El presidente Nayib Bukele subió al escenario político en 2012 al ganar la alcaldía de uno de los municipios con menos población de El Salvador. Hoy, lidera a la nación centroamericana, de siete millones de habitantes, donde la mayoría celebra su forma de gobierno. El resto, continúa escéptico.
Por Karla Arévalo | @VozDeAmerica
San Salvador, El Salvador
Nuevo Cuscatlán. En este municipio de El Salvador dio inicio la carrera política de Nayib Bukele. Hace diez años fue elegido alcalde en este lugar, y en los espacios públicos, incluso en algunos privados, aún se ve grabado en metal su símbolo de campaña: la 'N' de Nayib. En el parque municipal, las señales de tránsito y algunas casas también tienen su particular sello: están pintadas de cian, el color elegido por el político para separarse de los clásicos rojo, azul y blanco -usados por los partidos que alguna vez dominaron el espectro político en El Salvador-.
Aunque el ahora mandatario Nayib Bukele también fue alcalde de San Salvador, es Nuevo Cuscatlán el punto de partida de una carrera política que logró desbancar tres décadas de bipartidismo concentrado en los partidos Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Hoy, con casi cuatro años en el poder, parece no haber figura ni partido político que compita en números con el fenómeno Bukele.
"Aquí vino Nayib hace años. Ahí enfrente se paró y me ofreció una beca", recuerda una joven, hoy Licenciada en Psicología, desde el balcón de su casa -ubicada en la zona rural de Nuevo Cuscatlán-. Esa vez Nayib Bukele recorrió los cantones de un municipio de 8,000 habitantes que buscaba gobernar. Luego de eso, pocas veces se volvió a ver al político recorrer las calles del país centroamericano en una campaña política. Cuando se propuso ganar la presidencia de El Salvador prefirió las redes sociales: llegaba a todos al mismo tiempo y en todo momento.
Fue bajo ese canal que potenció la imagen de deterioro que ya venían arrastrando los partidos tradicionales y, una vez en el escenario político, insistió en que esos partidos representaban el lado viejo de la política. Él, dijo, era la opción joven en medio del caos. Fue así como en 2019 Nayib Bukele ganó la presidencia de El Salvador. "Lo más importante que Bukele ha hecho por nosotros es la seguridad. Eso lo ha llevado más arriba", relata Joel Peña, un joven de 32 años, residente de Nuevo Cuscatlán.
Desde hace 10 meses El Salvador vive bajo régimen de excepción con el propósito de encarcelar a 118,000 pandilleros, quienes por décadas asesinaron y extorsionaron a las y los salvadoreños. Las capturas ya ascienden a más de 62,900 supuestos delincuentes. Y aunque el gobierno de Bukele ha sido demandado internacionalmente por violar derechos humanos bajo esta medida, los salvadoreños, al menos de Nuevo Cuscatlán, hacen la vista a un lado ante el precio que supone vivir sin pandillas.
"Él es perfeccionista. Pero también exagerado", así describe el joven Juan Meléndez la gestión meteórica del presidente salvadoreño. Lo de "exagerado" lo subraya porque sabe de varias personas que han sido encarceladas sin pertenecer a pandillas. Pese a ello, Juan asegura que de no ser por esa medida la seguridad sería aún "un mito" en el país.
Pero Bukele no solo es conocido por su reciente política de mano dura contra las pandillas. Dentro y fuera de El Salvador lo conocen por sus propias autodefiniciones con adjetivos como "cool" y "guapo" que suele divulgar en sus redes sociales, o por tomarse una selfie en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando recién se estrenaba como presidente del país centroamericano.
Ese ropaje de millennial y las últimas medidas políticas le han dado el 8,37 de aprobación a su gestión (ahora -cuando alcanzó un tope de 10-), según la más reciente encuesta de opinión publicada por la Universidad Centroamericana (UCA) José Simeón Cañas.
Pero no todo es color de rosa…
"Él es un presidente dictador", señala Rosa Mirna Deras, integrante de la organización defensora de derechos humanos Tutela Legal "María Julia Hernández". Llamarlo así no ha sido una decisión tomada de la noche a la mañana. Ella recuerda la vez que Bukele entró con militares al Congreso Legislativo de El Salvador e inició una plenaria sin ser competencia del Ejecutivo. Recuerda también la destitución de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) hecha por los diputados del partido de Bukele -Nuevas Ideas-.
Ahora, con el régimen de excepción, Deras lo ubica como "un autoritario". "Está bien que capturen al que en verdad ha hecho algo, pero que investiguen. No es solo de ir a agarrar jóvenes por tener números en las cárceles", agrega la defensora.
Desaprobar el régimen de excepción es una postura poco común en El Salvador. La aprobación que los salvadoreños le dan a vivir sin pandillas es del 75,9 %, según una encuesta de la UCA. Lo curioso de ello es que hay otras políticas no tan aceptadas, como la adopción del Bitcoin que tiene un rechazo del 77,2 %. Pese a ello la popularidad del mandatario sigue intacta.
"Nayib Bukele provoca el escándalo. No le teme, se alimenta del mismo. Sabe cómo sacarle créditos", concluye el doctor en Ciencia Política, Ángel Sermeño, en un artículo para la revista Astrolabio. "Si el populismo florece en el mundo de hoy es simplemente porque encuentra las condiciones propicias que lo hacen prosperar", agrega.
En conclusión, para unos, Bukele es una especie de salvador sin rival. El político y su imagen no hacen cortocircuito al mezclar el puesto de gobernante con la gorra hacia atrás, o la pose cool y los ojos con rayos láser en su perfil de Twitter.
Para otros, de acuerdo a los testimonios obtenidos por la Voz de América, el mandatario ya le hizo daño a la democracia salvadoreña. Y ni la derecha ni la izquierda de El Salvador parecen recuperarse, a poco tiempo de las nuevas elecciones, donde Bukele, con el respaldo no de la Constitución sino de la CSJ, buscará reelegirse.
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