Los 36 días de siesta que llevaba Daniel Ortega fueron interrumpidos por una comitiva de la vieja rueda soviética para endosar su mensaje a la tensión mundial, previo a la "inminente" invasión en Ucrania. La aparición fue breve, pero sustancial para un par de estrofas en el lenguaje no verbal del binomio del poder.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
Managua, Nicaragua
Era jueves 17 de febrero, un día en el que no se celebran ni muertes, ni natalicios, aunque su segunda aparición del año estaba anunciada para el lunes 21, en el aniversario de los funerales de Sandino. Pero un avión ruso, procedente de Venezuela, arribó a Managua con carácter de urgencia y la familia presidencial se citó en el Centro de Convenciones Olof Palme para mandar a Moscú un vídeo de 12 minutos con el aliento del comandante.
La chumpa roja
Ortega reapareció con la misma chaqueta roja, o la chumpa como dirían en Honduras, con la que abrazó el pasado 10 de enero a su amigo Juan Orlando Hernández, el único presidente de ese entonces que lo acompañó hace 36 días en su anterior aparición pública, en la quinta toma ilegal del poder.
Esta vez la chumpa roja se quedaría con los gérmenes del General Yuri Borísov, un encargado de Vladimir Putin, con rango de Viceprimer Ministro, a quien el pasante e hijo del dictador, Laureano Ortega, recibió para cumplir la mayor parte de la agenda rusa. "Una jornada intensa", le reconoció su padre.
El Pasante
Poco a poco entra en el terreno. Ya conoce a los socios, a los amigos, ya sabe de sanciones, de estrategias y de alaridos. Y para que no haga falta nada, ahora está presto a conocer de asuntos bélicos. Laureano ocupa una silla importante en el pedestal del poder autoritario, tal vez desde siempre, pero cada vez se hace notar más, porque este período representaría para él su etapa de prácticas predictatoriales. Es un pasante. El pasante de la dictadura.
Y como buen pasante, Lau pasa. Pasa frente a la cámara y le pasa la agenda a su padre, antes de comenzar el improvisado e inesperado sermón dirigido al compañero Putin en medio de sus anhelos de invadir Ucrania.
La agenda salió de su elegante cartapacio de cuero. Y como un niño obediente y practicante se sentó en el rinconcito de la mesa, pero en la mesa desde la que se dirige. Y es que si Nicaragua fuera Rusia, Laureano ocuparía el cargo de Yuri, sin haber salido en La Gaceta.
Pero por ahora solo es el hijo del dictador y la dictadora. Aspirante de tenor.
Todo fríamente ruso
Sin más preámbulos. "Ya está a punto de partir la delegación de la Federación de Rusia", dijo el dictador mientras acariciaba su quijada y echaba un vistazo de rayos x a la agenda que le dio Laureano. Y fue ahí cuando una familiar y pintoresca interprete lo interrumpió para convertir al ruso sus rebuscadas palabras, sin darse cuenta que a su lado otras visitantes rusas se fotografiaban junto al bosque de palmeras caseras y banderas. Ni rosquillas, ni flores. Todo fríamente ruso.
La "muy amplia" pandilla soviética era de al menos 20 integrantes, entre militares, diplomáticos e intérpretes, quienes ocuparon los espacios de una mesa lista para una cumbre. Una escenografía seguramente preparada con el toque de Camila, quién no cesa en sus labores; siempre acompañada de su esposo Noé, quien en vez de cartera en esta tarde le cargó una botellita de agua.
De la compañera Rosario se supo poco. Apenas apareció en las imágenes, cerrando y abriendo los ojos como con efecto de sativa. Pero fue gracias al lente de Jairo Cajina que se pudo apreciar más de cerca su indumentaria en esta ocasión, compuesta por un arsenal de colores y chirajos. Como una araña atrapada en un mandala, del que hasta su pelo forma parte.
12 minutos de aliento
Yuri no solo interrumpió la siesta del comandante, sino que puso a trabajar las neuronas de éste. Lo hizo rebuscar los términos que resaltaran su insignificante implicancia en una tensión geopolítica, intenciones que desde temprano trataron de ser camufladas por Rosario al decir que la visita de los rusos era por un asunto de "economía, industria y comercio". Algo que Ortega, con una sonrisa cómplice y haciendo dibujitos en el aire describió: "la agenda que lograron cumplir, en un tiempo corto, donde se abordaron todos los temas que habían que abordar".
Y luego la zalamería salió a flote al poner a "la sangre del pueblo ruso como referente mundial de la lucha por la Paz", y lo más importante de su aparición, su aliento: "Le expresamos al pueblo de Rusia, le expresamos al presidente Putin nuestra solidaridad y nuestro aliento en esta lucha que esta librando".
Con este solidario gesto, Ortega además de ofrecer su "compromiso" con Moscú, logró que al día siguiente, mientras Yuri aterrizaba en La Habana, desde Washington se pusiera una lupa sobre el Tratado de Libre Comercio con Nicaragua, conocido como DR-CAFTA.
Suscríbase aquí a El Boletín de COYUNTURA y reciba las noticias de la actualidad de Nicaragua, Centroamérica y el mundo.
Esto merece un premio jajaja que buena descripción