Joven, nicaragüense, estudiante y activista, cuya historia de lucha y resistencia la ha convertido en una voz influyente en la defensa de los derechos de las mujeres y la educación de su país. En esta charla con la Redacción de COYUNTURA, compartió sus reflexiones y percepción de la situación de las mujeres nicaragüenses, tanto dentro como fuera del territorio, y el desarrollo de los colectivos feministas en el exilio. "El panorama sigue muy nublado en cuanto a la situación de nuestros derechos", reflexiona. Desde su experiencia, Mayling también subraya, además de la persistencia de la desigualdad estructural, los "significativos" retrocesos en los derechos básicos, civiles, políticos y económicos de las mujeres. "Para las mujeres migrantes, la situación es aún más complicada. Muchas se ven obligadas a dejar su país de la forma menos segura posible y se enfrentan a situaciones como la explotación laboral y la violencia sexual" señala.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Bucarest, Rumanía
En un país como Nicaragua, donde la violencia, la desigualdad y los obstáculos parecen insuperables y las oportunidades escasean, hay personas cuya determinación y resiliencia desafían las probabilidades. Mayling Cortez, una joven leonesa de 25 años, ha emergido con una historia inspiradora y se abre camino para convertirse en una voz influyente en la lucha por los derechos de las mujeres y la educación en el país centroamericano. Pasó de ser una estudiante rebelde expulsada de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) por su postura crítica hacia el régimen sandinista y la defensa de la autonomía universitaria, a trasladarse hasta Europa del Este para terminar su carrera en Ciencias Políticas y continuar con su visión de vida. Su incansable búsqueda de justicia, que despertó desde temprana edad, la ha llevado a participar en diversos espacios de activismo y defensa de derechos, desde la Iniciativa Puentes por los Estudiantes de Nicaragua (IPEN) -de la que es fundadora-, hasta su papel como coordinadora de incidencia política en Fundación Mapeko en Costa Rica.
Mayling accedió a una charla con la Redacción COYUNTURA para compartir sus reflexiones sobre el desarrollo y la participación de los colectivos feministas en el exilio, y la percepción de la situación de las mujeres nicaragüenses, dentro y fuera del territorio. Desde su experiencia, Cortez enfatiza que, además de la persistencia de la desigualdad estructural, en Nicaragua se han dado retrocesos significativos en derechos básicos, tanto civiles, políticos como económicos, sumado a las vulnerabilidades que enfrentan las mujeres desplazadas. "Para las mujeres migrantes, la situación es aún más complicada. Muchas se ven obligadas a dejar su país de la forma menos segura posible y se enfrentan a situaciones como la explotación laboral y la violencia sexual", señaló.
A lo largo de una década involucrada en el activismo, sufriendo en carne propia las consecuencias de su participación en la causa de derechos por y para las mujeres, así como en la lucha estudiantil, ha visto algunos avances en la conciencia social en cuanto al género, pero reclama la necesidad de seguir luchando de "manera conjunta entre los colectivos, para que esas acciones que se realizan puedan tener un mayor alcance". En ese mismo sentido, insta a demandar mayor visibilidad y participación en los espacios políticos. "La situación en Nicaragua es complicada para todas las mujeres, tanto activistas como aquellas que no están involucradas", denuncia.
Pregunta. ¿A qué edad y en qué contexto decidiste involucrarte en el activismo feminista?
Respuesta. Aquí se entrelazan lo social y lo personal, lo privado y lo público. No hubo una fecha concreta en la que decidí unirme a la causa de los derechos de las mujeres. Desde mi infancia observé un trato diferenciado entre mis hermanos y yo. Era evidente que en mi familia existía un trato distinto, con cosas permitidas para ellos y prohibidas para mí.
En cuanto a lo social, a medida que crecía, comencé a interesarme en espacios de formación sobre género y feminismo, donde encontré el "click" y la comprensión de las desigualdades que vivimos las mujeres, que no podía nombrar. Quiero hacer un paréntesis para reconocer a La Corriente Feminista, que fue como un hogar, un espacio seguro donde pude expresar, nombrar y reconocer estas circunstancias. Me sentí respaldada al involucrarme en el activismo de esta causa. Tenía aproximadamente 16 años.
P. Ya has pasado una década en el activismo. ¿Qué avances has observado durante este tiempo y qué te motiva a seguir adelante?
R. La desigualdad estructural que enfrentamos las mujeres es un hecho, tanto en mi país, Nicaragua, como en los lugares donde he vivido. Un tema persistente en Nicaragua y la región es el de los femicidios y la impunidad asociada. A pesar de algunos avances, como la visibilización de los techos de cristal en el ámbito laboral, ha habido significativos retrocesos en derechos básicos como la educación, los derechos civiles y políticos. Hay mucho trabajo por hacer, especialmente en lo que respecta a los derechos sexuales, no solo reproductivos, sino también sexuales.
P. ¿Cuál es tu percepción de la situación de las mujeres nicaragüenses desde el exilio?
R. La situación es sumamente complicada tanto para las mujeres activistas que luchan por los derechos de las mujeres y niñas, como para aquellas que no están involucradas en el activismo. En este contexto, no se puede ignorar la criminalización de la protesta, el cierre de espacios cívicos y la cancelación de personerías jurídicas. Es alarmante la cantidad de organizaciones, incluidas muchas de mujeres que brindaban apoyo a víctimas de violencia, que han sufrido esta situación. El panorama sigue siendo incierto en lo que respecta a nuestros derechos.
En comparación con otros países, más que avances, hemos experimentado retrocesos en todos los aspectos. No podemos olvidar ni dejar de exigir la liberación de las mujeres que actualmente están encarceladas por motivos políticos en Nicaragua.
R. ¿Cuál consideras que ha sido el grupo de mujeres más vulnerable durante este período de múltiples crisis que atraviesa Nicaragua?
P. Se me hace difícil estratificar porque a nivel personal lo he vivido como estudiante en el tema del mi derecho a la educación, pero no puedo obviar la causa histórica que han venido reivindicando las mujeres de los pueblos originarios, las mujeres de la población miskita, por ejemplo, que han tenido que irse del país por la violencia estatal; en ese sentido no lo puedo estratificar.
Los femicidios siguen muy presentes y el hecho de que las organizaciones que acompañaban estos casos ya no estén, sitúa a los familiares o sobrevivientes a que no puedan tener acceso a redes de apoyo, a recursos, a que sus voces sean escuchadas. Están ante un estado total de indefensión; ante un Estado ausente en cuanto a ser garante de derechos. Esto viene a poner una situación más complicada porque obliga a las mujeres y activistas a migrar de manera forzada.
Ya no solo mujeres activistas, sino mujeres que por razones económicas sienten que ya no pueden seguir en Nicaragua y muchas mujeres salen del país de la forma menos segura posible y se enfrentan a situaciones peores como la explotación laboral, la violencia sexual; es por eso que una de las poblaciones que está siendo una de las más vulnerables podría decir que es la población de mujeres migrantes.
P. ¿A qué sector de mujeres consideras pertenecer y cómo es la situación que atraviesan?
R. Yo pertenezco a distintos sectores, pero hablando de la causa en particular de las mujeres, en la que estoy activa es la causa estudiantil, y también como mujer joven que ha tenido que migrar de manera forzada. Para el sector de educación Nicaragua no es un lugar seguro en el que se pueda estudiar y crecer profesionalmente, sobretodo si sos una persona que expresa abiertamente sus ideas, que tiene un pensamiento crítico. No es que las que actualmente estudian no lo sean, al contrario. La integridad personal es muy valiosa. A quienes nos ha tocado migrar siendo estudiantes y teniendo una cantidad increíble de derechos humanos violentados, el hecho de resistir en un contexto migratorio, donde no contamos con un título universitario que avale nuestros conocimientos, eso nos posiciona en una condición de vulnerabilidad, nos pone en bandeja de oro ante la explotación laboral. No es posible una vida segura en Nicaragua.
P. ¿Qué le espera a las generaciones de mujeres que empiezan a crecer y desarrollarse?
R. Yo me considero parte de esas nuevas generaciones que pudieron acceder a espacios de formación en cuanto a las distintas áreas que nos tocan como mujeres, en las distintas violencias. En este sentido las feministas más adultas a nosotras nos han facilitado la formación que nosotras vamos a reproducir y estamos reproduciendo. No es un secreto que mujeres jóvenes han creado sus propias colectivas, están accionando tanto dentro como fuera de Nicaragua, con sus medidas de seguridad para hacerlo posible y con los desafíos del exilio.
En este contexto es muy complejo accionar o llevar a cabo algún tipo de activismo, incluso mencionar alguna injusticia dentro de Nicaragua.
Las mujeres que se encuentran organizadas pueden facilitar apoyo y atención a las mujeres sobrevivientes de violencia y a las que ha tenido que migrar. Esa es una de las herencias que vamos dejando entre generaciones, a pesar de que actualmente estamos en un estancamiento de derechos porque nos imposibilitan accionar a lo interno. Pero sí, se están haciendo muchas acciones desde el exilio.
P. ¿Cuál será el aporte del feminismo al proceso de democratización de Nicaragua?
R. Seguir haciendo lo que se ha hecho por años, que es alzar la voz y visibilizar la situación de Nicaragua, particularmente la situación de las mujeres. En este caso, por las mujeres que son presas políticas y los femicidios, para dimensionar la violencia de género que se vive en el país y hacer conciencia a accionar mediante los espacios de formación, para hacerle frente, incluso, al partidismo de la educación en Nicaragua.
Ese tipo de acciones han sido significativas en estos últimos años, el involucrarnos en espacios de tomas de decisión y de organismos internacionales donde se hable exclusivamente de la situación que vivimos las mujeres, las mujeres estudiantes, mujeres a quienes se les han violado sus derechos humanos, que han sido víctimas de la violencia del Estado de Nicaragua, haciendo hincapié en la vivencia particular de las mujeres, que no es igual en comparación al resto de la población, porque hay violencias muy particulares que nosotras vivimos en ese sentido.
P. ¿Actualmente, con quiénes estás organizada y cómo ves el proceso de organización de los colectivos feministas nicaragüenses en el exilio?
P. Actualmente me encuentro organizada en una colectiva de Costa Rica. No estoy organizada con colectivas nicaragüenses, pero coincidimos en los espacios. En su momento sí estuve organizada dentro de colectivas nicaragüenses, pero debido al contexto de migración yo me distancié para mantener un perfil bajo, pero siempre de la mano de distintas colegas. Estoy apoyando al Colectivo por el Aborto Legal en Costa Rica, accionando dentro de las posibilidades.
Se han hecho escuchar las compañeras mujeres feministas en el exilio que participan en las movilizaciones del 8M. Hay una red de contactos. Nos conocemos entre nosotras, sabemos quiénes somos y quiénes hemos estado desde muchos años atrás, y hemos recogido esos conocimientos de las feministas que ahora son adultas.
P. ¿Qué pueden mejorar los colectivos de mujeres nicaragüenses en el exilio y cómo te gustaría verlos desarrollarse?
R. Las mujeres están accionando y eso es lo importante. Lo ideal es que hay cosas a mejorar. Por ejemplo: accionar de forma conjunta. Existen distintas colectivas feministas que hacen su trabajo, unas enfocadas en temas de femicidios, otras en temas de derechos sexuales y reproductivos, en ese sentido sí se han hecho distintas colaboraciones y esfuerzos en conjunto.
Seguir haciendo más de eso, o reforzarlo, podría fomentar que esas acciones que se realizan puedan tener un mayor alcance, haciéndolo de manera conjunta. También reforzar las conexiones con las organizaciones propias de Costa Rica y del resto de Centroamérica para estrechar lazos, para acuerpar las experiencias bastantes complejas que vivimos nosotras las nicaragüenses.
P. ¿Qué otros techos de cristal existen en la lucha que enfrentan las mujeres cotidianamente?
R. Cuando me refiero a techos de cristal es particularmente a esos límites invisibles que, a pesar de que haya un avance en temas de derechos laborales, por ejemplo, estos problemas aún siguen estando ahí. A pesar de que ahora podemos ver a mujeres ejerciendo un rol de liderazgo en empresas, o en organizaciones de sociedad civil, aún siguen existiendo techos de cristal. Sigue existiendo desigualdad en los salarios. Un avance al que se aspira es poder tener sueldos igualitarios.
P. En cuanto al contexto y la participación de las mujeres en la política nicaragüense y en los espacios de oposición, ¿es momento de apartarse o de involucrarse más?
R. Las mujeres siempre han estado, quizá no desde la parte pública, pero sí tras bambalinas. El poder y la política sigue siendo una área marcada por el machismo, donde destaca la figura masculina, donde las mujeres jóvenes, hablando de mi experiencia, solo hemos estado en comisiones de trabajo. Sin embargo, no ha existido la misma representación en los espacios públicos, pero sí para trabajar, para organizar, estar en las secretarías y redactar, entre otras actividades que se nos dan muy bien. Es importante ponerle rostro a las mujeres.
Las mujeres seguimos desafiando y demandando los espacios, pero no solamente eso, sino denunciando la violencia y el acoso. Este es otro desafío que enfrentamos las mujeres al momento de involucrarnos en política, ya no solamente haciendo referencia a la violencia estatal, sino en los espacios de oposición donde también tenemos que enfrentar esas desigualdades para que nuestro trabajo no quede tras bambalinas. Las mujeres siempre hemos estado y seguiremos estando.
P. ¿Qué tipo de proyecto crees que hace falta visibilizar o impulsar?
R. Yo me he enfocado en derechos sexuales, es importante porque en Nicaragua no se ha retomado este tema, con el que tenemos una deuda histórica. También en justicia menstrual. Tenemos que poner en palabras el tema de la menstruación. A muchos colectivos y a muchas personas incomoda, porque se dice que esas cosas se deben de mantener en el espacio privado, íntimo y no reconocer estas situaciones que necesitan atención, sobretodo en el contexto de migración forzada, también deben de ser atendidas. Es un tema estrictamente relacionado a educación y salud.
P. La nicaragüense Sheynnis Palacios, actual Miss Universo, se ha convertido en poco tiempo en una de las mujeres más influyentes del continente americano. ¿Qué significa para vos, como mujer, joven y nicaragüense este mérito?
R. Tengo una dualidad. Es innegable la emoción que significó poder tener la corona de Miss Universo para Nicaragua, y que muchas personas celebraran y volvieran a sacar la bandera después de tantos años estando prohibida. Eso fue un incentivo; un momento de alegría para la población nicaragüense en todas partes. Sheynnis es admirable, al igual que la causa social que ella ha emprendido.
El ganar la corona nos brindó un momento de alegría ante tanta desgracia; un momento para recordar que somos nicaragüenses y que no todo es tristeza. Pero no hay que obviar lo que han simbolizado los concursos de belleza, con sus estereotipos, su hegemonía, esa supuesta belleza a la que se aspira; el ser delgada; que vienen siendo incentivos para la discriminación, para perpetuar un estándar de belleza. Siempre hay que tener una visión crítica de todos los espacios y este no es la excepción.
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