El Barbie-vestido y la chumpa roja fueron eclipsados por el abrumador aburrimiento de la militancia sandinista. El culto a la pareja se añeja, mientras la juventud y los seguidores que quedan se sienten desilusionados, sin opción de disentir. La ausencia de líderes internacionales sigue marcando el declive del poder del FSLN, aunque, sin duda alguna, el futuro de Nicaragua apunta al final de un trance perpetuo.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Managua, Nicaragua
En la víspera de la conmemoración número 44 de aquel 19 de julio de 1979, la copresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, se paseó por su guardarropas buscando el atuendo perfecto para la ocasión. Aunque es una fiel devota del color rosado, en esta ocasión la elección, evidentemente, estuvo influenciada por la tendencia global generada por la película Barbie, escrita y dirigida por la fabulosa Greta Gerwig. Ella quiso ser parte del fenómeno. No obstante, al llegar este miércoles al acto central en el monumento a Augusto César Sandino, frente al Antiguo Estadio Nacional Stanley Cayasso Guerrero, en donde colocó su altar, a pocos pasos de casa, se vio opacada por el agotamiento silencioso que se esparcía entre su militancia.
Este 44/19 deja en evidencia que el telón del desgaste poco a poco comienza a descender en la Managua gobernada por Daniel Ortega y su esposa Murillo. Los espacios para el culto a la pareja son cada vez más reducidos al igual que sus seguidores. Solo crecen los esfuerzos de aquellos que no quisieran estar ahí, aunque el poder les obliga a permanecer, les guste o no, quieran o no. Nadie tiene opción, ni derecho a desertar o disentir. Poco a poco, la Juventud Sandinista, policías, funcionarios y fanáticos se dan cuenta que ya ni los rituales están haciendo efectos.
El acto del 44 aniversario de la Revolución de 1979, fecha que dejó de ser una efeméride nacional para convertirse en un culto al matrimonio de El Carmen, ésta vez no se trató de una celebración pomposa. Más bien fue algo sobrio, modesto y escaso del acostumbrado esoterismo que caracteriza a Murillo, y de los pasos prohibidos que se ha sacado Ortega. Es imposible ignorar los signos de agotamiento de una danza perpetua que, por primera vez desde la crisis iniciada en el año 2018, avisora su final.
En la plaza del pleito
Cuando los medios de propaganda confirmaron que este año la celebración del aniversario de la Revolución Ciudadana sería frente al viejo Estadio Nacional de Béisbol, costó creer que escogieron el mismo lugar en el que la compañera, durante la pasada Nochevieja, protagonizó un golpe de imagen contra su esposo y comandante, dejándolo plantado, como nunca antes se había visto.
Cuando ya eran casi las seis de la tarde de este miércoles 19 de julio de 2023, con una toma aérea con drones, empezó la cadena nacional e "internacional", según el comandante. Desde el montículo del coloso deportivo salieron los cohetes y la pólvora. La caravana presidencial se retiró del área, pero a uno de los costados del perímetro se apostaron al menos seis vehículos blindados del Ejército, junto a varias patrullas de la Policía Nacional cubriendo la zona. Y cuando fue el momento indicado, el comandante se bajó con su mujer y sus dos hijas. La familia caminó por una pasarela improvisada frente a un cuerpo de policías, para dirigirse a saludar a los invitados no tan conocidos. Él, con su indespegable chumpa roja, y ella, con su Barbie-vestido, y la cintura enrollada con un fajín negro que le impedía alzar el vuelo.
La Barbie-compañera interrumpió cuatro veces el concierto de alabanzas para pregonar sus retahílas como dardos. Su primera intervención la inició orando. "Aquí reina Cristo". Para seguir en su segunda apuesta: "Coro de serpientes, de víboras traicioneras. Fabricantes de mentiras. Mentecatos. Mercenarios". Refiriéndose a aquellos a quienes no "les gusta su estilo". Mientras tanto, al comandante se le olvidó su acostumbrado saludo inicial en los sermones. "Familias nicaragüenses..." desapareció. En esta ocasión, para celebrar la gesta heroica que "él" junto a otros ocho comandantes dirigieron, entró directo. Y salió sin ganas, cuando el reloj estaba a punto de marcar las once de la noche.
Lo que no fue y los que no fueron
No fue un acto -y mucho menos conmemoración de algo que fue- porque no hubo, al menos, una danza folklórica. No fue un culto porque no hubo ni padres, ni pastores. Solo una danza religiosa cargada de fatiga. Tampoco fue una vigilia, a pesar de que duró cuatro horas y 35 minutos. El entusiasmo se desvanece. Los rituales ya no encantan. El término "hastío" describe muy poco lo que es estar cantando mañana, tarde y noche las mismas canciones, gritando las mismas consignas, exaltando a las mismas dos figuras omnipresentes, con religiosa devoción.
Pero, al final, solo fue un 19 de julio más, o uno menos.
Y es que era imposible no percibir los tantos elementos que hicieron de esta celebración pagana la evidencia puntual sobre un final más palpable, predecible para el sandinismo, más pronto que tarde.
La ausencia de invitados también marcó, un año más, el evento "revolucionario". No hubo ni un solo Jefe de Estado y las delegaciones internacionales venían de tan lejos -geográficamente y en cuanto a la coyuntura-. Desconocidas para la ciudadanía: Burkina Faso, Bielorrusia, Abjasia, Mozambique. Si no fuera por los tres diputados y un secretario institucional hondureños que mandó la vecina Xiomara Castro, cualquiera puede atreverse a decir que el comandante Ortega no tiene amigos cercanos. Es un "forever alone (por siempre solo)". Hasta Nicolás Maduro se ausentó por completo. Solo tuvo tiempo para un tuit. Tampoco regresó el "Tío Ralph" Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas. Tampoco llegó Evo Morales, Luiz Lula da Silva, Rafael Correa, y mucho menos Juan Orlando Hernández.
Los que "zeqedan"
En la Nicaragua sandinista no hay un solo empleado público que no infle globos o corte festones para los altares a la pareja dictatorial como única opción para mantener su trabajito. Y les entendemos. Pero algunos han tenido que manchar sus manos de sangre. Y otros tienen que bailar "El comandante se queda" para demostrar cuánta sangre rojinegra les queda en las venas y en las parafernalias. Si es posible lo hacen todo el día, todos los días. Como si de eso se tratara su vida. Solo de eso.
Aunque el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) siempre ha sido más de lo mismo, ya nada es igual. Ya no hay Plaza de la Revolución que pueda con tan poca gente. No hay guaro, ni ferias, ni amuletos revolucionarios. La Revolución está casi que consumida en sus manos, y aunque parece que aún queda tiempo, su final es predecible, palpable y tronador.
Prueba de esto es que muchas y muchos militantes tienen un pie en la megacárcel y el otro pie en el "parole" humanitario otorgado por la administración de Joseph Biden. El consumo de tanto "plomo" a la gran mayoría les terminó afectando la salud mental y por ende su calidad de vida. Que no olviden que ese sufrimiento es efecto de esta prolongada crisis, que le ha cambiado la vida a cientos de miles, quienes huyen hasta el día de hoy de la represión, la desesperanza y el sandinismo.
Los que no se pueden ir
Por otro lado, lo cierto es que mucha militancia no tiene opción de huir. Entre más alto sea su cargo, más le pesa su soberanía. Tanto así que han tenido que ceder hasta sus pasaportes. Pero, por mucho, la peor parte se la llevan las y los oficiales de la Policía Nacional, quienes perdieron su naturaleza y razón de ser gracias a una reciente reforma constitucional ordenada por Ortega. Ahora, el cuerpo armado, tiene derecho a hacer proselitismo. El precio fue perder a su vez el derecho a darse de baja. Pueden caer presos solo con pensarlo. No se van, no porque no quieran.
Otros no se van porque han asumido la fidelidad de forma devota. Este credo político es suyo. Y aunque es una ridícula minoría, piensan que su lealtad es inquebrantable, pero sus cuerpos están cansados, asoleados y adoloridos, por eso solo ponen a danzar a los más chavalos y a las más chavalas, quienes no saben de promesas incumplidas, ni profesan el mismo fervor. Solo bailan al ritmo que les pongan, con coreografías repetidas hasta la saciedad.
Algunos gritan consignas en seco. Ruidosos. Otros aplauden como focas. Pero podemos decir que, por fin, sus narrativas se disipan. Ese ritmo constante y repetitivo solo trata de ocultar la fatiga y la desesperación de aquellos que por necesidad o placer siguen rindiendo pleitesía a la pareja, como lo sigue haciendo la recientemente sancionada Wendy Carolina Morales, la jefa de las confiscaciones, quien recibió este 44/19 de su comandante un abrazo de consuelo, y un par de risas. En su cara.
Además, esta celebración también dejó más risitas y abrazos para otra sancionada. La diputada sandinista Loria Raquel Dixon, primera secretaria de la oficialista Asamblea Nacional, también fue sancionada a través de la estadounidense "Lista Engel". Llegó a rendir su respectivo tributo en este 44/19.
El trance
El poderío que una vez ostentó el FSLN se desvanece, y con cada aparición carmentiana se pierde lo que no queda. La Revolución está totalmente eclipsada, y por fin ofrece signos de muerte. La lealtad que queda se quiebra lentamente, entre las desilusiones, el hastío, o con un "parole". A pesar de que es tiempo de canícula, incluso en la política, no deja de llover la incertidumbre sobre el futuro de Nicaragua, que ahora tiene como resultado del 44/19 el posible final de un trance perpetuo.
Ésta casi eterna coreografía está frágil y a punto de zigzaguear sus pasos finales, rompiendo el hechizo que parece sin fin, dando paso a una nueva melodía. Es palpable, en el horizonte, que los próximos 19 de julio se convertirán en un día más del calendario laboral de la sociedad nicaragüense.
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