En un país donde la censura y la opresión gubernamental ahogan la libertad de expresión, pocos periodistas extranjeros han logrado sortear el cerco impuesto por el régimen de Daniel Ortega.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
De varios comunicadores extranjeros que han intentado ingresar al territorio nicaragüense en los últimos años, solo el periodista y presentador Otoniel Martínez pudo lograrlo hasta la fecha. El comunicador mejicano lo hizo con la viveza que en este oficio se suele necesitar. Entendió que, si quería contar lo que pasaba en Nicaragua desde su corazón, debía olvidarse de su credencial de la Fuerza Informativa Azteca y no dejar que las autoridades de Migración y Extranjería identificaran su verdadera profesión. Si decía que era periodista, la dictadura lo habría regresado por la misma puerta por donde intentaba entrar.
Las imágenes documentadas por Martínez y el equipo del medio revelaron una Nicaragua desgarrada por el miedo y la opresión. Desenterraron la realidad que Ortega y Murillo tratan de enmascarar con una narrativa ficticia orquestada por medios controlados por el régimen. En medio del temor constante, el comunicador de Azteca capturó las voces sofocadas de las y los ciudadanos nicaragüenses, compartiendo sus historias de sufrimiento y resistencia en un país donde el simple acto de respirar puede ser doloroso.
La pesadilla en Nicaragua comenzó en abril de 2018, cuando la población se alzó en protesta contra el gobierno de Ortega. La respuesta fue una brutal represión que dejó 355 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Los reportajes de Martínez sacaron a la luz estas historias de tragedia y desesperación, humanizando las estadísticas y mostrando una realidad ciudadana detrás de la brutalidad estatal.
Kenia González Sánchez, periodista hondureña, se sumó a la lista de testigos de la represión orteguista. Su expulsión del país por defender a la iglesia católica dejó en claro el alcance del cerco de censura. Incluso los periodistas extranjeros son blanco de la maquinaria represiva del régimen. La dictadura no permite voces críticas y la represión no conoce fronteras. La comunicadora señala que siempre creyó que un rótulo que cita "bienvenido a Nicaragua" era un verdadero recibimiento de el punto fronterizo de Las Manos, limítrofe con Honduras.
La historia de González ilustra un patrón preocupante. Al ingresar a Nicaragua, fue sometida a un intenso interrogatorio en la frontera, luego detenida por agentes de migración y finalmente deportada. Su pecado, según el régimen sandinista, fue defender a la iglesia y los cristianos, grupos que enfrentan persecución en el país. Esta actitud pone de relieve la estrategia de Ortega y Murillo: suprimir cualquier voz disidente, incluso si eso significa expulsar a periodistas extranjeros inocentes.
"Llegando al hotel donde me iba a hospedar fui abordada por agentes de migración y patrullas que me seguían", contó. Relató que ahí no le dieron ninguna explicación de la detención. La montaron en una patrulla y la trasladaron nuevamente a la frontera en Las Manos y solo allá, le informaron que era "una persona no bien recibida para el gobierno de Nicaragua por hacer publicaciones a favor de los cristianos en Nicaragua".
Desde 2018, Nicaragua se ha convertido en un territorio hostil para el periodismo independiente. La dictadura considera a los periodistas enemigos, ignorando que su rechazo no es personal, sino un reflejo del descontento nacional y la desaprobación internacional. La comunidad periodística opera en la sombra, bajo la amenaza constante de represalias.
Mientras tanto, la dictadura de Daniel Ortega, que tiene a un periodista local preso (Víctor Ticay), dos en juicio bajo la figura de casa por cárcel y ha desterrado sin nacionalidad a otros 24, de acuerdo al conteo del movimiento Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN).
Además, recientemente, la administración sandinista desterró al periodista nicaragüense Marcos Medina, a su esposa y a su primogénita.
La censura en Nicaragua no discrimina entre periodistas locales y extranjeros. Desde 2021, al menos ocho comunicadores extranjeros han sido rechazados o expulsados del país centroamericano por el régimen. Carlos Girón Pineda, del diario hondureño El Heraldo, Anatoly Kurmanaev del diario The New York Times y Frédéric Saliba, corresponsal de Le Monde, son solo algunos de los nombres en esta lista.
En ese sentido, la CIDH ha condenado enérgicamente la violencia contra periodistas y medios de comunicación en Nicaragua. Más de 37 medios de comunicación han sido cerrados por acciones del régimen desde el inicio de las protestas en 2018, según su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión.
La valentía de Martínez, González y otros periodistas que se atreven a contar la verdad en Nicaragua arroja luz sobre una crisis que el régimen intenta mantener en las sombras. A pesar del miedo y la represión, estos reporteros continúan enfrentando los riesgos para exponer la realidad y dar voz a los oprimidos. Su trabajo, a menudo realizado en la clandestinidad o el completo anonimato, es un recordatorio de que la verdad es más poderosa que cualquier intento de silenciarla.
"La dictadura Ortega-Murillo, no quiere exponerse a ningún tipo de escrutinio ni nacional ni internacional, por eso hace eso. Es enemigo de los periodistas, de la transparencia, de la rendición de cuenta y la verdad. A eso se resume esa actitud", dice un comunicador local, quien comenta sobre este contexto bajo estricto anonimato por seguridad.
A partir de 2018, la dictadura de Daniel Ortega convirtió el país en uno de alto riesgo y extremadamente restrictivo para el ejercicio del periodismo. "Nos ven como enemigos, nos hacen parte de opositores que creen no deben ellos (Ortega y Murillo) estar más en el poder. Lo que olvidan es que son rechazados no por los periodistas, sino por el país, por la comunidad internacional, y eso no lo entienden", agrega el periodista nicaragüense consultado para este texto. Él debe ejercer su oficio de forma "clandestina", señala.
En la lista se de no ingreso también está Mary Beth Sheridan, de The Washington Post, que escribe para México y Centroamérica; Camilo Loret de Mola, de MegaTV, un canal de televisión en Estados Unidos; y la nicaragüense Tifani Roberts, del medio Univisión. Lo mismo ocurrió con la antropóloga y periodista guatemalteca Irma Alicia Velásquez Nimatuj, a quién las autoridades de Migración detuvieron en la terminal aérea en Managua, ordenando su salida inmediata.
Con información de Voces En Libertad
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