En medio de bailes y vivas, la celebración de Santo Domingo de Guzmán en Managua, capital de Nicaragua, contrasta con una dura realidad de persecución hacia la iglesia católica. Fiesta, apropiación y acoso: una realidad que desgarra el corazón de la nación centroamericana.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Managua, Nicaragua
En medio de la celebración anual de Santo Domingo de Guzmán en Nicaragua, un evento tradicional que ha perdurado por 137 años, el país se ve sumido en un nuevo conflicto que enfrenta a la iglesia católica con la dictadura de Daniel Ortega y sus funcionarios. Mientras el cardenal Leopoldo Brenes participa en las festividades patronales y apela a la paz y la unidad, la iglesia se enfrenta a una dura persecución que incluye la encarcelación de monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Arquidiócesis de Matagalpa, y la expulsión de numerosas monjas y sacerdotes, a solo semanas de una inusual y extrema Semana Santa, con otros beatos con iglesia por cárcel por orden del Ejecutivo nicaragüense.
La dualidad entre esta celebración festiva u otras, y la represión política impulsada desde la administración sandinista, se refleja también en la historia de la venerada imagen de la Sangre de Cristo, que fue objeto de un misterioso atentado hace tres años exactos en la Catedral Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María de Managua.
Este lunes 31 de julio de 2023, la imagen de Santo Domingo de Guzmán fue bajada de su nicho en la iglesia de Las Sierritas, ubicada en la zona oriental de la capital nicaragüense, para iniciar su peregrinaje por la ciudad y varios de sus barrios, donde permanecerá por diez días. Durante la ceremonia, el cardenal Brenes, Arzobispo de Managua y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), recibió de forma privada a funcionarios del régimen de Ortega y su esposa Rosario Murillo, incluida la alcaldesa sandinista Reyna Rueda y el vicealcalde capitalino Enrique Armas.
Aunque este año no se permitió que Rueda y Armas cargaran la imagen del santo patrono de las y los managuas, las imágenes del fotógrafo oficialista César Pérez y las transmisiones de las páginas y medios del sandinismo muestran a la alcaldesa capitalina besando la imagen, luego de que la funcionaria, leal a Ortega y Murillo, se autoproclamó "mayordoma" de las fiestas patronales.
El cardenal Brenes dirigió un mensaje a las y los devotos, resaltando la importancia de la devoción hacia Santo Domingo y la tradición que ha perdurado a lo largo de varias generaciones. Por su parte, la alcaldesa Rueda destacó en medios oficialistas que están trabajando con la Policía Nacional para garantizar el éxito de las festividades.
No obstante, el principal ruido de este reciente reencuentro entre el jerarca del catolicismo en Nicaragua y las autoridades sandinistas nace del contraste que hasta este punto existe entre ambas partes, en medio de la implacable persecución del oficialismo y su aparato institucional contra religiosos, opositores políticos y ciudadanía en general durante los últimos meses y años, la aniquilación de las agendas católicas en las iglesias de todo el territorio y la limitación económica de las arquidiócesis del país.
"Nos sentimos honrados, sobre todo privilegiados, de escuchar la palabra de Dios, en unión familiar, donde todos los promesantes, hermanas y hermanos, acompañados por el cardenal Leopoldo Brenes, como escuchamos esa palabra que nos llega al corazón, al llamado de la paz y la unidad, la hermandad entre nosotros, a celebrar estas fiestas tradicionales de Managua, celebrando a nuestro santo patrono, Santo Domingo de Guzmán, en paz y en unidad familiar. Nosotros estamos como alcaldía (de Managua) trabajando con las diferentes instituciones para que se lleven a cabo cada una de estas actividades en homenaje a las fiestas tradicionales de Managua, y que transcurran de forma armoniosa, y en orden", señaló, tras el pitazo inicial de las festividades, Rueda.
"Y de repente Santo Domingo hizo un milagro… Parece que ya todo está bien. No hay armonía, pero hay sintonía en la exageración de los adverbios. ¿Ya no se puede decir lo contrario mientras su eminencia baile al son de la mayordomía dictatorial? Tremendo", señaló el co-director y periodista de COYUNTURA, Juan Daniel Treminio, al respecto de este aparente nuevo capítulo entre el sandinismo y la iglesia católica de Nicaragua.
Por otro lado, el exembajador del régimen sandinista ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, dice que es "triste y lamentable" que la "dictadura de Nicaragua celebre a Santo Domingo con el cardenal Brenes, mientras monseñor Álvarez sufre injustamente una privación en las mazmorras de La Modelo (prisión del Sistema Penitenciario Nacional en Tipitapa)".
Persecución religiosa en Nicaragua
Mientras se llevan a cabo las festividades de Santo Domingo, la iglesia católica en Nicaragua enfrenta una severa persecución por parte del régimen de Ortega. Según el informe "Nicaragua, una iglesia perseguida" de la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, solo en la Semana Santa de 2023 se prohibieron más de 3,000 procesiones en todo el país.
Por otro lado, la persecución en Nicaragua ha generado la expulsión y destierro de al menos 77 religiosos en medio de la crisis múltiple. Desde abril del año 2018 hasta marzo de 2023, el régimen de Ortega ha desterrado a al menos ocho sacerdotes, forzado al exilio a 16, expulsado a tres y negado la entrada al país a 10. Otros varios se han visto en la obligación del desplazamiento en los últimos meses. Mientras tanto, monseñor Álvarez, líder espiritual y ciudadano del norte de Nicaragua, se encuentra encarcelado injustamente, cumpliendo una condena de 26 años y cuatro meses de cárcel por negarse al destierro. Fue sentenciado por "traición a la Patria" gracias a las pruebas presentadas por el Ministerio Público a un tribunal capitalino.
La postura del cardenal Leopoldo Brenes ha sido prudente en medio de esta persecución, aunque es cuestionada su falta de respuesta a ciertos eventos, como la congelación de cuentas bancarias de diócesis del país, que finalmente resultaron ser verdaderas, o la detención de más sacerdotes durante abril, mayo, junio y julio de este año.
En este mismo contexto de represión y persecución, el 31 de julio de 2020, ocurrió un misterioso atentado contra la venerada imagen de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua. Un objeto fue lanzado hacia la urna de cristal que contenía la imagen, provocando un incendio que calcinó parte de su busto. Una reliquia de 382 años de antigüedad. A pesar de las afirmaciones del régimen de Ortega de que se trató de un accidente, la comunidad católica considera que fue un acto terrorista y planificado contra la iglesia.
El contraste entre la celebración festiva de Santo Domingo y la persecución religiosa en Nicaragua refleja una realidad compleja y triste en el país centroamericano. Mientras el cardenal Leopoldo Brenes llama a la paz y la unidad, la iglesia enfrenta un clima de represión y hostigamiento por parte del régimen de Ortega, mientras su administración se apropia de las fiestas patronales de varias zonas del territorio.
Además, los tres años del atentado a la imagen de la Sangre de Cristo representan una muestra más de la impunidad y la violencia que prevalecen en la nación centroamericana. Aunque Santo Domingo es un símbolo de devoción y esperanza para las y los nicaragüenses, la festividad se encuentra entrelazada con la lucha de la iglesia por la libertad religiosa y la justicia en el país.
Mientras tanto, Nicaragua sigue siendo el único país de América Latina en la Zona Roja de la persecución religiosa.
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