"Daniel Ortega básicamente está senil y Rosario Murillo está loca". Así piensa el primero de origen hispano que se perfila como secretario de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.). A pesar de que el presidente electo Donald Trump no parece interesado en América Latina, y menos en Centroamérica más allá del tema migratorio y económico, según fuentes de The New York Times, Marco Rubio, uno de los políticos estadounidenses más confrontativos hacia Managua, podría ser la nueva apuesta en la política exterior.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Managua, Nicaragua
El jueves 11 de enero de 2024, Marco Antonio Rubio, senador de la Florida, Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) tuiteó: "Daniel Ortega básicamente está senil y Rosario Murillo está loca". Once meses después, esa frase, lejos de ser un mero exabrupto, se convierte en un muy probable adelanto de la que podría ser la postura que Washington adopte con Managua desde enero de 2025, una vez que el presidente electo Donald Trump concrete su retorno a la Casa Blanca, con su agenda proteccionista y cada vez más conservadora.
Según fuentes cercanas a Trump y a su cada vez más claro equipo de trabajo, Rubio podría liderar la política exterior estadounidense, con una visión agresiva, apuntando a las relaciones internacionales con un claro enfoque hacia la contención de potencias rivales y el combate a las dictaduras en el hemisferio.
La trayectoria y el estilo que ha mantenido Rubio trazan una línea sin matices. Su elección podría significar en algún momento, bajo alguna circunstancia particular, un pequeño giro diplomático fuera de las líneas mismas del trumpismo, tal vez desafiando no solo al régimen sandinista de Nicaragua, sino también redirigiendo el papel de EE.UU. con América Latina, marcado hasta la fecha por el avance, las amenazas e influencias de China, Rusia, Irán y otros regímenes.
Marco Rubio se posicionó como una figura clave en el Senado desde su elección en el año 2010. Su postura vehemente en contra de administraciones autoritarias como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela lo ha distinguido entre sus colegas y otros políticos durante las administraciones de Trump y Joseph Biden, consolidándose como un "halcón" de la visión exterior que se aparta de los enfoques diplomáticos tradicionales, impulsando en muchas ocasiones sanciones como herramienta de presión.
El viernes 12 de diciembre del año 2014, Daniel Ortega reveló que tenía una lista de personas, a quienes por decreto presidencial se les prohíbe hasta la fecha el ingreso al territorio del país centroamericano. El sandinista dijo entonces que dicho listado estaba encabezado por la excongresista de origen Cubano Ileana Ros-Lehtinen y el senador Marco Rubio. "Así como ellos hacen sus listas, nosotros podemos hacer nuestras listas, también en América Latina, de los que no deberían ingresar a nuestro país", afirmó Ortega, reunido con una delegación de la administración venezolana, desde Managua. "Aquí quiso entrar esta señora. Ileana Ros-Lehtinen, quiso entrar aquí. Venía con el cuento de que iba a promover la democracia en nuestro país. Sencillamente ella está en la lista de que no puede entrar a Nicaragua, y no entró, ni va a entrar, ni va a entrar el tal Marco Rubio, aquí a Nicaragua tampoco, así como ellos se dan el derecho también de no otorgarnos visas a nosotros", sentenció el mandatario sandinista, marcando una clara rivalidad con ambos republicanos.
Marco Rubio (R-FL), junto al también senador Tim Kaine (D-VA), han presentado al menos dos iniciativas clave para enfrentar la crisis en Nicaragua, centradas en sancionar al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo por violaciones a los derechos humanos y otros abusos y crímenes contra la ciudadanía y la institucionalidad democrática.
Legislación bipartidista de sanciones (08 de junio 2023): Esta propuesta extendió hasta el 31 de diciembre del año 2028 la autoridad del gobierno de EE.UU. para imponer sanciones al régimen nicaragüense. Las restricciones se ampliaron para incluir a funcionarios responsables de violaciones a los derechos de los creyentes religiosos y se ordenó la implementación de sanciones sectoriales, además de presionar a aliados y socios para que dejen de financiar a Nicaragua a través del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). El proyecto se basa en las leyes Nica Act (2018) y RENACER Act (2021) que buscan presionar al régimen de Ortega-Murillo debido a su represión y corrupción. Rubio y Kaine enfatizaron entonces la necesidad de políticas más duras frente al deterioro de la democracia en Nicaragua y los abusos contra opositores, como el caso del obispo desnacionalizado y desterrado Rolando Álvarez, enviado a Roma a inicios de este año.
Aprobación del Comité de Relaciones Exteriores (16 de abril 2024): La Ley de Restauración de la Soberanía y los Derechos Humanos en Nicaragua pasó favorablemente en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado y se prepara todavía para su votación en el pleno. Esta legislación reautoriza las sanciones de los proyectos anteriores (Nica Act y RENACER Act) y establece medidas adicionales, como sanciones sectoriales a la economía nicaragüense, la negación de financiamiento al régimen de Ortega y la revisión de los beneficios del Tratado de Libre Comercio CAFTA-DR. También busca promover derechos humanos y democracia en Nicaragua mediante programas de apoyo a la oposición, es decir, financiamiento y protección. Los representantes ya María Elvira Salazar y Chris Smith presentaron la legislación en la Cámara de Representantes.
Por otro lado, en su papel como miembro del Comité de Relaciones Exteriores, ha promovido audiencias en las que se exponen las prácticas represivas de la administración nicaragüense, señalando al régimen Ortega-Murillo como "una amenaza para la estabilidad de la región". Estas acciones han consolidado su reputación como uno de los políticos estadounidenses más confrontativos hacia Managua, por mucho. Asimismo, el senador de Florida ha mantenido una relación cercana con figuras de la diáspora nicaragüense, líderes y organizaciones a las que ha ofrecido en diversas circunstancias su apoyo y respaldo para la defensa de los derechos humanos, las libertades civiles y el retorno de la democracia en Nicaragua. Además, las redes sociales de Rubio han servido para visibilizar la situación del país centroamericano, utilizando un lenguaje contundente para describir a Ortega y Murillo, lo que ha elevado el perfil de la causa nicaragüense en Washington y en entidades como la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El hasta ahora senador ha dejado claro que considera a Nicaragua un ejemplo de la amenaza que representan los regímenes autoritarios en América Latina. Para él, Ortega y Murillo encarnan un tipo de poder que desafía no solo a sus ciudadanos, sino también los principios democráticos en toda la región. Con su posible llegada a la Secretaría de Estado -es necesaria todavía la aprobación del Senado-, su retórica y acciones podrían intensificarse, utilizando muy probablemente el peso de la diplomacia estadounidense para impulsar cambios diferentes a los obtenidos hasta ahora.
Ahora bien. En el caso de los regímenes de Cuba y Venezuela, según analistas consultados por COYUNTURA, también podrían un avivamiento de sanciones variadas, en caso de que Rubio asuma el cargo en el Departamento de Estado, afectando áreas clave de su economía e institucionalidad. A pesar de que los regímenes de estos países han logrado resistir a los intentos de presión externa en el pasado, un Rubio como secretario de Estado de EE.UU. traería consigo un enfoque más inflexible, aunque también hay muchos asuntos externos más importantes y de impacto local para la administración de Trump.
En los últimos meses, Rubio ha intensificado su cruzada contra administraciones de corte socialista en América Latina, enfocando sus críticas en figuras como el dictador cubano Miguel Díaz-Canel, la presidenta hondureña Xiomara Castro y el presidente colombiano Gustavo Petro. Desde el Senado, Rubio es todavía una voz constante de oposición hacia estos líderes, a quienes acusa de debilitar las democracias en la región y fomentar políticas que, en su opinión, amenazan la estabilidad hemisférica y de Estados Unidos de Norteamérica. En ese sentido, Marco, por ejemplo, promovió la imagen de la recompensa ofrecida por la Administración de Control de Drogas (DEA) para lograr la captura del dictador venezolano Nicolás Maduro.
Encima, otro reto que Rubio enfrentará, de ser confirmado en el cargo, será el de equilibrar sus posturas rígidas con la necesidad de una diplomacia efectiva ante un mundo "multipolar". La política de "América primero" de Donald Trump se orienta hacia una reducción de las intervenciones en el extranjero, priorizando el recorte de recursos y observando con más atención a la competencia: China. Esto podría entrar en conflicto con el discurso recurrente de Rubio sobre América Latina y otras regiones donde se han perpetuado regímenes autoritarios.
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