La falta de relevo generacional en la agricultura se ha convertido en una amenaza silenciosa para el campo nicaragüense. Miles de jóvenes han abandonado el país en busca de mejores oportunidades y para escapar de la represión. Especialistas ya advierten sobre tierras ociosas, "porque no hay manos para cultivarlas".
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
Las tierras fértiles del norte de Nicaragua, donde por generaciones se han sembrado frijoles y maíz, están quedando desoladas. Las comunidades rurales padecen el impacto de diversas formas: sus familias se desintegran, el hambre acecha y la tradición de vivir de la producción agrícola se desvanece.
Este fenómeno tiene una causa evidente: la migración masiva. Muchos jóvenes han emigrado en busca de un futuro mejor, mientras que otros huyen de la persecución de un régimen que lleva 17 años en el poder, aferrado a las armas. "Uno siembra lo que puede, porque los chavalos se han ido", comenta don Silverio, un agricultor de 57 años que antes trabajaba con cuatro de sus seis hijos.
"Ellos se fueron y se llevaron a mis nietos. Solo quedamos mi señora y yo", se lamenta. "Viven fuera, y aquí ya no queda nadie para continuar con la tradición del campo. Me dicen que venda la tierra, pero usted sabe, es la herencia de mis padres y abuelos. Pensaba dejársela a ellos, pero no sé si regresarán", agregó con tristeza. Así, la migración masiva pone en riesgo la producción de alimentos básicos, una fuente de autosuficiencia histórica para Nicaragua. La incertidumbre, soledad y tristeza se han apoderado de estas comunidades. "Uno no llora porque de nada sirve, pero antes aquí había un montón de chavalos, ahora está todo íngrido (desolado)", explica don Silverio.
Marcos Reinosa, productor de Matagalpa, ha vivido toda su vida de la agricultura. Relata con pesar cómo la actividad agrícola, fundamental para su familia, "está en declive". "A mi hijo no le gusta el campo, decía que trabajaba mucho y apenas se comía", comenta con el semblante cansado. "La agricultura está en deterioro, muchos campesinos están abandonando el campo. Dejan la siembra y la huerta para irse fuera del país o a la ciudad, buscando trabajo en fábricas o zonas francas", señala.
Las historias de don Silverio y don Marcos reflejan una realidad preocupante: el campo nicaragüense se queda sin relevo generacional. Un economista local, que prefiere el anonimato debido a la persecución estatal, advierte que este relevo es esencial para mantener la economía de miles de familias y para evitar la desaparición de la tradición agrícola en muchas comunidades. "Es grave. Este es un trabajo que no debe detenerse porque de ahí nos alimentamos todos. ¿De qué sirven las fábricas o las industrias si no hay comida?", cuestiona.
Añade que, por cuestiones socioculturales, productores como don Silverio y don Marcos hacen todo lo posible para mantener sus huertas, pero esas intenciones tienen límites. "Ya hay extensiones de tierras ociosas, y serán más en el futuro si la situación sigue así", advirtió a esta Redacción. La producción de ciertos rubros ha disminuido, y no solo por el mal clima o la falta de financiamiento, sino por la falta de mano de obra, explica.
Impacto en la producción de alimentos
Los productores del campo aseguran que la producción de frijoles y maíz, alimentos básicos para las y los nicaragüenses, está en riesgo. Según un estudio de la Cadena Agroindustrial del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en 2007 Nicaragua cosechó 3.9 millones de quintales de frijoles. Sin embargo, en 2023, la producción de frijol rojo se mantuvo en esa misma cifra, lejos de las proyecciones o algún aumento razonable.
Por otro lado, el maíz ha sufrido una caída aún más dramática. En el ciclo agrícola 2005/2006, se sembraron 568,000 manzanas, alcanzando una cosecha de 12.22 millones de quintales. Para el ciclo 2023/2024, la producción apenas llegó a 7.8 millones de quintales, una reducción drástica que pone en peligro la seguridad alimentaria del país centroamericano.
El economista señala que las autoridades no han promovido políticas de incentivo para el trabajo en el campo. "No solo no han creado oportunidades, sino que reprimen y acosan, lo que ha provocado que miles de jóvenes emigren en busca de una mejor suerte", sostiene. Además, cada vez menos jóvenes muestran interés en la vida rural. Prefieren las grandes ciudades, atraídos por mejores oportunidades y condiciones de vida. "Hay un desinterés claro entre las nuevas generaciones. La migración, la persecución política y la inestabilidad económica han contribuido a esta alarmante situación", concluyó la fuente.
Maíz y frijol de Nicaragua | Fotografías cortesía:
Otros pequeños productores como Salvador Matute, del departamento de Nueva Segovia, también expresan su preocupación. "No se quiere trabajar en el campo", afirma. "Los pocos hombres que quedan ya no ven la agricultura como una oportunidad. Dicen que hay otras formas de trabajo en la ciudad, y cada vez menos personas se quedan en la agricultura", lamentó.
Para don Salvador, la falta de relevo generacional es un problema grave. "Si no hay jóvenes que continúen, lo que producimos hoy, mañana se va a acabar", advierte. Además, menciona que trabajar en el campo hoy en día implica más sacrificios que antes. "Los problemas son tan serios que a veces no se genera ningún ingreso, y claro, no se puede pagar mucho por las labores en las fincas. Es mucho esfuerzo para tan poco resultado, y la gente ya no quiere seguir sufriendo como lo hicimos nosotros", dijo.
La migración masiva de personas en la búsqueda de mejores condiciones de vida ha exacerbado la crisis en el campo nicaragüense. Una encuesta reciente de la firma CID Gallup reveló que más del 70 % de las y los nicaragüenses, especialmente jóvenes, desean salir del país, impulsados por la difícil situación económica y la represión política del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Más del 50 % de los encuestados reportó haber padecido hambre en los últimos meses, un aumento del 11 % en comparación con el año anterior. Miles de nicaragüenses han cruzado las fronteras hacia Estados Unidos de Norteamérica o Costa Rica en los últimos años, huyendo de la pobreza y la falta de oportunidades. Unos 100,000 han solicitado refugio en algún lugar del mundo, y un total de 800,000 se han desplazado fuera de su territorio.
Lamentablemente, muchos de estos migrantes han perdido la vida en el camino, empeorando la situación de sus familias. Sin embargo, la tragedia no ha frenado la migración. "Esto solo refleja la desesperación que los empuja a tomar estos riesgos", explica el economista consultado para este texto. "Algunas familias han puesto como garantía sus parcelas para obtener préstamos, y tras sufrir tragedias en el proceso migratorio, lo han perdido todo. Es una situación muy dura para el campo en estos momentos", añadió.
Educar sobre la vida en el campo
A pesar del panorama desalentador, algunos agricultores no están dispuestos a rendirse. René Rodríguez, un agricultor de Estelí, es un ejemplo de resiliencia. "Venimos de un legado familiar que hemos heredado durante décadas", dice. Sus dos hijos y su hija trabajan con él en la siembra de frijoles, maíz y hortalizas. Rodríguez entiende la importancia de la educación y apoya los estudios de sus hijos, pero también les inculca el valor de continuar con la tradición agrícola de la familia.
"Les hago ver que no solo de estudios se vive. Las universidades, en muchos casos, solo forman empleados, y no quiero que mis hijos sean empleados como lo fui yo. La agricultura no tiene que ser solo un legado familiar; también puede ser una vocación", añade. Según él, aunque muchos jóvenes parecen desinteresados en el campo, algunos profesionales como médicos y abogados han decidido regresar a la agricultura después de años de estudios, lo que demuestra que el amor por la tierra puede cultivarse, independientemente de la formación académica.
Estelí es un departamento clave en la producción de frijoles en Nicaragua. Con dos ciclos de cultivo al año, las y los agricultores de la zona logran cosechar hasta 150,000 quintales de frijoles en más de 4,000 manzanas de tierra. Estos productos no solo garantizan el consumo local, sino también su comercialización en mercados nacionales e internacionales.
A pesar de las dificultades actuales, el esfuerzo de agricultores como René Rodríguez, don Silverio y don Marcos es una luz de esperanza en un panorama sombrío. La producción de frijoles y maíz, dos de los principales alimentos básicos en Nicaragua, no puede seguir disminuyendo. "Hay que tomar medidas para apoyar a los agricultores y motivar a las nuevas generaciones a seguir trabajando la tierra", recomienda Rodríguez.
"Sin tierras cultivadas, no hay comida", advirtió don Silverio. Para el especialista consultado, el gobierno debe prestar atención a las cifras de cada ciclo agrícola y poner en marcha acciones que favorezcan el crecimiento en lugar de la disminución. "El hambre mata. Debemos asegurarnos de tener suficiente frijol para combatirla", concluyó don Marcos.
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