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Las vacunas: ¿una mercancía o un derecho humano básico?

Desde el 5 de abril, cuando el autor puso punto final a estas reflexiones, ¿habrá cambiado todo lo que en ellas denuncia con indignación, en nombre de la dignidad humana? ¿Habrá mejorado? ¿O seguirán siendo las vacunas una mercancía para el lucro y la presión internacional?



Entre nuestros altruistas deseos y los discursos de políticos y líderes mundiales, creímos que la pandemia, más allá de sus temibles consecuencias en la salud, la economía y los derechos humanos, lograría sacudir nuestras conciencias, enderezándolas hacia un “mundo mejor”. Hacia una renovada utopía que nos conduciría a una revalorización de la Humanidad. Que nos llevaría a una “nueva normalidad”, más solidaria y equitativa. Sin embargo, este escenario renovado, huidizo y aún inalcanzable para la mayoría, nos está mostrando hoy, con las vacunas, cómo se exacerban las crispaciones ideológicas y las tensiones políticas entre los Estados y cómo se expresa el desmesurado afán de lucro de las empresas farmacéuticas.

El “apartheid de las vacunas”: países vacunados y no vacunados


La Humanidad cuenta ya con suficientes vacunas para inmunizarse, con capacidades para fabricarlas masivamente, con dinero para adquirirlas y con sistemas de salud para aplicarlas. Si es así, contaría también con lo indispensable para frenar su rastro de muerte, el descalabro económico y la pauperización. Pero en la práctica, el desafío que supera a la pandemia es el de la desigualdad. Nada revela tanto lo que son hoy nuestras sociedades como la inequitativa distribución que se hace de la vacunación en el mundo: su acaparamiento y su utilización geopolítica, mientras se profundiza la dimensión obscena de la desigualdad en el acceso a la salud que estos medicamentos pueden garantizar.


Aunque la CEPAL ya ha advertido que la pandemia provocará la reducción de medio año en la esperanza de vida de los latinoamericanos, nadie se atreve a señalar que detrás del acaparamiento de vacunas y de la injerencia externa en los asuntos internos de países más “débiles”, está en curso un verdadero “genocidio blando”, que no distingue ideologías y del que todo el mundo se hace el disimulado, como en el cuento de Andersen, El traje nuevo del emperador, donde solo una mente inocente pudo decir lo que todos veían y no se atrevían a decir: que el “el emperador estaba desnudo”.


Nada puede ser más ilustrativo del acaparamiento de las vacunas como constatar que Estados Unidos dispondrá de hasta 2 mil 100 millones de dosis, con las que podría vacunar más de tres veces a toda su población. Pero tiene prohibición de exportarlas. El New York Times informa que en Estados Unidos hay almacenadas, por no haber sido aún aprobadas por su autoridad sanitaria, unas 30 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca en su planta de West Chester (Ohio). También se informa que se dañaron 15 millones de vacunas adicionales de esta marca en una planta de Emergent BioSolutions en Maryland. No deja esto de ser una cruel paradoja ante la desesperación por la falta de vacunas en más de 70 países, donde su utilización ya ha sido autorizada y podrían aplicarse de inmediato.


Por su parte, la Comisión Europea tiene reservadas cerca de 2 mil millones de dosis de vacunas y 2 mil 600 millones de euros para adquirirlas. Sus dificultades para lograr la inmunización de su población este año 2021 están en acelerar el ritmo de vacunación y en superar la desconfianza de parte de su población sobre la efectividad de algunas vacunas.


Con este acaparamiento de las vacunas, al final lo que vemos es que mientras diez países han aplicado el 75% de todas las vacunas a nivel mundial, 130 países no han recibido una sola dosis. Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido han ordenado dosis suficientes para vacunar, hasta más de una vez, a toda su población. En cambio, América Latina y África apenas han vacunado sólo al 3% de su población.


Según la base de datos Our world in data, de la Universidad de Oxford, al 31 de marzo de 2021, se habían aplicado vacunas por cada 100 habitantes en Israel (116), en el Reino Unido (52), en Estados Unidos (45). En cambio, en los países centroamericanos, a excepción de Costa Rica, lo han hecho a menos de 1 habitante por cada 100 de sus habitantes… un dato sólo aritméticamente posible.


Es así como va abriéndose la profunda grieta de la desigualdad, una especie de “apartheid de las vacunas” entre los países vacunados y los no vacunados. Los vacunados restablecerán más pronto sus economías y los no vacunados se irán quedando aislados del resto del mundo, conteniendo el riesgo de la aparición de nuevas variantes resistentes y más transmisibles del virus, las que finalmente “amenazarán” la inmunidad de los ya vacunados.


La “diplomacia de las vacunas”: inoculación geopolítica


El acaparamiento y el control sobre los mercados de las vacunas ha derivado en su utilización con fines geopolíticos, una suerte de “diplomacia de las vacunas” mediante la cual se intercambian influencias y/o favores políticos, restricciones migratorias o ventajas comerciales, aprovechándose de las asimetrías de poder entre los países.


Los ejemplos abundan. El 18 de marzo de 2021, Estados Unidos anunció un “préstamo” de 2 millones 700 mil vacunas a México, y México respondió ese mismo día cerrando sus fronteras con Guatemala y Belice a la migración centroamericana. “Dando y dando” en una transacción cuya “moneda de cambio” son los derechos humanos de los migrantes.


La Unión Europea responsabiliza de sus dificultades a incumplimientos de suministros de la empresa británica AstraZeneca y amenaza con prohibir las exportaciones de vacunas al Reino Unido, país que ya ha vacunado al 40% de sus ciudadanos.


El ministro de comunicaciones del Brasil, en una visita a China en febrero de 2021, le “pidió”, en forma inusual, a la empresa Huawei, que intercediera por el suministro de vacunas. Hasta entonces la empresa estaba excluida de participar en la licitación de la red 5G de Brasil. Dos semanas después de la visita fueron anunciadas nuevas reglas para la licitación de esa red en Brasil, esta vez ya con la participación de Huawei.


China, que cuenta con la tercera capacidad más grande de producción de vacunas del mundo, es uno de los primeros países en hacer apuestas diplomáticas con las vacunas. Se ha comprometido a reservar un fondo para vacunas de 2 mil millones de dólares para África y ha ofrecido préstamos hasta por 1 mil millones en América Latina, donde se está posicionando en las estrategias de vacunación de varios países: Argentina, Brasil, Chile, Perú y México.


Más de 50 países, entre los que están Argentina, Bolivia, México y Venezuela, le han pedido a Rusia un total de 1 mil 200 millones de dosis de la vacuna Sputnik V y financiamiento para adquirirlas a través del Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF). En abril de 2021 Rusia garantizó 300 millones de dosis de su vacuna a la Unión Africana, contribuyendo así a aumentar su influencia en ese continente.


Las vacunas han sido utilizadas también por países como la India y los Emiratos Árabes Unidos para hacer donaciones y ganarse el favor de países donde tienen intereses estratégicos o comerciales.


La universalización de la hipocresía


Previendo que los países ricos partirían primero al “pistoletazo” de salida para acaparar vacunas, a costa de dejar desabastecidos a los más pobres, la OMS y la Alianza para las vacunas (GAVI) impulsaron una alianza global para la distribución de vacunas (COVAX), con la aspiración altruista de abastecerles de vacunas. Su objetivo, dibujado con más buenas intenciones que hechos y con una meta que cada vez se hace más inalcanzable, es distribuir 2 mil millones de vacunas, que inmunizarían en lo que resta de 2021 sólo al 20% de la población de los 200 países que se han puesto en la fila. Ya se da por descontado que ese plazo se extenderá optimistamente hasta 2022.


En una muestra suprema de hipocresía universal, en su reunión de noviembre de 2020, los países reunidos en el G-20, prometieron “luchar, sin escatimar esfuerzos, por un acceso asequible, equitativo y universal a las vacunas contra el Covid-19”. La realidad va a “contrapelo” de esos discursos y COVAX va navegando muy lentamente, entre promesas y “haciendo agua”, porque a pesar de que los países ricos han prometido financiar 6 mil millones de dólares a COVAX, al mismo tiempo han comprado las vacunas y no las comparten. Según la OPS, apenas 5 países de América Latina han recibido de COVAX solamente 728 mil vacunas, muy por debajo de las necesidades.


Nadie estará a salvo hasta que todos estén a salvo


El tiempo avanza. Nuevos brotes de contagio aparecen donde no se esperaban y cada vez se hace más evidente a los países ricos que “nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo”. Cada vez es más cierto que esa frase está pasando de ser un eslogan burocrático a una amenaza real.


Ya resuena en todos los ámbitos que entre más tarde se vacunen los países pobres, más expuestos estarán los países ricos al surgimiento de nuevas variantes del coronavirus que serán inmunes a las vacunas que se han puesto. Y al parecer muy alarmados, los países ricos reunidos en la cumbre del G-7 el 19 de marzo de 2021 reiteraron el desafío de hacer llegar más vacunas a los países pobres, haciendo llamados urgentes a la caridad global. El Presidente de Francia propuso entregarles, con urgencia, el 5% de las vacunas ya en poder de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Estados Unidos está más dispuesto a donarle 4 mil millones de dólares a COVAX que a compartir vacunas. Y el Reino Unido se comprometió a donar todas las dosis “sobrantes” una vez que concluya la vacunación de su población, sin precisar ni cantidades ni fechas. En este ambiente, son muchos los países que esperan con desesperación que “algo caiga de la mesa”.


Sobre Occidente pende la “amenaza” de que China y Rusia, según datos de Airfinity, han hecho llegar 800 millones de dosis a 41 países, llenando los vacíos que está dejando COVAX. Rusia y China están más dispuestos a ceder las licencias para que las vacunas sean producidas en otros países: Sudáfrica, Corea del Sur, India, Argentina, México, Brasil y Cuba.


También comienzan a aparecer voces disonantes, como una coalición de países liderados por India y Sudáfrica, que han solicitado a la Organización Mundial del Comercio que ceda los derechos de propiedad intelectual para que los fabricantes de medicamentos genéricos puedan comenzar a producir las vacunas. La OMS ha respaldado esta iniciativa, pero por obvias razones ha sido rechazada por Estados Unidos y por la Unión Europea.


Recientemente y anticipándose a las señales que provienen de la aparición de nuevas variantes del coronavirus, como ha sucedido en Chile, más de 20 líderes mundiales han pedido un nuevo acuerdo global para ayudar al mundo a prepararse, ni siquiera para terminar con la actual pandemia, sino para las nuevas que pudieran venir.


Las vacunas y la salud global: ¿una mercancía o un derecho humano?


El escenario sanitario y el escenario ambiental serán los mayores dilemas de nuestra época: o gestionamos las vacunas y la salud global como una mercancía regida por los mercados o las asumimos como un derecho humano universal.


De hecho, ya estamos viviendo la gestión de las vacunas por los mercados, para los que la salud global y la recuperación económica son rehenes del afán desmedido de lucro y del enriquecimiento de unas pocas empresas farmacéuticas. El lucro de estas empresas está en función de los riesgos en el desarrollo de las vacunas, de la existencia de vacunas en el mercado y de las patentes que les garantizan mercados cautivos.


En la práctica, los riesgos en el desarrollo de las vacunas han sido asumidos por los países de altos ingresos, que las han subsidiado para abastecerse. Según un informe reciente publicado por la revista médica “The Lancet” los productores de vacunas recibieron más de 10 mil millones de dólares de fondos públicos. Para reducir riesgos, han llegado a tales extremos que, según revela la Oficina de Periodismo de Investigación, en las negociaciones para la compra de sus vacunas Pfizer ha sido señalada de “intimidar” a algunos gobiernos latinoamericanos, pidiéndoles que, como garantía de los contratos, pongan activos soberanos, como edificios de embajadas y bases militares.


Las patentes y el acaparamiento de vacunas por pocos países provocan escasez en el mercado, con lo que se elevan indiscriminadamente los precios y pueden manipularse las cantidades a producir. Y al estar controlada la propiedad intelectual, no se aprovecha todo el potencial de fabricación de vacunas que hay en el mundo, lo que reduciría su escasez y abarataría sus precios.


El argumento que justifica en términos económicos todo esto es que ésos son los costos de la innovación científica en salud. En otras palabras, sin esos niveles desmedidos de lucro de las empresas, ni siquiera los cada vez más altos indicadores de muertes por Covid-19, serían incentivo suficiente para innovar en salvar vidas. Así se llega al colmo de las contradicciones de nuestra época, cuando se afirma que, para salvar las vidas de algunos deben sacrificarse las vidas de muchos más. Y esta “narrativa engañosa” campea abiertamente mostrando que si algo caracteriza al mundo de hoy es la incongruencia y el cinismo de los principales actores internacionales.


La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU declaró que la vacunación forma parte del derecho humano a la salud y a la atención sanitaria universal y primaria. Para quienes se asusten, eso no implica desconocer la universalidad de las reglas del mercado, sino su subordinación a la garantía del derecho humano a la salud.


Desde una perspectiva de gestión de las vacunas como un derecho humano, la innovación se seguiría financiando y los riesgos financieros se mitigarían, como ahora, con recursos públicos. La exención de la propiedad intelectual permitiría la utilización de todas las capacidades de fabricación masiva de genéricos. Ampliando la oferta de vacunas se disminuirían sus precios y serían más accesibles para los más pobres. Y lo más importante, lo que pareciera que pasa inadvertido, menos personas morirían y se ahorraría mucha desgracia y dolor a la Humanidad.


Habría que hacer de la sobrevivencia de la Humanidad el motor de la innovación científica y convertir las vacunas en un “bien público” internacional accesible en forma equitativa a todos los países del mundo. En un escenario así, perdería sus efectos la “diplomacia de las vacunas”.


Ante la “crónica de un fracaso anunciado”, lo más diplomático que ha alcanzado a advertir la OMS es que “el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico”, asumiendo que a alguien le importe. A quienes sí nos importa debemos ir al rescate de la utopía de la Humanidad, poniendo en la agenda del debate la gestión de la vacunación contra el Covid-19, entre una mercancía transable en los mercados o un derecho humano básico.


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