Bajo la opresiva dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, las campesinas del norte del país centroamericano enfrentan una realidad desgarradora: represión por no ser sandinistas y/o exilio forzado para preservar sus vidas y dignidad. El testimonio de "Boni", una valiente campesina, revela cómo la lucha por la libertad continúa desde los lugares más recónditos del territorio, mientras las mujeres sufren un régimen que les arrebata sus derechos y las margina. ¿Podrán encontrar seguridad y esperanza en un futuro incierto y lejos de su hogar?
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
El Cuá, Jinotega, Nicaragua
En la historia de Nicaragua, las mujeres campesinas han enfrentado tiempos difíciles, y las heridas del pasado parecen no haber sanado. La dictadura de Anastasio Somoza dejó un triste capítulo inmortalizado por Carlos Mejía Godoy en una canción, donde relató cómo las campesinas del Cuá, un municipio del departamento de Jinotega, fueron ultrajadas por la Guardia oficial del entonces tirano. Sin embargo, la lucha por la libertad y la dignidad continúa en el presente, en las zonas más rurales del territorio, ya que bajo la actual dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, las mujeres del norte del país siguen sufriendo, ahora por razones diferentes, pero igualmente devastadoras.
Una de las valientes campesinas que ha tenido que abandonar Nicaragua es "Boni", cuyo delito fue no ser sandinista en el régimen actual. A sus 47 años, "Boni", a quien llamaremos así por su seguridad, cuenta cómo tuvo que dejar atrás su hogar, a su familia y a sus hijos, para preservar su vida y libertad. Ahora vive en condición de exilio en los Estados Unidos, donde dice tener "un poco de tranquilidad y seguridad", condiciones que ya no tiene en su tierra natal.
"En Nicaragua, no podemos tener nada, porque nos quitan lo poco que tenemos, lo que hemos trabajado, los ladrones llegan y nos roban", relata "Boni". Sus palabras reflejan el sufrimiento y la incertidumbre que muchas mujeres campesinas enfrentan día a día bajo el régimen de Ortega y Murillo.
El Cuá, una comunidad a más de 200 kilómetros de Managua, fue un epicentro de la lucha cívica que inicio en abril del año 2018 en toda Nicaragua. "Boni" y su familia se unieron a "la resistencia" contra el régimen sandinista, participando activamente en las barricadas que se levantaron en ese municipio con el fin de cortar el paso al comercio para exigir un cese al fuego policial en todo el país. Sin embargo, su valentía les convirtió en blanco directo de las fuerzas paramilitares, organizados y armados por la Policía Nacional -ahora bajo completo control de Ortega- y el sumiso Ejército.
Un temible personaje, conocido como "Toño loco", lideraba las operaciones ambas fuerzas armadas en la zona, según detallan fuentes consultadas para este texto, con la misión de "desaparecer" a las y los campesinos, o recopilar información para ubicarlos y capturarlos. La violencia y la represión a manos de este y otros paramilitares llevaron a "Boni" y a otras personas a vivir en un constante estado de miedo y amenazas.
"En ese tiempo (2018-2019), a mi casa llegaron ladrones, se llevaron todo lo que teníamos", recuerda "Boni" con lágrimas en los ojos. "Los ladrones iban encapuchados, con uniformes negros, pensamos que eran antimotines, y a partir de eso empezaron a amenazarnos de muerte", explica al respecto.
Estas condiciones inhumanas e inseguras forzaron a "Boni" a tomar la difícil decisión de abandonar su hogar y buscar refugio en el exilio. "Temía" que su destino fuera similar al de una familia quemada en el año 2018 en el barrio Carlos Marx de la capital nicaragüense, un suceso que sirvió como una advertencia escalofriante en el país, la cual fue enviada por el sandinismo y la Policía contra quienes se oponían a su régimen.
La administración de Ortega muestra hasta la fecha un "total desprecio por los derechos de las mujeres", señalan fuentes de la sociedad civil, en el caso de la zona norte de Nicaragua, esto debido a la confiscación de la Fundación María Cavalleri, una institución que trabajaba por el bienestar de las mujeres campesinas. Con una audacia sin precedentes, la vocera de la dictadura, Murillo, anunció en semanas pasadas que convertirían las instalaciones de la clausurada entidad en un centro de capacitación llamado "Mujeres del Cuá", dejando en claro su intento de borrar la historia de las mujeres de esta zona nicaragüense, quienes han sido víctimas de violencia y represión desde el Estado y otros sectores a lo largo de los últimos años.
Especialistas en temas de género señalan que el Estado tiene una doble responsabilidad en la vulneración de los derechos de las mujeres. Debe garantizar el cumplimiento de la ley y al mismo tiempo crear políticas de protección para esta parte vulnerabilizada de la población. Sin embargo, bajo el régimen actual, las mujeres campesinas no solo sufren represión, sino que también enfrentan una violación sistemática de sus derechos fundamentales. Acceso a la salud, planificación, lactancia materna, educación primaria, secundaria y superior, trabajo digno y hasta libertad de pensamiento.
Las campesinas del norte de Nicaragua merecen un futuro en el que puedan vivir libres de miedo y violencia. La historia de "Boni" y tantas otras mujeres como ella son testimonio doloroso de la opresión que aún prevalece en el país. La comunidad internacional debe prestar atención a sus voces y alzar fuerzas contra las injusticias cometidas por la dictadura de Ortega y Murillo. Mientras tanto, estas valientes mujeres luchan día tras día por recuperar su vida, su libertad y su dignidad, lejos de su tierra, en busca de un futuro más seguro y esperanzador.
Con información de Voces En Libertad
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