Más que criminalizada, la Semana Santa nicaragüense de 2023 fue trastocada, la fe manoseada y el paganismo estimulado, bajo una represión sin tregua.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
Cientos de miles de feligreses católicos a lo largo y ancho de la cárcel cristiana, socialista y solidaria que es Nicaragua, sufrieron en carne propia el avance del Estado de terror impuesto por la infame pareja dictadora de El Carmen, quienes desde la sombra de su parcela en Managua se ensañaron en prohibir, perseguir y criminalizar una de las festividades religiosas más importantes, tanto en el país como en el mundo: la Semana Santa. Sus acciones, más allá de violentar la libertad religiosa en el país centroamericano, transgreden e intentan profanar la intimidad de cada individuo que en estas fechas se dedica a contemplar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Esta Semana Santa "las calles para el pueblo" añoraron el olor a corozo; se acabaron los altares púrpuras que indicaban las estaciones para los más de 3,000 viacrucis -los cuales fueron prohibidos por las autoridades rojinegras-, y con ello las penitencias cuadra a cuadra, a talón descubierto, de los más devotos; este año las judeas fueron dramatizadas con latigazos reales en Nindirí, Chinandega, León, Masaya y en otros rincones del país, donde incluso hubo quienes se atrevieron a eludir la irracional prohibición policial durante la semana mayor.
La pareja y sus legiones no descansaron los "días santos". Un sacerdote panameño fue expulsado hacia Honduras desde San José de Cusmapa, en el departamento de Madriz, mientras a otro laico (párroco de una congregación en el mismo departamento) se le impidió el ingreso al país. Por otro lado, un corresponsal de Canal 10 fue secuestrado por haber dado cobertura a una procesión en Nandaime, Granada, y otros 20 opositores de bajo perfil también fueron raptados por civiles y uniformados entre el 01 y el 09 de abril.
Además, se reportó el asedio en decenas de parroquias, en las que la guardia se apostó en las entradas para impedir la salida de los santos y de todos los tipos de peregrinaciones, que son la esencia universal de la efeméride. Es decir, la paranoia pica y se extiende.
Pero, independientemente de la religión a la que se pertenezca, los cristianos de conciencia, dentro o fuera de Nicaragua, no deben salir del asombro, ni perder dicha capacidad al atestiguar las escabrosas asechanzas del régimen, empeñado en criminalizar el catolicismo, en medio de una lucha que llevó al Papa Francisco a elevar una vez más su plegaria por la nación centroamericana.
"Apoya, Señor, a estas comunidades cristianas que celebran hoy la Pascua en circunstancias especiales. Acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente la propia fe", clamó el pontífice durante la misa de Pascua en el Domingo de Resurrección al referirse a Nicaragua.
Y justo en esta Pascua se cumplen cinco años desde que el triángulo equilátero entró en crisis, llegando al punto en el que profesar una creencia es motivo de amenazas, asedio, deportación o persecución. Más que criminalizada, la reciente Semana Santa nicaragüense fue trastocada, la fe manoseada y el paganismo estimulado, bajo una represión sin tregua. Porque no solo se trata de ataques a la iglesia católica. Es en relación al fusilamiento del único espacio de resistencia que queda en el país, y el manoseo descarado de las fechas litúrgicas y de las tradiciones y la cultura de Nicaragua.
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