Más del 65 % de las y los diputados de la Asamblea Legislativa de Nicaragua son adultos mayores, según la ley del país centroamericano al respecto. Este órgano, lejos de representar un contrapeso de institucionalidad, opera bajo la sumisión total a la septuagenaria pareja copresidencial formada por Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Managua, Nicaragua

Sillas nuevas, muebles nuevos, más banderas, nuevos y enormes retratos, casi todo renovado. Pero quienes llegan a legislar, en su inmensa mayoría, son más viejos que el pinolillo. Muchos han echado raíces en sus curules, con hasta 20 años ostentando el cargo estatal, y otros han fallecido en el ejercicio de sus funciones, e incluso siguen cargando, narrativamente, con el peso de esa función. Pero, tratándose de Nicaragua, los hechos del más allá pueden suceder en cualquier momento. No en vano, ha sido el único país, después de Corea del Norte, en tener a un difunto como presidente de la Asamblea Legislativa.
Eso último ocurrió en 2016 con el sandinista Santos René Núñez Téllez, quien, a sus 69 años, llegaba con tanques de oxígeno al hemiciclo, hasta que un día no pudo más y falleció. Núñez Téllez fue el artífice de la reforma constitucional que suprimió la prohibición de la reelección indefinida en el país centroamericano, abriendo el camino a la perpetuidad de Daniel Ortega en el Poder Ejecutivo, tras haber obtenido la Presidencia en 2007. Seis meses después de su muerte, el congreso -en manos del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FLSN)- quedó bajo el mando del doctor Gustavo Eduardo Porras Cortés, quien, con 70 abriles, lleva ya ocho años consecutivos como presidente del antes Poder Legislativo, ahora órgano de discusión septuagenario.
Por otro lado, más recientemente, el fallecimiento de Gladys de los Angeles Báez, diputada sandinista y segunda vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, ocurrido según el oficialismo el martes 11 de marzo de 2025, puso en evidencia una vez más que el actual parlamento es solamente un ente sometido a la ahora constitucional Copresidencia de Ortega y Murillo. Pero también ha devenido en un asilo de ancianos improvisado. En los últimos años, varios diputados han muerto por enfermedades preexistentes o "causas naturales", lo que ilustra además la profunda falta de renovación política e institucional, y la permanencia eterna de figuras leales al régimen.
La Redacción de COYUNTURA documentó que, de los 90 diputados que conforman la Asamblea de Nicaragua, al menos 58 son adultos mayores, según la Ley Nicaragüense del Adulto Mayor (Ley 720), lo que equivale al 65 % del total parlamentario. Esa cifra se ve reflejada indiscutiblemente en el directorio del órgano legislativo: seis de sus siete miembros tienen más de 60 años, incluyendo a la fallecida Gladys, quien, a sus 83 años, ocupaba el cargo de segunda vicepresidenta. Era una de las más longevas presionando dos veces por semana el "botoncito" para aprobar leyes, reformas y decretos represivos y carentes de legitimidad ciudadana, para consolidar la deformación institucional del país.
Este dato refuerza la hipótesis de que el congreso nicaragüense no solo está doblegado en su totalidad al partido oficialista, sin ningún contrapeso u oposición del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) o las otras dos fuerzas inferiores que todavía existen, sino que también es un espacio institucional donde la longevidad, la senilidad y los problemas de visión predominan sobre la capacidad de legislar, la innovación, la juventud y la visión de futuro.
Desde el retorno de Ortega al poder en 2007, la Asamblea nicaragüense ha sido transformada paulatinamente en un órgano sin independencia, que cumple exclusivamente un papel de "tramitador" de las políticas públicas y los impulsos del Ejecutivo, que radica desde este año en una figura matrimonial sin precedentes en Centroamérica. A diferencia de otros parlamentos en la región, donde la discusión, la alternancia de poder, el sano contrapeso de fuerzas elegidas por el voto popular, y la llegada de nuevas generaciones u otros grupos sociales, son señales de democracia, en Nicaragua se ha consolidado un congreso dominado por ancianos leales al Frente Sandinista, muchos de los cuales han cambiado hasta de identidad partidaria o su personalidad para convertir sus curules en una trinchera personal hasta la muerte, o hasta que Daniel y Rosario quieran, con un salario de más de 3,200 dólares al mes (11,7676.19 córdobas, aproximadamente).
A diferencia del resto de la región, donde ha surgido una nueva camada de figuras en la política institucional centroamericana, particularmente en los congresos legislativos, en Nicaragua este relevo generacional es inexistente. Samuel Pérez del Movimiento Semilla en Guatemala; Ariel Robles del Frente Amplio en Costa Rica; Amílcar Saldaña de Nuevas Ideas en El Salvador; y Angélica Smith de Libertad y Refundación (Libre) en Honduras. Todos rostros relativamente nuevos que provienen de sectores no tradicionales y que han llegado a reformular decretos y percepciones. En Nicaragua, simplemente, eso no existe.
Sin alternancia legislativa y con gente fosilizada
Sin alternancia, sin criterio y sin iniciativas, en un Estado que se declara "moderno y revolucionario", lo más subversivo es un parlamento de ancianos, sin ideas frescas ni representación real de la ciudadanía. Temerosos y cómplices del "gran" tirano (79 años) y su esposa (73 años), que bien podrían ordenar la militarización del único lugar que le da sentido a su existencia, de lunes a viernes.
Es un cuerpo legislativo fosilizado, donde el relevo generacional es escaso, porque cuatro de cada cinco diputados son mayores de 60 años, mientras el debate es sustituido por la obediencia ciega a una pareja, más no al sentido común o al partido, ya por último.
Prueba de esa obsolescencia política y también de la falta de habilidades físicas de los parlamentarios nicaragüenses es la reciente aprobación de la nueva Constitución. Las y los legisladores no lograron debatir ni siquiera 30 artículos de la nueva Carta Magna, según documentación del equipo de este medio, cerrando la jornada de discusiones en menos de un mes, pese a que el documento institucional sufrió más de 100 cambios importantes para la vida institucional, social, económica, religiosa y cultural del país.
En enero de este año, la semana de la ratificación de dicha Constitución -que fue aprobada por el club de ancianos legisladores en noviembre de 2024 por unanimidad-, el agotamiento era tan evidente que algunos diputados abandonaron por varios minutos las sesiones obligados, por el cansancio o mucho frío, mientras sus compañeros, sin escrúpulo alguno, apretaban el botón de votación en su lugar. Actúan como si no comprendieran la magnitud de lo que están aprobando. Actúan sin responsabilidad alguna. Actúan como si solo esperaran la muerte, o el final del día, para tomar café con leche.
El envejecimiento del congreso nicaragüense no solo se refleja en la cantidad de diputados de la tercera edad que lo conforman, sino también en la cantidad de legisladores que han fallecido mientras estaban en funciones. Uno de los casos más representativos es el de Jacinto Suárez, quien murió el jueves 02 de abril de 2020 a sus 73 años de edad, mientras ejercía la presidencia de la Comisión de Asuntos Exteriores. Suárez fue diputado durante más de 20 años y era una de las figuras más fieles al orteguismo.
"Con Jacinto aprobamos una importante cantidad de leyes en beneficio de Nicaragua, de los lazos de amistad, de solidaridad en términos culturales, de convenios en términos de la relación diplomática en todos los órdenes", expresó la también diputada sandinista Iris Marina Montenegro Blandón (74 años). "Durante 57 años, Jacinto se entregó en cuerpo y alma al compromiso del Frente Sandinista por conquistar y labrar los sueños de libertad y justicia social de nuestro pueblo como lo hicieron tantos héroes y mártires y que hoy lo hacen posible el buen gobierno presidido por el Frente Sandinista y encabezado por nuestro comandante Daniel y la compañera Rosario", comentó Montenegro, cinco días después del fallecimiento de Jacinto, en Managua.
Fallecieron siendo diputados:
Además, el sábado 08 de julio de 2023, falleció el diputado Násser Sebastián Silwany Báez, representante del departamento de Masaya, a los 65 años de edad, mientras ejercía su tercer período consecutivo como legislador. También esta el caso de Enrique Aldana Burgos, quien falleció el 16 de octubre de 2024 a los 80 años. También estaba en su tercer tiempo. Tanto Silwany como Aldana recibieron honores en la sala principal del hemiciclo y una guardia de honor por parte de toda la junta directiva.
Por añadidura, el FSLN ha mantenido en el parlamento a figuras que han envejecido en sus escaños, como Edwin Castro y José Figueroa, ambos cerca de cumplir los 70 años. También ha incorporado en sus filas, tras el último proceso electoral, a viejos liberales como Moisés Absalón Pastora (65 años), Wilfredo Navarro (74 años) y Haydee Osuna (80 años), piezas clave en la maquinaria legislativa del orteguismo. En el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), el orteguismo ha replicado la misma fórmula, colocando a otro grupo de ancianos y ancianas en su representación, perpetuando así la falta de renovación política y la ausencia de liderazgos emergentes en el espectro legislativo nicaragüense. El abogado José Antonio Alvarado Correa, Aída Ester Blanco Talavera, Socorro Jacinta Reyes Lara y Guillermo Daniel Ortega Reyes están entre ellos.
Gladys y su hijo
La señora Gladys Báez, sobreviviente de la gesta de Pancasan en 1967, organizadora de la Federación de Mujeres Democráticas Nicaragüense (1963) y delegada al Congreso Mundial de la Mujer en Moscú, quien llegó por primera vez a la Asamblea en la década de los 80, reelecta unas cinco veces por el departamento de León, fue una de las piezas fundamentales del aparato legislativo orteguista. Durante más de treinta años, su papel no estuvo marcado por el debate ni por la construcción de consensos, sino por la obediencia total a la línea del partido. Su muerte en funciones ocurre en un contexto particular: su hijo, Camilo Báez, un reconocido paramilitar vinculado a la represión de las protestas desencadenadas en abril de 2018, fue encarcelado el lunes 03 de marzo de este año, por las mismas fuerzas represoras del régimen.
La muerte de la legendaria servidora del sandinismo estuvo rodeada de elementos que generan inquietud. Primero, la ausencia total de su hijo Camilo, otro personaje público y paramilitar confeso, quien no estuvo presente ni en su funeral ni en su entierro, lo que confirma que no solo está preso, sino que tampoco le permitieron verla. ¿Qué habrá hecho el compañero? Lo segundo es que el velorio de Báez no fue en el salón de la Asamblea, a pesar de que sus legendarias trenzas adornaron el hemiciclo durante tanto tiempo. A todos los diputados fallecidos hasta ahora, excepto a ella, se les ha rendido honras fúnebres en ese espacio, en el corazón de Managua.
Hay quienes se atreven a decir que el encarcelamiento de su hijo fue lo que aceleró su muerte. Casualmente, el comandante Ortega y su esposa Rosario no han mostrado compasión ni siquiera con otros ancianos, por muy legendarios o revolucionarios que sean. Esta semana, por ejemplo, Henry Ruiz Hernández, uno de los nueve comandantes de la Revolución Ciudadana de 1979, fue puesto bajo el régimen de "casa por cárcel", sin una notificación jurídica.
Encima, en el mando de Ortega han muerto importantes revolucionarios, como el excomandante Hugo Torres, quien en más de una ocasión protegió a expensas de su integridad la vida de Daniel. Falleció en las mazmorras sandinistas. Asimismo, al ahora copresidente se le atribuye la muerte de su propio hermano, el excomandante del Ejército nicaragüense Humberto Ortega Saavedra, quien falleció tras varios meses de "exilio" en su propia vivienda.
Otro de los casos más representativos de la represión dentro del Legislativo nicaragüense es el del líder miskito y expresidente nacional del partido indígena YATAMA (Yapti Tasba Masraka Nanih Aslatakanka), Brooklyn Rivera, quien fue arrestado el 29 de septiembre de 2023. Nadie le ha visto desde entonces, ni su hija o su abogado. Tiene 72 años de edad y varios problemas de salud.
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