A pesar de los desafíos y el rechazo, Nicolás Maduro se mantiene en el poder y promete un nuevo ciclo de reformas y profundización de su modelo político, con énfasis en la continuidad de las políticas chavistas, que incluyen la redistribución de recursos a través de subsidios y el control estatal de sectores clave de la economía venezolana, mientras el país se aísla todavía más.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Caracas, Venezuela
En un acto celebrado en la Asamblea Legislativa de Caracas a las 10:45 a.m. de hoy, viernes 10 de enero de 2025,, Nicolás Maduro Moros asumió un nuevo período presidencial (2025-2031) en medio de acusaciones de ilegitimidad por parte de la oposición y sectores internacionales. La toma de posesión se llevó a cabo pese a que el presidente electo, según resultados no reconocidos por el chavismo, es Edmundo González, quien permanece en República Dominicana. En su juramento, Maduro declaró: "Lo juro por mi vida. Así cumpliré". Durante el acto, se destacó la entrega de una banda presidencial confeccionada, según un video oficial, por ciudadanos venezolanos, un intento simbólico de mostrar apoyo popular al mandatario. Sin embargo, las críticas persisten sobre la transparencia del proceso electoral y la falta de legitimidad democrática.
El evento contó con la presencia de mandatarios como el de Cuba, Miguel Díaz-Canel; el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne; y el primer ministro de la República Árabe Saharaui Democrática. Aunque no se esperaba la participación del dictador sandinista de Nicaragua, Daniel Ortega, este viajó a Caracas de última hora, junto a una delegación de al menos 16 personas, según verificación de COYUNTURA.
Paralelamente, la seguridad en la capital fue reforzada con el despliegue de un sistema de misiles antiaéreos 9K37 Buk, de fabricación rusa, supervisado por Domingo Hernández Lara, comandante Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas. Este operativo subraya la militarización del poder en Venezuela, que ha sido una constante durante los mandatos de Maduro.
Maduro asume este nuevo período tras unas elecciones señaladas por la oposición como fraudulentas. Edmundo González, quien había prometido estar en Caracas para la juramentación, sigue fuera del país, argumentando falta de garantías para su seguridad.
El panorama político sigue polarizado. Para el oficialismo, Maduro representa la continuidad del proyecto chavista, mientras que para sus críticos es un dictador que ha socavado las instituciones democráticas. El país suramericano, sumido en una prolongada crisis económica, institucional y humanitaria, enfrenta además crecientes sanciones internacionales y aislamiento político.
La oposición y una parte significativa de la comunidad internacional consideran a Maduro como un usurpador del poder. En tanto, países aliados como Cuba y Rusia han reafirmado su apoyo al líder chavista.
La juramentación de Maduro, en estas condiciones, agudiza las divisiones internas y profundiza el desafío de gobernar un país en crisis. Mientras el chavismo insiste en su narrativa de soberanía y resistencia, millones de venezolanos continúan enfrentando dificultades económicas extremas, migración forzada y un colapso institucional que parece lejos de resolverse.
El próximo capítulo en la historia de Venezuela dependerá de cómo se desarrollen las tensiones políticas, sociales y de seguridad, y si habrá avances hacia una solución negociada o una profundización del conflicto institucional.
Durante la ceremonia en la Asamblea Nacional, el mandatario defendió su legitimidad y atacó a la oposición, a quienes calificó de "traidores a la patria" y "quinta columna". Maduro afirmó que su presidencia responde a una lealtad inquebrantable hacia Hugo Chávez, destacando que la Constitución bolivariana, según él, fue escrita, aprobada y defendida por el pueblo.
El proceso electoral, cuestionado tanto dentro como fuera del país, ha dejado a Venezuela en una encrucijada política. La oposición, con más del 80 % de las actas electorales, asegura que su candidato, Edmundo González Urrutia, fue el verdadero vencedor, mientras Maduro se negó a presentar los resultados desglosados.
En el ámbito internacional, la investidura reflejó el distanciamiento de Brasil, cuyo gobierno decidió enviar a su embajadora en Caracas, Glivânia Maria de Oliveira, en lugar de una delegación de alto nivel, como ocurrió en Argentina. Este gesto evidencia el descontento del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien, pese a su intento de normalizar relaciones con el régimen de Maduro, ha visto fracasar sus esfuerzos por garantizar elecciones transparentes y respeto al resultado.
Brasil y Colombia mantienen relaciones diplomáticas mínimas con Venezuela, pero sin reconocer ni a Maduro ni a González como presidente legítimo. Este desencuentro supone un revés para Lula y el colombiano Gustavo Petro, quienes apostaron por reabrir canales diplomáticos con Caracas tras años de aislamiento. Pero este conflicto refleja el fracaso de la estrategia de Lula da Silva para normalizar relaciones con Venezuela, lo que también ha afectado la posición de su partido político, el Partido de los Trabajadores.
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