Las golpearon, insultaron, mancharon las paredes de su casa y quemaron su motocicleta. La Policía no les ayudó y les dijo que era culpa suya por "exhibirse". A Alejandra y Maricela no les quedó más salida que escapar del país con su hija de 12 años.
Tegucigalpa, Honduras
Ser mujeres lesbianas las hizo blanco de la persecución y el riesgo de morir violentamente en Honduras. La Policía se negó a ayudarles cuando gente de una comunidad al sur de la capital hondureña, Tegucigalpa, manchó las paredes de su casa y quemó la motocicleta en la que ambas se transportaban. Huyeron de su país, pero chocaron en México con nuevas amenazas y peligros.
Maricela y Alejandra vivían en relativa tranquilidad en compañía de su hija de 12 años hasta que algunas personas que habitan en los alrededores de la comunidad supieron que ambas son mujeres lesbianas y viven juntas.
No tardaron en llegar los problemas a los que se enfrentan las personas LGBTIQ+ en Honduras, donde en los últimos 11 años han asesinado a 374 personas de la diversidad sexual, de las que 43 eran lesbianas, según el observatorio de muertes violentas de la Red Lésbica Cattrachas.
La organización feminista y lésbica ha hecho una recopilación del caso y este jueves a través de sus redes sociales hizo un llamado a la población hondureña, organismos internacionales y defensores de derechos humanos para que puedan ayudar a esta familia diversa.
"En Honduras ha existido y existe un contexto de violencia contra las personas LGBTI", dijo el investigador y abogado peruano Carlos Zelada Acuña. El experto dio esa declaración durante su intervención en la audiencia del caso de la transexual hondureña Vicky Hernández contra el Estado de Honduras realizado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en noviembre de 2020.
Los ataques contra Alejandra y Maricela empezaron en los primeros meses de 2021, cuando algunos pobladores las insultaron y golpearon en distintos sitios de una comunidad al sur de Tegucigalpa. Apasionadas del deporte, Maricela y Alejandra trataron de olvidar el asfixiante ambiente que las rodeaba refugiándose en sus ocupaciones diarias. Las dos son emprendedoras. Habían puesto un negocio de comida que una de ellas administraba mientras la otra trabajaba en bienes raíces.
Les manchan las paredes y les queman la moto
El conflicto empeoró en enero y febrero de 2021, cuando fueron atacadas violentamente en dos ocasiones. En uno de los ataques, Maricela recibió golpes que le dejaron moretones en la cara. "Esto nos pasa desde hace días", declaró una de ellas a medios nacionales. "Fuimos a la policía, pero acá creen que las cosas no tienen pie ni cabeza".
"Eso les pasa por andar exhibiéndose" fue lo que los agentes les dijeron cuando llegaron a poner la denuncia a la posta policial local. Tampoco les sirvió acudir en busca de ayuda a las oficinas locales de defensa de derechos humanos.
Ni siquiera la pequeña hija de las dos se salvó del acoso. Las agresiones contra ella se repetían tanto en su colegio que les rogó a Alejandra y Maricela que no la obligaran a ir a clases.
La situación se salió de control el 17 de febrero de 2021, cuando agresores no identificados cometieron un tercer atentado contra Alejandra, Maricela y su hija. Después de manchar con pintura las paredes de la pequeña casa donde ellas vivían con el mensaje "Marimachas hd", los atacantes quebraron los vidrios de un automóvil estacionado en las cercanías y quemaron la moto que ambas usaban para trasladarse por la comunidad.
Sin embargo, según el canal hondureño HCH, un solo motociclista fue quien cometió este tercer atentado contra Maricela y Alejandra. El atacante arrojó piedras envueltas en hojas de papel en las que escribió mensajes de odio. "Las vamos a matar", decía en una de las hojas.
Ni en el extranjero se acaban las agresiones
Huir fue lo único que les quedó. Tegucigalpa fue el primer destino de su escape del odio y el peligro en su comunidad.
Esperaban que en la capital las cosas cambiaran, pero no fue así. Lo mismo pasó fuera de Honduras. En marzo tomaron la decisión de irse del país, como han hecho miles de hondureños que no solo escapan de la pobreza y la violencia, sino también del odio debido a su identidad de género. Solo en el mes de enero, al menos 300 personas de la diversidad sexual huyeron en la caravana migrante que salió de San Pedro Sula el día 15.
Alejandra y Marcela emigraron por tierra rumbo a Guatemala. Los asaltos se convirtieron en cosa de todos los días para la familia lesboparental. El primero ocurrió en territorio guatemalteco, donde un policía les quitó todas las cosas de algún valor que llevaban. Los asaltantes parecían saltar de cada recodo del camino de Guatemala a México.
En tierra mexicana, los oficiales de migración las golpearon. También las separaron, pero no por mucho tiempo.
Quieren casarse y ser felices
Habían recorrido miles de kilómetros y no estaban dispuestas a que nadie las separara. Cuando volvieron a estar juntas en México, sintieron que volvían a respirar.
"Queremos casarnos", dice Alejandra. Maricela está de acuerdo. Están seguras de que pueden lograrlo en México.
También quieren que la gente conozca su historia. Maricela y Alejandra son un ejemplo de resistencia. Escaparon de Honduras, pero no están dispuestas a dejar escapar sus sueños.
¿Cómo viven Maricela y Alejandra tras los ataques de odio?
"En marzo nos separaron a pesar de que les dijimos a las autoridades que éramos pareja". Alejandra retornó a Honduras y a los días volvió a cruzar Guatemala para reunirse con su pareja. No se quieren quedar en México porque las violencias que vivieron son similares a las de Honduras. "Somos gente trabajadora y sin vicios. He estado trabajando en una barbería, pero los clientes me han dicho de todo. Es horrible", cuenta Maricela.
Esperan obtener asilo en Estados Unidos. Maricela y Alejandra forman parte de las muchas personas de la diversidad sexual que migran huyendo de las violencias. A este tipo de migración se la conoce como "sexilio"; exilios motivados por la orientación sexual o identidad de género.
"En Guatemala nos asaltaron, nos quitaron bastante dinero", dice Maricela. Tuvieron que dormir en las calles guatemaltecas.
También en México les robaron. "El policía nos quitó 3,000 pesos para dejarnos pasar y, después, el taxista nos quitó 5,000".
Entonces las separaron. Había pagado 6,000 pesos por tres boletos a Puebla, en el centro mexicano, pero las bajaron del bus en Nuevo México. "Cuando le dije a los de Migración que éramos pareja, que nos llevaran a las tres, me dijeron 'acá eso no se vale, no se permite ese tipo de cosas'".
Maricela tuvo que gastar el dinero que le quedaba para volver a juntarse con Alejandra en México, donde ahora esperan que el Gobierno mexicano les dé asilo. Entretanto, Cattrachas siguen en comunicación constante con ellas.
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