La salida de Nicaragua de la Organización de los Estados Americanos (OEA) plantea desafíos diplomáticos y estratégicos tanto para el país centroamericano como para la región en su conjunto. Mientras el "Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional" celebra la independencia y "soberanía recuperadas", el escenario internacional observa con atención los desarrollos futuros. La capacidad de Nicaragua para mantener relaciones bilaterales y participar en instancias internacionales no vinculadas a la OEA será un factor determinante en su posición y reconocimiento global. En medio de tensiones y disputas, la región se enfrenta a la tarea de repensar las dinámicas de cooperación y diplomacia, con la salida de Nicaragua de la OEA como un elemento crucial en esta evolución.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
Nicaragua conmemoró el pasado domingo 19 de noviembre de 2023 el segundo aniversario de su decisión "soberana" de denunciar la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), marcando un hito en la relación del país centroamericano con este organismo regional. La salida de Nicaragua de la OEA, anunciada por el régimen sandinista de "Reconciliación y Unidad Nacional" liderado por el mandatario Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, se oficializó este lunes 20 de noviembre de 2023, con un comunicado agresivo desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, convirtiéndose en el segundo país latinoamericano en abandonar voluntariamente la OEA después de Venezuela.
El canciller de Nicaragua, Denis Moncada Colindres, al recordar la mañana de este lunes la decisión de denunciar la Carta de la OEA, destacó que este paso significaba la completa desvinculación de Nicaragua de lo que describió como un organismo "injerencista" y un "instrumento de intervención" al servicio de los intereses del Gobierno "unipolar" de los Estados Unidos de América (EE.UU.). Según Moncada, la OEA ha sido históricamente utilizada para encubrir y justificar acciones agresivas y violatorias del Derecho Internacional por parte de la administración estadounidense contra jerarquías a las que llamó "progresistas" y "revolucionarias" en América Latina y el Caribe.
El mensaje del régimen nicaragüense resalta hechos históricos que, según ellos, demuestran la complicidad de la OEA en acciones antidemocráticas y agresivas en la región. Desde el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz en Guatemala, en 1954, hasta el golpe militar en Brasil contra el presidente João Goulart en 1964, y la más reciente crisis política en Bolivia en 2019. La denuncia de Nicaragua se enmarca en un rechazo a lo que consideran una injerencia constante en los asuntos internos de los Estados.
La cronología de una mala decisión
La decisión de Nicaragua de denunciar la Carta de la OEA se gestó a lo largo de varios años y se materializó oficialmente el 19 de noviembre de 2021, según varias fuentes y analistas consultados por la Redacción de COYUNTURA. La justificación principal se basó en la percepción de que la OEA había intervenido y actuado parcializada durante los eventos de protestas civiles en Nicaragua desde abril del año 2018, calificados por el sandinismo como un "fallido golpe de Estado". Desde entonces, Nicaragua ha mantenido una relación tensa con la OEA, y otros organismos bilaterales y de derechos humanos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cumpliendo con sus obligaciones institucionales y financieras, pero alejándose efectivamente de la organización regional, e ignorando sus deberes políticos y ciudadanos.
La salida de Nicaragua de la OEA ha generado diversas reacciones a nivel internacional. EE.UU. y otros Estados miembros de la OEA expresaron su preocupación y prometieron seguir evaluando medidas para presionar a la administración nicaragüense, en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde el 2007, a que cese la represión y restituya la democracia. El presidente Joseph Biden renovó la orden ejecutiva que establece sanciones para funcionarios y operadores orteguistas, reafirmando la posición de los Estados Unidos de América de considerar a la estructura encabezada por Ortega y Murillo como una amenaza.
Eric Jacobstein, subsecretario adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EE.UU., calificó la decisión de Nicaragua como un intento flagrante de socavar los esfuerzos de la OEA para demandar la rendición de cuentas por parte del régimen por sus continuos abusos a los derechos humanos.
Aunque Nicaragua ha dejado oficialmente la OEA, la salida no exime al país de cumplir con las obligaciones internacionales relacionadas con los derechos humanos y el Estado de Derecho. La denuncia de la Carta de la Organización de los Estados Americanos no afecta las resoluciones y compromisos derivados de otras convenciones interamericanas que Nicaragua ha ratificado. El país centroamericano sigue vinculado a tratados internacionales que protegen los derechos humanos y está sujeto a juicios pendientes ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
Nicaragua mantiene su membresía en organismos especializados de la OEA, como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), lo que garantiza su participación en áreas específicas de cooperación técnica.
El futuro de Nicaragua en la escena internacional
Por otro lado, la decisión de Nicaragua de salir de la OEA plantea interrogantes sobre su futuro en la escena internacional. Aunque algunos analistas sugieren que el país podría buscar su reincorporación en un eventual cambio de administración, otros consideran que la actual situación de aislamiento autoimpuesto podría continuar por varios años más. El precedente de Cuba, que fue expulsada de la OEA en 1962 y la eliminación de la resolución de dicha expulsión en 2009 se presentan como ejemplo de la posibilidad de retornar a la organización regional en el futuro.
La salida de Nicaragua de la OEA marca un capítulo significativo en su relación con la comunidad internacional y plantea desafíos y "oportunidades", según el oficialismo, para el país centroamericano en el ámbito diplomático y en el respeto a los derechos humanos. Mientras Nicaragua busca consolidar su soberanía y autonomía, la comunidad internacional observa de cerca los acontecimientos y evalúa posibles medidas para abordar la situación política, de derechos humanos y ciudadana en el país.
Ante su creciente aislamiento, el régimen de Daniel Ortega ha buscado nuevos aliados en potencias no occidentales. China, Rusia, Abjasia e Irán son algunos de los actores internacionales con los que Nicaragua ha fortalecido vínculos diplomáticos y económicos. Estas alianzas ofrecen a Ortega y su sistema un respaldo político y económico alternativo, permitiéndole diversificar sus relaciones internacionales más allá de la esfera tradicional y local, pero con consecuencias a corto y largo plazo.
Nicaragua ha consolidado su relación con China, por ejemplo, convirtiéndose en un socio estratégico en términos de inversiones y cooperación, a través de prestamos y concesiones. La presencia del gigante asiático en la región ofrece a Nicaragua una opción de apoyo económico independiente de las potencias occidentales, aunque plantea preguntas sobre posibles implicaciones geopolíticas y el equilibrio de poder en la región.
La relación entre Nicaragua y Rusia se ha intensificado, abarcando áreas políticas y militares. Acuerdos bilaterales y visitas de alto nivel han consolidado los lazos entre ambos países. El respaldo de Rusia podría proporcionar a Nicaragua un contrapeso frente a la presión internacional y una fuente alternativa de apoyo político. Sin embargo, esta alianza también plantea cuestionamientos sobre la influencia rusa en América Latina y sus posibles implicaciones para la estabilidad regional.
Además de sus vínculos con China y Rusia, Nicaragua ha establecido relaciones diplomáticas con países como Abjasia e Irán. La apertura a aliados poco convencionales refleja la estrategia de la dictadura de Ortega de diversificar sus relaciones y encontrar respaldo en diversas geografías y contextos políticos. Sin embargo, estas alianzas profundizan tensiones con otros actores internacionales y son ya desafíos complejos y grandes en términos de equilibrio diplomático.
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