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Horacio Rocha y las magnitudes del desaire al "superministro" sandinista de Daniel Ortega

Seis segundos y tres gestos bastaron para evidenciar el desagrado que "la reina de El Carmen", Rosario Murillo, siente ahora por el mal llamado "superministro" de su esposo Daniel Ortega, Horacio Rocha, operador clave dentro del aparato de seguridad e institucional del régimen sandinista, quien fue reprendido por la compañera y el conjunto de sus anillos, en pleno protocolo para conmemorar otro aniversario de lealtad policial al matrimonio copresidencial.


Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio

Managua, Nicaragua


Un saludo cruel, una tarde amarga, una noche triste. El temido Horacio Sebastián Rocha López, comisionado general en retiro de la Policía Nacional, actual asesor con rango de ministro del mítico comandante sandinista Daniel Ortega, se convirtió en un niño regañado, un militante sentenciado, o en todo caso, en un funcionario desairado por la vicejefa. Lo peor para él es que el episodio fue captado en las cámaras oficialistas y transmitido en cadena nacional, para complacer muy probablemente a la audiencia, y al deseo de la mujer más poderosa del reparto El Carmen en Managua, la comandataria de Nicaragua, Rosario María Murillo, quien evidentemente quizo hacer de Rocha López un protagonista más de otro de sus desmanes, y el receptor de su resentimiento, cuyo origen es desconocido a ciencia cierta.


¿Qué pudo haber hecho Rocha para que la compañera lo viera de esas forma? La exquisitez de la escena radica en ver a un hombre tan poderoso y temido, como lo es Rocha, sometido a la exhortación y el control de los anillos carmentianos. Un verdadero trauma, sin duda, para él.


La tarde del lunes 14 de octubre de 2024, la Plaza de la Fe en Managua, convertida ahora en un bosque de "arbolatas", fue preparada para recibir al matrimonio copresidencial Ortega-Murillo para el acto oficial en conmemoración del 45 Aniversario de la Policía Nacional, y la reinstalación del Ministerio del Interior (MINT) como órgano de seguridad civil, actividad que tuvo un mes de retraso, según los eventos correspondientes a 2023, 2022, 2021 y 2020. Este año el encuentro fue fusionado. Para tal actividad hicieron cambios en el orden del protocolo de bienvenida y de los discursos.


Antes, la pareja copresidencial era recibida por el consuegro y primer comisionado y director de la Policía -controlada completamente por el oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)-, el general Francisco Díaz Madriz, y otros tres comisionados generales. La diferencia principal este año radicó en que agregaron dos personas más a la mesa: Amelia Coronel Kinloch, la ministra del Interior, junto a Díaz, y Carla Salinas, viceministra del MINT, en la segunda fila de invitados, junto al mal llamado "superministro" Rocha, al comisionado general Zhukou Serrano Pérez, subdirector de la Policía, y al viceministro y comisionado general Luis Cañas.


El encuentro


La transmisión oficial en los medios de propaganda comenzó justamente con el saludo entre Daniel y Horacio, cumpliendo con el protocolo. El asesor se encontraba entre la viceministra Salinas y el comisionado general Serrano Pérez, haciendo el saludo marcial, mientras la pareja se acercaba. El saludo fue respondido por el comandante Ortega, quien le dio la mano a Rocha con normalidad, mientras la compañera Rosario era atrapada por los zalameros brazos de Salinas.


Sosteniendo con su mano izquierda la bufanda, la compañera Rosario se incorporó a la fila para saludar a Horacio con su mano derecha, ejecutando lo que probablemente ya tenía pensado hacer esa tarde: sentenciar al "superministro" en vivo y a todo color, con un desagrado que no podrá olvidar en el resto de su sandinista vida. Fueron aproximadamente seis segundos de intercambio entre Murillo y Rocha, tiempo suficiente para ver de todo y más. Control, juicio, sentencia, condena, con una sola mano y los muchos anillos de "la Chayo".


Ilustración de Coyuntura

El dedo, el antebrazo y la palma de la mano


La compañera se acercó lentamente a Rocha con su bufanda floreada alrededor de los hombros, asegurando la prenda en su pecho, con su mano izquierda, justo al llegar frente a él. Se dirigió a Rocha con un "¿cómo estamos?", mientras alzaba el dedo índice de la mano derecha, como señalándole un principio que no se puede contradecir. Una advertencia nada sutil que marcó el inicio de un encuentro que, inmediatamente, se cargó de tensión. Murillo, al extender su mano para saludar a Rocha, lo que debió ser un apretón de manos lo convirtió en algo más estrambótico y hasta espeluznante. En lugar de tocar la palma de la mano de Rocha, Murillo, con la mirada puesta fijamente sobre él, tomó al oficial 10 centímetros arriba de la muñeca, justo en el antebrazo, despojando al funcionario de toda igualdad o respeto. Una clara muestra de poder. Un "no lo volvás a hacer" en silencio, o al menos no emitido con palabras.


En ese momento, el ya regañado asesor presidencial no tuvo de otra más que acariciar las pulseras, anillos y amuletos que decoran cada jornada el brazo de Murillo, reconociendo la textura de su autoridad y recibiendo toda su energía, política y astral. Quiera o no, le guste o no, fue una conexión breve, con el otro mundo, el que seguramente su vicejefa domina todavía más.


Al soltarle los atuendos, Horacio hizo el intento de dirigirle la palabra, lo que volvió aún más incomodo y frustrante el momento.


Es difícil leer los finos labios del uniformado, pero entre ellos había una sonrisa temerosa, que parecía la de un hombre en la búsqueda de clemencia, o PERDÓN, así, mayúsculo. Lo que hizo más bien fue provocar todo lo contrario; con su propio silencio aumentó el papelón en su contra, y más gesticulaciones y movimientos de "la reina de El Carmen". ¿Qué le dijo? Solo la viceministra Carla Salinas y ellos dos lo saben, pero por el espontáneo rostro de la oficial, fue una reprimenda al mejor estilo de la "maestra Tronchatoro".


Carla fue la que más atención puso a la escena, con un auténtico reflejo de "¡amiga date cuenta!".


El tercer gesto poderoso de Rosario Murillo fue inequívoco y el retrato vivo de sus intenciones en todo momento. Le cerraba los ojos a Rocha, o prefería ver hacia el piso. Le arrugó su viejo rostro, y sus cejas se levantaron como cachos de cabra, formando una expresión de desagrado y desaprobación que involucró hasta su maquillaje. Lenguaje no verbal que habla por sí solo, más elocuente que cualquier palabra.


El desdén de la comandataria hacia Horacio Rocha fue más que evidente. En ese momento, Murillo enfocó toda su energía en rechazarlo, silenciarlo y reprimirlo, incluso con la palma de sus manos. Le meneó la cabeza, negándose a escucharlo. Le movió el piso, solo con tocarlo.


Pero rechazarlo no fue suficiente. Le levantó la mano derecha, y abrió su palma con autoridad para detener el intento de acercamiento o diálogo de Horacio. Un alto absoluto. "Ya, ¡cállate!".


La dramática escena estuvo bajo el control de Murillo en todo momento. Cada movimiento de su mano parecía estar diseñado para imponer distancia y marcar los límites que el uniformado cruzó, con conocimiento o sin saberlo. Pero, ¿cuáles límites? ¿Qué es eso que Rocha no tiene que volver a hacer?


Las escuálidas extremidades de la señora de los anillos ya estaban extendidas al comisionado Zhukou, pero se detuvo, y giró el cuerpo unos 60 grados, dándole la espalda a las cámaras, para llevar su atención otra vez al ministro Rocha. Su gorra se movió de arriba hacia abajo al menos seis veces, aceptando la reprimenda.


Aunque todo siguió como si nada en el acto oficialista, el daño fue causado. Bastaron esos segundos y los gestos de matriarca sandinista para humillar al "gran verdugo" de opositores y funcionarios. Esa tarde, Horacio Rocha enfrentó el implacable rostro de la ley que lo gobierna, a él y a todos. Para hacer aún más evidente el desaire, la compañera saludó con otro ánimo al comisionado Zhukou, posando los anillos de su mano derecha sobre el hombro del uniformado, acercándole su embadurnada mejilla con familiaridad.


"Este sí es mío", quizás pensó, dejando claro a todas, todos y todes quien manda. Las expresiones de incomodidad y molestia que mostró la carmentiana hacia Rocha contrastaron con su trato amable y afectuoso con el resto de funcionarios, por mucho y por poco.


Lunes 14 de octubre de 2024 en Managua, Nicaragua | Fotografía Cortesía

Dicen por ahí...


En Nicaragua, donde el silencio impera y las fuentes se han vuelto anónimas y hasta extremistas por temor a represalias o en el intento de empujar otra realidad, algunos se han atrevido a insinuar la posible razón del desagrado de Rosario Murillo hacia Horacio Rocha. Según rumores "confidenciales", el desencuentro habría estado relacionado con el fallecido exjefe del Ejército sandinista y hermano de Daniel, Humberto Ortega, con quien Murillo mantuvo amplias y sonadas discrepancias. El lunes de este show, Humberto estaba cumpliendo quince días de muerto, y era la primera aparición de la pareja presidencial en esta etapa del duelo.


Uno de los episodios que podría explicar mejor el desaire de Murillo es la filtración del audio de Humberto Ortega, quien, tres semanas después de haber sido puesto bajo arresto domiciliario, se declaró prisionero político en un mensaje que fue publicado por el medio Confidencial, días después de su fallecimiento. Humberto Ortega falleció bajo custodia policial el lunes 30 de septiembre de 2024, y el contenido de un audio comprometió más la narrativa oficial del régimen sobre su arresto y estado de salud. Fuentes cercanas a la Policía Nacional sugieren que el incidente se debió a un descuido de Horacio Rocha, quien permitió que Humberto tuviera acceso a un teléfono desde el cual grabó el mensaje.


Dentro del hermético círculo de poder del régimen, cualquier desobediencia a la voluntad de Murillo o el margen de error puede desencadenar una reacción tan contundente como la que ella misma también protagonizó frente al Antiguo Estadio Nacional de Béisbol de Managua la noche del 31 de diciembre de 2022. En aquella ocasión, el propio copresidente Ortega, jefe supremo de las Fuerzas Armadas, fue la víctima de la ira de la compañera, en una escena igual de bochornosa, donde, curiosamente, el tema central también giraba en torno a su cuñado Humberto.


La resaca


El rostro del superministro Rocha quedó perplejo durante el resto del evento del lunes 14, y quien sabe si durmió pensando sí al día siguiente estaría compartiendo celda con don Alberto Acuña, el exescolta personal de Ortega por 25 años, o con el comisionado general Adolfo Marenco, exjefe de la inteligencia de Ortega por más de 10 años, quienes están detenidos en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial en Managua. Pero no fue así, porque al día siguiente Horacio estuvo en el desfile de la Policía, donde se encontró otra vez con la poderosa "tiburona" desdentada.


Horacio Rocha no es un personaje cualquiera dentro del aparato estatal nicaragüense. Su rol como asesor presidencial en temas de seguridad desde diciembre de 2022 y su reputación como "superministro" encargado de ejecutar purgas internas en la Policía, la Corte Suprema de Justicia (CSJ), las alcaldías de varios municipios y otras instituciones del Estado, lo ilustran todavía como una figura temida, amarga y poderosa. En los últimos dos años, Rocha ha estado al frente de la defenestración de altos funcionarios sandinistas y ha supervisado arrestos de figuras clave, incluyendo al fallecido general en retiro Humberto Ortega, exjefe del Ejército sandinista y hermano de Daniel, quien está en el Poder Ejecutivo desde 2007.

El martes 15 de octubre, Rocha y Murillo se volvieron a encontrar para celebrar el desfile policial de este año, con invitados internacionales directos desde Rusia y China. El saludo entre ambos esa vez fue mucho más discreto y no fue grabado en primer plano. Sin embargo, la interacción entre el oficial y el comandante fue mucho más simple y cortante, quizás siguiendo los pasos de Rosario. Aunque lo más interesante esa noche pasó al final del evento, porque la despedida entre la copresidenta y el superministro si fue grabada, pero con la cámara grabando sus espaldas. Intercambiaron un par de palabras y un "chao con bye".


El intercambio la segunda vez duró apenas unos segundos, pero en ese lapso corto de tiempo Murillo transformó nuevamente su aparición en una coreografía de poder, para indicar más reglas al "superministro" del su comandante.


El desprecio público de Murillo hacia Rocha ha generado especial impacto en los medios independientes y en la opinión pública debido al control que ella misma tiene sobre la institución policial y todo el aparato estatal, lo que muchos interpretan como parte de un plan de sucesión dinástica. En este contexto, el desplante de Murillo hacia Rocha puede ser una señal más de las fracturas internas, o un reajuste de poder dentro del círculo cercano a la dictadura. Porque en la mesa principal no pueden haber funcionarios que fallen.


A pesar del evidente rechazo de la compañera a Rocha aquella noche, el viernes 18 de octubre del corriente año, se llevó a cabo un acto solemne en el que la Dirección de Seguridad y Protección a Personalidades y la Dirección de Seguridad de Embajada ascendieron a 477 oficiales de la Policía, en un evento presidido por altos mandos policiales, incluido el comisionado general Horacio Rocha. Durante la ceremonia, se reconoció el compromiso y valentía de los ascensos, con 426 oficiales de la primera dirección y 51 de la segunda. Además, nueve fundadores de la Policía fueron condecorados con medallas en conmemoración del 45 aniversario de la institución.


También reflejo de la purga en la Policía Nacional


La purga en la Policía de Nicaragua, un fenómeno inquietante y revelador, ha sacudido los cimientos de una institución que durante años ha sido clave en la implementación de la política de represión del régimen Ortega-Murillo. Esta serie de destituciones y cambios de mando refleja la fragilidad de las lealtades dentro de un aparato policial que ha estado marcado por graves violaciones de derechos humanos, y revela un contexto político caracterizado por la desconfianza y la inestabilidad.


Adolfo Marenco, exjefe de inteligencia de la Policía, tuvo una carrera meteórica que abarcó casi cuatro décadas, comenzando como joven oficial en la Policía Sandinista en 1985 y ascendiendo a Jefe de la Dirección de Investigación e Inteligencia de la Policía. Su papel durante la represión de las protestas de 2018 fue crucial, utilizando información privilegiada para perseguir a opositores al régimen. Sin embargo, en enero de 2023, su carrera dio un giro dramático cuando fue detenido por la copresidencia de Nicaragua, acusado de corrupción y la gestión de negocios privados no autorizados. Este arresto marcó el abrupto final de su carrera, evidenciando la volatilidad del poder en el país y el riesgo constante que enfrentan incluso los más leales al régimen.


El comisionado general Juan Valle Valle, conocido por su participación en la represión de las protestas de 2018, fue retirado de su puesto como jefe de la Policía de Masaya en abril de 2023. Valle había sido objeto de sanciones por Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) debido a su implicación en violaciones de derechos humanos y actos de corrupción, lo que complicó aún más su situación. Su reemplazo por Pedro Rodríguez Argueta, quien también enfrentaba acusaciones de represión, subrayó la inestabilidad y el constante cambio de figuras en la cúpula policial. Este cambio, aunque no oficializado, planteó serias dudas sobre el futuro de la Policía en una región marcada por la resistencia social.


La purga continuó con la destitución de Luis Alberto Pérez Olivas, quien fue jefe de la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como "El Chipote". Su remoción, ordenada por Murillo, reflejó la política de limpieza que ha tomado fuerza en la institución. Con un pasado lleno de acusaciones de tortura y violaciones a los derechos humanos, Pérez Olivas se convirtió en un blanco, mientras el régimen buscó entonces reforzar su control sobre la Policía. Su resistencia a aceptar un nuevo cargo, en un contexto donde se exigía lealtad absoluta, culminó en su destitución.


A la lista de destituciones se sumó la del comisionado mayor Oswaldo Pérez Woo, quien fue retirado por permitir actividades religiosas durante la Semana Santa, desafiando las restricciones impuestas por el régimen. Esta remoción fue parte de una serie de cambios que han revelado las tensiones internas dentro de la Policía. Asimismo, el comisionado general Pedro Rodríguez Argueta fue destituido tras un breve mandato, lo que evidenció la constante rotación en la cúpula policial y las presiones por mantener una imagen de control y eficacia en un contexto cada vez más caótico.


En julio de 2023, el comisionado general Sergio Gutiérrez fue también forzado a dejar su puesto. Su participación en la controvertida detención de monseñor Rolando Álvarez lo había colocado en el centro de la atención, pero su caída fue atribuida a una supuesta debilidad en su actuación ante el régimen. La destitución de Gutiérrez se sumó a una lista creciente de purgas que reflejan un deseo de Murillo de deshacerse de figuras que no cumplen con sus exigencias de lealtad incondicional.


Finalmente, la destitución del comisionado general Marcos Alberto Acuña Avilés, quien había sido parte del equipo de seguridad personal de Ortega durante más de 25 años, simbolizó la culminación de un ciclo de lealtades quebrantadas. Acuña fue acusado en julio de este año de desobedecer órdenes, y su caída, ordenada por Murillo, reveló la creciente tensión entre él y la vicepresidenta. Esta destitución fue particularmente significativa, ya que Acuña había sido un pilar en la seguridad del régimen y su remoción representa un cambio drástico en el círculo íntimo de protección de Ortega.


 

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