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Sin consenso o un cierre oficial, con invitados que se fueron antes de tiempo, y una familia anfitriona. Esta fue la IX Cumbre de la CELAC en Honduras

El esposo de la presidenta Xiomara Castro —también asesor del Poder Ejecutivo—, junto al canciller, el vicecanciller y la ministra de Defensa, ocuparon sillas reservadas para jefas y jefes de Estado en la IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Aunque el oficialismo celebró lo que llamó un triunfo del "multilateralismo" y la "integración regional", las críticas no se hicieron esperar. Los señalamientos por el protocolo y el gasto —que, según el gobierno, no fue cubierto por el Estado— dominaron la jornada mediática, en una cumbre marcada por retrasos, tensiones y señales mixtas de unidad regional.


Por Jairo Videa | @JairoVidea

Tegucigalpa, Honduras
De izquierda a derecha, Claudia Sheinbaum (presidenta de México), Rixi Ramona Moncada (ministra de Defensa de Honduras y candidata presidencial del oficialista Partido Libertad y Refundación) y Xiomara Castro (mandataria hondureña) en la IX Cumbre de la CELAC en Tegucigalpa, el 09 de abril de 2025 | Fotografía cortesía
De izquierda a derecha, Claudia Sheinbaum (presidenta de México), Rixi Ramona Moncada (ministra de Defensa de Honduras y candidata presidencial del oficialista Partido Libertad y Refundación) y Xiomara Castro (mandataria hondureña) en la IX Cumbre de la CELAC en Tegucigalpa, el 09 de abril de 2025 | Fotografía cortesía

La IX Cumbre de jefas y jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en la capital de Honduras el miércoles 09 de abril de 2025, cerró sin una clausura oficial, sin un comunicado conjunto y con una serie de tensiones diplomáticas que, si bien no opacaron los llamados a la unidad regional y los encuentros bilaterales, sí pusieron en evidencia la falta de articulación efectiva entre los países del bloque.


Aunque fue presentada por la presidenta anfitriona, Xiomara Castro, como una "asamblea histórica" que pretendía reavivar el sueño de la "Patria grande", la cumbre fue también un reflejo del desorden político e ideológico que predomina en Centroamérica, mientras la gente gestiona su vida con el tráfico agotador de dos días completos de calles principales cerradas, y los intereses divergentes que fragmentan a América Latina y el Caribe. La escenografía protocolaria se vio afectada desde el arranque: la ausencia de algunos mandatarios, el uso de asientos reservados para jefes de Estado por parte del entorno cercano a la mandataria hondureña —incluido su esposo y asesor presidencial Manuel Zelaya, el canciller Eduardo Reina, el vicecanciller Gerardo Torres y la ministra de Defensa Rixi Moncada— y la salida anticipada de varios invitados internacionales marcaron el tono errático de una jornada cargada de simbolismo, pero escasa en resultados concretos.


"Argentina y Paraguay rechazaban todo", explicó el ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Valdrack Jaentschke. "Entonces, alguien propuso una declaración que no decía nada. Verdad. Nos juntamos, hablamos y nos fuimos", señaló la noche de hoy, jueves 10 de abril, en televisión abierta, un día después de que la presidenta Castro le ofreciera la palabra "en el momento que corresponde". Ese tiempo no llegó.


En la sede del Banco Central de Honduras (BCH), los discursos se sucedieron en medio del espectáculo cultural que abría la sesión, mientras a miles de kilómetros el presidente estadounidense Donald Trump reconfiguraba, una vez más, el orden económico global. Desde Washington, Trump anunciaba una tregua parcial de 90 días para algunos aranceles recientemente impuestos, que afectan directamente a la mayoría de los países del hemisferio. Este anuncio coincidía con el inicio de la cumbre en Tegucigalpa, dándole al encuentro un marco de urgencia geopolítica que los líderes regionales no pasaron por alto.


Frente al endurecimiento de la política comercial de Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), la respuesta más articulada provino de México y Brasil. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, propuso formalmente la creación de una Cumbre por el Bienestar Económico de América Latina y el Caribe, con el fin de avanzar hacia una mayor integración económica regional, sustentada en la soberanía de cada nación, el respeto mutuo y la prosperidad compartida. "La historia de América Latina y el Caribe, desde la lucha por nuestras independencias, se ha caracterizado por la solidaridad y el apoyo mutuo. Hoy no debe ser la excepción", expresó Sheinbaum en su intervención de esta semana.


Su propuesta encontró eco inmediato en varios jefes de Estado, especialmente en el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo de León, quien respaldó tanto la convocatoria mexicana como la idea brasileña de expandir el uso de monedas locales en el comercio regional. Según Arévalo, estas medidas permitirían a la región resistir mejor los embates de las guerras arancelarias y avanzar hacia una mayor autonomía económica.


Desde Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva fue más directo en su diagnóstico: "las guerras comerciales no tienen vencedores". El mandatario advirtió que América Latina y el Caribe se encuentran en un momento crítico, en el que la autodeterminación de los pueblos está siendo socavada por un mundo sin reglas consensuadas. "Los migrantes son criminalizados, se imponen aranceles arbitrarios y el multilateralismo está siendo asediado", denunció Lula, quien también abogó por una candidatura regional única —y femenina— para la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2026, además de pedir una participación conjunta en la próxima COP30 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) en Belén, Brasil, en noviembre próximo.


Pese a las grandes declaraciones este miércoles, que comenzaron con una hora de retraso, la cumbre evidenció profundas asimetrías entre los Estados miembros. México, por ejemplo, ha logrado mantener su acceso sin aranceles a bienes protegidos por el Tratado entre México, EE.UU. y Canadá (T-MEC), lo que le posiciona en ventaja frente a países como Colombia o Brasil, que sí enfrentan los gravámenes del 10 % impuestos por Trump. Esta diferencia provocó tensiones sutiles en los discursos, aunque el tono general se mantuvo en clave de colaboración.


El caso de Cuba y Venezuela volvió a estar en el centro de las menciones. Sheinbaum, Lula, Gustavo Petro, Castro y Miguel Díaz-Canel rechazaron explícitamente las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, denunciando su impacto en las poblaciones más vulnerables. Asimismo, se reiteró el respaldo al proceso de transición en Haití y la urgencia de construir una paz sostenible en ese país caribeño, sumido en una crisis estructural desde hace más de una década. "Pero nadie se comprometió a enviar ayuda o impulsar planes de seguridad y protección alimentaria, las dos grandes urgencias del pueblo haitiano", comentó a esta Redacción una docente universitaria hondureña, atascada en el tráfico matutino por la IX Cumbre de la CELAC. "Esas reuniones no benefician a nadie más que a ellos. Basta con ver que solo es para la foto del familión, que se siente reivindicado y aplaudido por los suyos, nada más", dijo un conductor de la famosa aplicación Uber en Tegucigalpa.


"¿Verdad qué ese documento no dice nada relevante para nosotros, los que trabajamos de Sol a Sol? Ahí disculpe la ignorancia", agregó el piloto, de unos 50 y tantos años, "ni de izquierda o derecha, porque eso no te da de comer. Solo ellos tienen esa bendición".


En este contexto, el presidente colombiano asumió la presidencia pro tempore de la CELAC para 2026 con un ambicioso plan de acción, pero una institucionalidad poco relevante para América continental. En sus palabras, la región debe consolidar una posición común en tres frentes prioritarios: la migración, la descarbonización de la economía y la interconexión energética regional. Petro, quien ha criticado abiertamente a la Organización de Estados los Americanos (OEA), se perfila como uno de los impulsores más vehementes de una CELAC que dice estar "fortalecida" como alternativa al organismo hemisférico dominado por EE.UU. y Canadá, pero sin rutas o pilares para poner sobre la mesa y el diálogo.


La falta de una declaración final consensuada y la ausencia de un cierre oficial del acto de líderes presentes son señales inequívocas del frágil momento que atraviesa el bloque.


A pesar de las propuestas, los aplausos y los gestos de solidaridad encabezados por el oficialista Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y la familia Castro-Zelaya, la CELAC cerró su novena edición sin una hoja de ruta clara y sin mecanismos tangibles de implementación de las ideas discutidas. El multilateralismo invocado por muchos terminó ensombrecido por la dispersión de acciones, la falta de estrategia compartida y una evidente debilidad institucional.


En otras palabras, de aquí, solo Lula, Sheinbaum y Petro (que casualmente se fueron antes del "receso" para el almuerzo, que resultó ser el final del encuentro del miércoles, a las 04:00 p.m.) salieron con "algo". Una "ganancia" que al final no es ganancia, más bien es un apretón de manos, que termina simbolizando un "hay que vernos para tantear que hacemos", tras un encuentro auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), según la Secretaría de Relaciones Exteriores y Cooperación hondureña, con un costo de al menos cinco millones de dólares estadounidenses.


Para muchos analistas, opositores de Castro y hasta de Daniel Ortega en Nicaragua, el mayor desafío no radica en el diagnóstico —que está ampliamente compartido— sino en la voluntad política y los recursos concretos para materializar los consensos y las visiones que protejan a la gente, y sus libertades y derechos. La integración, como quedó claro en Tegucigalpa, es un horizonte común, pero la ruta hacia ella sigue plagada de obstáculos estructurales y cortocircuitos diplomáticos.


Lo ocurrido en la IX Cumbre de la CELAC deja un sabor agridulce. Por un lado, la región ha vuelto a hablar con una voz crítica frente a las imposiciones del norte global, ha elevado propuestas generales de integración económica y ha planteado la necesidad de actuar en bloque frente a desafíos compartidos. Por otro lado, la ausencia de una declaración final, la falta de mecanismos vinculantes y el simbolismo vacío de una cumbre sin clausura oficial exhiben las limitaciones prácticas del proyecto integracionista.


Xiomara Castro dijo que la unidad de América Latina "es hoy más urgente que nunca". Pero en Tegucigalpa se evidenció que esa urgencia aún no se traduce en una acción común. En gestiones sobre eventos sociales para denunciar "persecución" en su contra. Lo de esta semana fue por mucho una reunión "familiar", donde hasta el asesor presidencial y la ministra favorita pudieron estar codo a codo con los presidentes de la región, por memoria y por adaptación, en su propio imaginario. La CELAC sigue siendo, por ahora, una plataforma de discursos esperanzadores más que un instrumento efectivo de transformación regional, que sirva de sendero y no solo de generador de "socialismo-democrático", cuándo no pueden ni al menos explicar qué es eso y cómo puede funcionar sin corrupción, privatización, censura y nepotismo. La esperanza persiste, sí, pero también el desencanto, el rechazo de la gente que anda en las calles a esos "abrazos falsos" y "victimistas" .


 

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