la Asamblea Nacional, controlada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). A sus 23 años, expresó su sorpresa y consternación por ser desterrada de su propio país tras participar en la rebelión popular desde abril de 2018 y luego de regresar desde el exilio en Costa Rica en el año 2021. Condenada por "traición a la Patria" y "menoscabo a la integridad nacional", Jirón vivió, según sus palabras, el destierro como una violación total de sus derechos humanos, pero también como un respiro "de verdadera libertad".
En entrevista para este texto, Samantha compartió sus experiencias ahora en el destierro, revelando sus deseos frustrados y las emociones encontradas. Destacó la importancia de la libertad que vive, pero expresa a su vez el deseo de abrazar a su familia y encontrar un hogar seguro en Nicaragua nuevamente, donde quiere volver a vivir. A pesar de los desafíos, subrayó la valiosa sensación de poder dormir tranquila, disfrutar de pequeños placeres cotidianos y compartir momentos con amigas y amigos.
Samantha ahora es parte de "Monteverde", una organización que busca, según sus miembros, influir en la política internacional a favor de la oposición nicaragüense.
Por otro lado, la activista explicó que su recuperación emocional es un proceso actualmente en curso. También abordó su participación en eventos recientes de la oposición, que busca un nuevo proceso "de unidad" y su compromiso con la causa de Nicaragua, reconociendo que ha pasado por momentos difíciles y depresión, pero ahora está enfocada en contribuir y recuperarse.
"Mi recuperación no va a estar completa hasta que yo no tenga a mi familia y vuelva a sentirles, no importa en donde sea, en cualquier país, pero que pueda estar con mi gente y decir 'vuelvo a tener un hogar'. Es que esa sensación de cuando llegas y está tu hermano, tu mamá, tu abuela, cuando se tenía una familia, para reunirse, algo que es tan sagrado. Entonces, digo, necesito nuevamente sentir eso y sentir que tengo un espacio seguro, y que no tengo que andar de un lugar a otro, no sentir nunca más que no puedo poner las maletas. Quiero establecerme, hasta el día que pueda regresar a Nicaragua, en un solo lugar. Actualmente no lo siento así, porque tenemos planes, por ejemplo, Kevin y yo, de movernos a estudiar a España, entonces, sé que viene de nuevo otro cambio, otro país, otra adaptación", dijo Jirón.
En cuanto a su relación con Solís (Kevin), otro desterrado por el sandinismo, Samantha compartió cómo se conocieron durante el proceso de desplazamiento forzado y cómo su vínculo ha sido una fuente de apoyo mutuo. Dice que están desafiando críticas, y destacó la comprensión única que comparten como individuos que han vivido situaciones similares.
Se conocieron en Costa Rica, comentó Jirón, pero no fue hasta subir al avión en el Aeropuerto Internacional Augusto César Sandino de Managua que coquetearon por primera vez.
Finalmente, Samantha reflexionó con esta Redacción sobre el exilio y la interacción con el desplazamiento forzado de ciudadanas y ciudadanos de Nicaragua en los años 80. Dice que se ha tomado "su tiempo" y que recurrió a los medicamentos para tratar la situación en cuanto a emociones y secuelas. Señaló las dificultades de adaptarse a nuevas ideas y personas, destacando las redes sociales digitales como una herramienta de catarsis, aunque a veces dañina. Su deseo es que las y los jóvenes no pasen por lo que ella vivió y resaltó la responsabilidad de su generación en forjar un cambio en Nicaragua.
"Miguel" y la preparación
"Miguel", un desterrado más de los 222 afectados por las políticas de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, ha optado por mantener su testimonio para este texto en el anonimato con el fin de resguardar la seguridad de su familia y preservar su desarrollo académico. A sus 27 años, este joven, con aspiraciones de continuar sus estudios y obtener una maestría en EE.UU. o la Unión Europea (UE), sigue padeciendo las consecuencias de la crisis política en su país natal, y de su encierro y destierro.
En una conversación confidencial, Miguel compartió su experiencia de ser desterrado y cómo ha impactado en sus metas académicas y personales. "Las pesadillas siguen, la inestabilidad económica también está sobre mi nuca, y mi familia sigue encerrada en eso que no dejamos de llamar país", explicó el comunicador social.
No obstante, Miguel, a pesar de las adversidades, ha demostrado resiliencia, según sus propias amistades, al continuar preparándose para un futuro académico y profesional más sólido. Con la esperanza puesta en obtener una maestría, ha aplicado a diversas instancias que le darán respuesta en los próximos meses. Destacó la necesidad de mantener el enfoque en sus objetivos, a pesar de las dificultades impuestas por el destierro y otras circunstancias secundarias. "Vamos a regresar en algún momento, porque el régimen caerá en algún momento, y vamos a necesitar muchos conocimientos para crear el país que merecemos a mediano y largo plazo", señaló.
Este joven desterrado también reflexionó sobre la situación en Nicaragua y expresó su deseo de contribuir al cambio desde su posición actual. Habló sobre la importancia de la educación y el papel crucial que desempeña en la formación de futuras generaciones comprometidas con la democracia y la justicia. "No podemos dejar de denunciar lo que pasa en el sistema educativo. Las y los estudiantes en nuestro país viven un retroceso gigantesco en las ciencias, las letras, las artes y el humanismo, que marca ahora mismo a varias generaciones que no perciben desarrollo o bienestar básico", dijo el excarcelado político, quien dice leer sobre "cómo mejorar a una sociedad" desde muchos ángulos "todo el tiempo".
Miguel compartió sus pensamientos sobre el exilio, señalando la difícil adaptación a un nuevo entorno y las incertidumbres que lo rodean. "Por muy bonito que parezca, este no es tu hogar al final del día", dice. A pesar de los desafíos, se mostró decidido a aprovechar las oportunidades que se le presenten para seguir preparándose y contribuir al cambio positivo en su país.
Su historia, como la de muchos otros desterrados, entre ellos Cerna y Jirón, refleja la lucha constante por la libertad y el deseo de construir un futuro mejor, en sus propias palabras, incluso cuando se enfrentan a la adversidad política y a otro mundo, desde otro punto geográfico del continente en el que nacieron, pero no en casa.
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