La juventud nicaragüense, a través de la historia, ha sido el primer batallón que desde su pluralidad mueve la conciencia social e impulsa la revolución de los aspectos que desgastan las sociedades, como la corrupción, desigualdad, pobreza, nepotismo y autoritarismo, características que son reiterativas producto de una cultura política violenta, adultista y conservadora, la cual está dispuesta a encontrar los mecanismos necesarios para que el pueblo de Nicaragua se quede estancado en la edad de piedra y no asuma los paradigmas políticos de la sociedad contemporánea que se justifican en el diálogo, inclusión y respeto a la diversidad.
Por Enrique Orozco | @EnriqueNic1
Criterios
San José, Costa Rica
La clase política criolla y atrasada sabe que su peor enemigo es la juventud pensante y crítica, y por ello, en los heterogéneos períodos de la historia de Nicaragua, han conformado mecanismos y estrategias que intentan polarizar, someter y manipular a las juventudes.
Sin embargo, evitar que algunos lirios florezcan es imposible. Abril de 2018 es el ejemplo vivo de esto, de como una generación, cansada de cargar con errores y prácticas políticas del pasado, estaba lista para iniciar una insurrección sin precedentes en la historia de Nicaragua.
Los cambios de consignas son trascendentales. Se pasó del "Patria libre o morir" al "Patria libre para vivir". Y este nuevo grito se convirtió en el faro de un nuevo patrón de lucha cívica y pacífica, que desplazaba al pensamiento bélico de antaño y que va contra todo un sistema podrido, en donde la dictadura Ortega-Murillo solamente es un gusano superficial de la pudrición.
A esta nueva generación se le puede atribuir el logro simbólico de desmentir la supuesta apatía política de las juventudes en las sociedades latinoamericanas.
No obstante, la renuencia al cambio de la vieja clase política se ha convertido nuevamente en un obstáculo y procura controlar la participación juvenil en los espacios políticos de toma de decisiones, con tácticas divisorias, limitando los recursos y manipulando, aprovechando ciertas vulnerabilidades presentes en los jóvenes, y resaltando, entre otros elementos, la falta de pericia política, las afectaciones psicológicas producto de la represión y el exilio forzado, y las limitaciones socioeconómicas.
Pero, a pesar de esta realidad, la visión de las juventudes no es cerrada y apuesta a un acompañamiento intergeneracional en este período de cambio, procurando un relevo generacional sano, que permita rescatar lecciones positivas y proactivas en beneficio de la construcción de una nueva Nicaragua, integradora para toda la ciudadanía.
Esta generación de jóvenes tiene grandes retos por delante, sobresaliendo el menester de empoderar a más y más jóvenes de diferentes sectores sociales, para que asuman responsabilidades y una participación activa en la política, trabajando en la apertura de espacios de formación que aporten en la construcción de ciudadanía, rescatando la memoria histórica de Nicaragua y propiciando un proceso de justicia transicional que responda íntegramente a las penurias del pueblo nicaragüense.
En este panorama, a cuatro años de la insurrección cívica y pacífica de abril, que propone el contexto político nicaragüense, detalla el momento oportuno para reagruparse y dejar las diferencias banales impuestas por la cultura política tradicional, y plantar cara al verdadero enemigo: el sistema corrupto encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo.
¿Qué dice la juventud? ¿Está lista para este nuevo desafío político?
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