La vida de las mujeres y niñas lencas está marcada por la pobreza y violación de derechos humanos. "Alistá la bolsita porque te vas con él", le dijeron, sin entender lo que ocurría, a una niña que fue entregada a un hombre con quien tuvo que convivir desde ese momento. A partir de ese día fue violada, soportó años de abusos, tuvo cuatro hijos con él y hoy, ya adulta, recuerda ese calvario. "Yo no sabía que eso estaba mal, solo me dijeron que me iba y me fui. Ahora lo detesto. Él no existe para mí", comentó.
Por María José Cartagena, Carlos Villalvir y Martha Funes | @DiarioEnAltaVoz
Santa Catarina, Intibucá, Honduras
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women's Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa "¡Exprésate!" en América Latina.
En las comunidades lencas los diferentes tipos de violencia que sufren las mujeres han sido normalizados históricamente. Aún, es "común" que las niñas sean intercambiadas por bienes o favores. Son enviadas a trabajar y los padres cobran sus salarios, normalizando la violación de sus derechos. Esta trata, combinada con la pobreza extrema, refuerza la desigualdad y vulnerabilidad de las mujeres.
Desde pequeñas, las mujeres lencas enfrentan las desigualdades propias de ser mujer en una cultura donde las oportunidades son limitadas, así lo recuerda doña Caridad, quien dice que "antes solo los varones iban a la escuela. Nosotras no teníamos opción. Yo quería aprender, pero mi mamá pensaba que las niñas solo estaban para buscar marido".
Su hermana fue obligada a unirse con un hombre al que no quería. "Mi mamá insistió en que aceptara a alguien que ella eligiera, pero mi hermana no lo quería. A pesar de ello, la forzaron", dijo. "Su vida estuvo llena de sufrimiento", agregó.
El hombre era violento y alcohólico, lo que obligó a su hermana a criar sola a sus hijos. "A pesar de las dificultades ella logró sacar adelante a sus hijos sin él, y aunque fue difícil, ahora vive bien por su propio esfuerzo, pero esa experiencia marcó su vida", narró Caridad.
Según Bonifacio García, líder comunitario de la comunidad de Santa Catarina, a unos 200 kilómetros de Tegucigalpa, en la zona todavía "se conocen casos en que los padres obligan a sus hijas a unirse con un hombre, porque les interesa el estatus económico de otra familia; y otro caso es cuando la familia no se quiere ver desprestigiada por un embarazo fuera del matrimonio, y utilizan la violencia para lograr su objetivo".
A nivel nacional la violencia doméstica es un problema alarmante con el que sobreviven muchas mujeres, y en la comunidad lenca no es la excepción. Les es realmente imposible ser libres. Según el Ministerio Público (MP) hondureño, las mujeres de la comunidad lenca enfrentan un panorama preocupante de violencia, en gran parte influenciado por factores culturales y barreras estructurales. Sin embargo, las cifras del ente estatal podrían demostrar solo una pequeña fracción del problema, ya que muchas víctimas no denuncian debido al desconocimiento de sus derechos, la normalización de la violencia y el temor a represalias.
En ese sentido, mujeres de todas las edades acuden semanalmente a la Organización Intibucana las Hormigas buscando ayuda. Esta entidad del tercer sector les brinda apoyo psicológico y asesoría legal especialmente en temas de maltrato y pensión alimentaria. Los casos reportados, según fuentes consultadas para este reportaje, suelen ser de víctimas adultas, aunque en los últimos años ha incrementado el número de mujeres jóvenes solicitando ayuda, lo que evidencia entonces una problemática intergeneracional que se sigue perpetuando, denunciada desde órganos sociales y estatales.
"Linda", una joven de 14 años de edad, a quien llamamos así por su seguridad, estaba a punto de terminar sus estudios de bachillerato, y soñaba con mejorar la situación económica de su familia. Un día, una de sus vecinas se le acercó y le habló sobre las "oportunidades fuera de su entorno".
Las historias ambiciosas y promesas de progreso inundaron la imaginación de la Linda, predominando la idea de poder ayudar a su mamá. El inicio de una angustia constante. Después de pensarlo, la joven aceptó la propuesta de esta otra hondureña "confiable" y decidió ir con ella a una zona urbana para trabajar.
La travesía desde su hogar hasta la ciudad comenzó en una canoa, el primer transporte que tuvo que tomar para llegar a otro punto y abordar un nuevo medio: un autobús. La "vecina confiable" que le ofreció el trabajo la acompañó durante parte del trayecto, dándole indicaciones y asegurándole que la estarían esperando al llegar.
Luego de despedirse y desearle mucho éxito, la dejó continuar sola.
Al llegar a su destino, un carro de lujo la llevó a una casa donde su vida cambió por completo. Fue obligada a realizar trabajos forzados y servidumbre sin recibir pago alguno, bajo el pretexto de que debía "los favores" por haberla llevado hasta allí. Además, fue sometida a explotación sexual, un abuso constante que destruyó su inocencia y esperanza. Solo podía comunicarse con su madre una vez al mes, siempre bajo estricta supervisión, para asegurarle que estaba bien.
"El primer día fue el único en el que tuvo paz": el sueño de ayudar a su madre se convirtió en el inicio de una verdadera pesadilla
En lo que va del año, se han registrado 40 casos de trata de personas, de los cuales 32 corresponden a niñas provenientes de comunidades indígenas del país, entre ellas la etnia lenca.
Una de las principales barreras para abordar los problemas que enfrentan las mujeres lencas es la falta de datos específicos sobre su situación. Instituciones gubernamentales como la Secretaría de Educación, el Ministerio Público (MP), el Sistema Nacional de Protección a la Niñez y Adolescencia (SENAF) y otros organismos relacionados invisibilizan a las indígenas en sus estadísticas.
"No sé mucho de mujeres lencas", admitió Lizeth Coello, ministra del SENAF, en una entrevista con el equipo de En Alta Voz.
Otras instituciones gubernamentales, como la Secretaría de Derechos Humanos, remiten las solicitudes a otras entidades como la SENAF, la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) o el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH), argumentando que no cuentan con datos desagregados sobre niñas y mujeres lencas.
Por su parte, el Ministerio Público declaró que los datos que manejan son sobre mujeres en general, sin estadísticas específicas por etnia.
Esta falta de información evidencia la invisibilización de este grupo y dificulta la creación de políticas públicas efectivas para atender las necesidades de las mujeres lencas.
Los datos presentados por la Comisión Interinstitucional Contra la Explotación Sexual Comercial y Trata de Personas de Honduras (CICESCT) revelan una clara vulnerabilidad en las comunidades indígenas lencas y en otros territorios hondureños, donde las mujeres suelen estar más expuestas a abusos.
El equipo periodístico accedió a información oficial de la CICESCT que evidencia la difícil situación de niñas del departamento de Intibucá, quienes son víctimas de delitos como explotación sexual, adopción irregular, servidumbre y pornografía infantil.
En las comunidades rurales, las promesas de empleo o una mejor calidad de vida son las herramientas más comunes utilizadas por los tratantes, al igual que le ocurrió a Linda. Muchas otras jóvenes han sido engañadas de manera similar. "Los tratantes a menudo son personas conocidas por las víctimas o miembros de su comunidad. Esto crea un falso sentido de seguridad que termina siendo su mayor debilidad", explicó Dennis Sánchez, jefe del sistema nacional de información sobre la trata de personas de la CICESCT, a En Alta Voz.
Los rostros de las mujeres y niñas lencas suelen ser similares, incluso entre aquellas que han sido ultrajadas por sus propios familiares.
"Vendo a mi hija por un trago"
"Son cambiadas hasta por una botella de alcohol", reconoció Maritza Sevilla, representante de la Organización Intibucana Las Hormigas, en Intibucá. Según relató Sevilla, las niñas son obligadas a unirse con un hombre porque sus propios padres las consideran como un intercambio beneficioso, ya sea por una parcela de tierra o una botella de alcohol. "Los padres se endeudan, y como esa persona puede solventarles, entregan a sus hijas menores de edad como pago", explicó.
El trabajo forzado y la explotación sexual no solo son tolerados en ciertas comunidades; en algunos casos, se consideran prácticas normales. Muchas familias aceptan que sus hijos trabajen en la servidumbre doméstica porque las alternativas económicas son casi inexistentes. "Hemos tenido casos donde las familias ven el envío de sus hijas a trabajar en casas como una oportunidad. Por apenas 3,000 lempiras (118 dólares estadounidenses) al mes, sienten que ya están ganando algo", señaló Dennis Sánchez.
Prácticas como la unión forzada y la explotación sexual siguen siendo prevalentes en ciertas regiones, a pesar de estar reconocidas como formas de trata de personas. "Estas prácticas están normalizadas en muchas comunidades, lo que dificulta aún más identificar los casos y llevarlos a la justicia", enfatizó Sánchez.
Las mujeres lencas históricamente han sido vulnerables a la trata de personas y a la violencia de género.
Los pueblos indígenas representan cerca del 10 % de la población de Honduras, siendo el pueblo lenca el más numeroso, con el 63 % del total. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2023, el departamento de Intibucá registró una población de más de 148,572 mujeres, mientras que los hombres sumaban 130,539.
En los últimos cuatro años, el Ministerio Público ha recibido alrededor de 500 denuncias relacionadas con violencia hacia la mujer en el departamento de Intibucá. Esto equivale a un promedio de 111.4 denuncias al año por delitos cometidos contra mujeres y niñas lencas que viven en territorio hondureño.
Según la base de datos proporcionada por el Ministerio Público, el 68 % de las mujeres en el departamento de Intibucá han sufrido maltrato familiar, lo que significa que 7 de cada 10 mujeres han interpuesto una denuncia por este delito. El MP también registra denuncias por otros delitos contra las mujeres, como violencia doméstica, psicológica, física e intrafamiliar.
"La mujer se acostumbra al maltrato porque lo ha visto desde niña y lo considera normal", explicó la portavoz de derechos de la mujer en el Ministerio Público. Agregó que, aunque estas cifras son alarmantes, aún hay muchas mujeres que no denuncian por miedo o porque ya se han acostumbrado a esa situación. En este contexto, afirmó: "La mayoría de mujeres que denuncian tienen entre 25 y 45 años de edad".
El equipo periodístico preguntó si estas cifras contabilizan a mujeres de la etnia lenca, pero descubrió que el Ministerio Público solo presenta estadísticas generales de mujeres del departamento de Intibucá, sin especificar su pertenencia étnica.
La carga invisible de las mujeres lencas
A nivel psicológico, el impacto generado incluye un trauma por la agresión, depresión, ansiedad y un sentimiento constante de desamparo, acompañado de baja autoestima. Según la psicóloga Jeymi Rivera, algunos de los factores presentes en las víctimas de violencia incluyen antecedentes de violencia por parte del padre hacia la madre, baja autoestima desencadenada por el maltrato familiar y el alcoholismo.
Esto genera que "las mujeres que permanecen en relaciones donde sufren algún tipo de violencia lo hacen porque, muchas veces, tienen la autoestima baja, son dependientes y han normalizado la violencia. Reconocer que deben salir de esa relación es casi imposible, y muchas veces tenemos mujeres perdiendo la vida a manos de su pareja porque nunca pusieron fin a esas agresiones", afirmó Rivera.
Los daños generados afectan de manera significativa, ya que son problemas que se arrastran desde la infancia, resultando en mujeres con autoestima baja, sin amor propio, permisivas y sumisas, que aceptan todo tipo de maltrato sin poner un alto.
Además, la dependencia económica de sus agresores y el miedo a ser asesinadas son obstáculos significativos para romper este ciclo.
En las comunidades lencas, el consumo excesivo de alcohol por parte de los esposos o parejas es común, agravando la violencia doméstica que sufren las mujeres.
Muchas de las víctimas narran que el primer episodio de violencia comienza o se intensifica bajo los efectos del alcohol, y señalan que sus agresores pierden el control y justifican sus acciones alegando que estaban ebrios. Este comportamiento perpetúa el ciclo de violencia, y como resultado, a las mujeres se les dificulta buscar ayuda, ya que la presión cultural y social de las comunidades minimiza las agresiones físicas que sufren.
Parte de las consecuencias del alcoholismo va más allá de la violencia que sufren las mujeres, afectando directamente a los hijos y generando ambientes hostiles con altos niveles de estrés en el hogar, perpetuando el ciclo de violencia intergeneracional.
"Conozco el caso de una mujer que sufre maltrato físico y psicológico. Su marido es muy violento, le sugerí que buscara ayuda, y lo último que supe es que su hijo de 4 años sufrió abuso físico", aseguró María Santos Domínguez, líder comunitaria de Santa Catarina. En ese sentido, gran parte de las mujeres que pertenecen a la comunidad lenca han sido víctimas o conocen casos en los que sus parejas, bajo los efectos del alcohol, no solo las golpean, sino que las obligan a tener relaciones sexuales sin su consentimiento.
Este tipo de abuso contribuye al trauma psicológico y físico de las víctimas, obligándolas a estar en un rol de subordinación, donde su cuerpo les pertenece a sus parejas, y muchas veces ni siquiera saben que tienen el derecho de negarse.
En estas comunidades, el estigma social está presente, limitando a las víctimas a alzar su voz y denunciar. Actualmente, el tema de la violación sigue siendo un tabú, llegando al punto de que menores de edad son manipuladas, resultando en embarazos adolescentes. Según Aracely Díaz, "las jóvenes se unen a temprana edad, soportan maltratos y hombres alcoholizados, solo para que les den un poco de dinero para mantener a sus hijos".
Para María Santos Domínguez, estos casos ocurren principalmente por la influencia de personas externas a la comunidad, que afectan negativamente a las y los jóvenes. "La juventud lenca es ingenua y manipulable, y han llegado personas de la ciudad que influyen de manera negativa en nuestros jóvenes", dijo a este medio.
Todas las manifestaciones de abuso hacia las mujeres lencas se centran principalmente en los múltiples tipos de violencia de género. Esta violencia se traduce en una subordinación continua hacia los hombres, quienes ejercen control absoluto sobre las vidas de sus parejas, hermanas o hijas, enfrentando diversas restricciones que imposibilitan la participación de la mujer en decisiones familiares, comunitarias, económicas y educativas.
Entre la lucha por sus derechos y las barreras del olvido
Las mujeres y niñas lencas están expuestas a diario a un sistema vulnerable que afecta sus derechos sociales, económicos, culturales y políticos. Como resultado de estas restricciones y limitaciones de libertades, se incrementan los riesgos de abuso, explotación y relaciones violentas.
Debido a la dependencia económica y las limitadas formas de supervivencia, también enfrentan discriminación ante la ley, ya que representan una minoría en comparación con la población en general. La etnia lenca simboliza una parte significativa de la identidad hondureña. A través de sus conocimientos ancestrales, han preservado prácticas agrícolas sostenibles y una cosmovisión profundamente conectada con la naturaleza.
Sin embargo, su contribución a la sociedad no se limita a su riqueza cultural, ya que también influyen en la economía local, especialmente en las comunidades rurales, a través de la producción agrícola.
En muchas comunidades, el acceso a la educación es limitado, lo que perpetúa ciclos de pobreza y limita las oportunidades de desarrollo.
En algunas comunidades, los niños no tienen acceso a la escuela debido a las distancias que deben recorrer entre aldeas. Existen casos de niños de preescolar que recorren entre tres y cuatro horas, cruzando ríos y montañas. Durante la temporada de lluvias, esto les imposibilita asistir a clases.
Los estudiantes de secundaria enfrentan aún mayores dificultades, ya que los centros educativos solo están ubicados en las zonas más céntricas del municipio.
Ante esta situación, ciertos padres de la comunidad afirman que asistir a la escuela no les ayuda mucho. Así lo expresó Benigno Matta: "¿De qué les va a servir ir a estudiar si aquí no hay oportunidades de trabajo? Nosotros vivimos del campo. Con que el niño vaya a primer grado y aprenda a leer, es suficiente".
Huir para sobrevivir
En un estudio reciente realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la situación de los hogares en condición de pobreza extrema en el departamento de Intibucá es alarmante, ya que se reportan tasas de pobreza entre el 46 % y el 54 %. Es decir, casi 5 de cada 10 hogares en este departamento están en condiciones de pobreza extrema.
Según datos proporcionados por el Sistema Nacional de Información Educativa de Honduras (SNIEH), entre 2020 y 2024, alrededor de 143 niñas lencas abandonaron sus estudios, siendo una de las principales causas la migración, tanto dentro como fuera del país.
Otra de las problemáticas que enfrentan las mujeres lencas es un sistema de salud deficiente. La falta de educación a menudo se entrelaza con la carencia de atención médica, creando un círculo vicioso que afecta su calidad de vida de manera integral.
Uno de los principales factores que motiva la migración es la inseguridad ciudadana, los conflictos y la violencia ejercida por la pareja o el padre de los hijos(as), así como otros miembros de la familia. En 2023, la Encuesta Nacional de Migración y Remesas registró que un total de 33,947 personas indígenas migraron desde el país centroamericano, de las cuales 14,779 eran personas de la comunidad lenca.
Aunque la migración de las mujeres lencas no solo responde a la búsqueda de empleo, sino también a la necesidad de protección frente a la violencia, muchas ven en la migración una vía de escape ante las duras condiciones de vida y la exclusión social que prevalece en sus comunidades.
Sin derechos reproductivos
Un aspecto clave de la violación de los derechos humanos en el ámbito de la salud de las mujeres lencas es la dependencia de sus parejas. En la mayoría de las comunidades, las mujeres no pueden acudir solas a los centros de salud; siempre van acompañadas por sus parejas, quienes limitan las decisiones sobre sus cuerpos. "Las mujeres no tienen voz sobre sus derechos sexuales y reproductivos, no se sienten dueñas de su propio cuerpo. Hasta hace poco, se permitió que los hombres no firmaran, decidiendo por las mujeres en caso de someterse a una operación de ligadura de trompas de Falopio. Ahora existe un cambio, pero las mujeres deben pedir permiso a sus parejas", afirmó Sonia Casco, integrante de la Organización Intibucana Las Hormigas.
En muchos casos, las mujeres son maltratadas mientras dan a luz. Las denuncias informales y comentarios sobre actitudes deshumanizantes por parte del personal de salud reflejan un trato carente de empatía y respeto, atentando contra el bienestar físico de las mujeres y dejando secuelas emocionales.
El acceso limitado a recursos médicos y la falta de sensibilización del personal de salud vulneran los derechos de las mujeres. A esto se le suma la misoginia y el machismo de sus parejas.
Esta situación genera un sentimiento de indiferencia, haciendo a un lado el bienestar de la mujer lenca. Según el testimonio de Bonifacio García, líder comunitario de la aldea Santa Catarina, para poder asistir a un centro de salud, las mujeres de su comunidad deben trasladarse una hora a pie.
Sus parejas no creen en la planificación familiar y menos en procedimientos quirúrgicos como la vasectomía. Consideran que perderían su hombría, placer y no serían "verdaderos hombres".
"Los hombres lencas no piensan en el bienestar de la mujer al momento de embarazarse. En mi caso, tocaba movilizarnos junto a mi esposa una hora a pie para poder aplicarse la inyección de planificación. Fue un sacrificio para ambos. Ante esta situación, la mejor planificación familiar fue la vasectomía, procedimiento que realicé por el bienestar de mi esposa", declaró García.
Como resultado de esta problemática en las comunidades lencas, el tema de la planificación familiar sigue siendo un tabú. Años atrás, las mujeres lencas llegaban a tener entre 10 y 15 hijos, mientras amamantaban a uno, ya estaban esperando la llegada del siguiente. Esto, con el paso del tiempo, ha ido cambiando.
Aunque el número de hijos de una mujer lenca ha disminuido, el caso de embarazos adolescentes ha aumentado, convirtiéndose en madres solteras a temprana edad y abandonando sus estudios.
Según Bonifacio García, "las jóvenes tienen embarazos a temprana edad y descuidan el estudio. Se convierten en madres solteras porque los hombres no quieren responsabilidades".
La salud es un derecho fundamental, pero su garantía no depende solamente del sistema sanitario, sino también de las decisiones políticas que determinan la asignación y la implementación de programas y políticas públicas.
Sin acceso a la representación política
Muchas mujeres lencas enfrentan una falta de representación en la toma de decisiones que afecta directamente sus vidas y derechos. Esta ausencia en espacios políticos y sociales refuerza aún más su vulnerabilidad, ya que no tienen la oportunidad de influir en las políticas públicas que deberían defenderlas.
La falta de inclusión política de las mujeres lencas limita su capacidad para abogar por sus necesidades, dejándolas sentir que son utilizadas solo como relleno en procesos de toma de decisiones.
Según el testimonio de las dirigentes de la Organización Intibucana Las Hormigas, las mujeres lencas en la política son utilizadas como un simple elemento decorativo, ya que se les ofrecen puestos sin acción ni voz alguna. En muchos casos, su participación es limitada o nula. Sin embargo, ante esta realidad, existen mujeres lencas en la comunidad que, gracias a las capacitaciones brindadas por la organización Las Hormigas, han adquirido un mayor conocimiento sobre sus derechos y sobre temas políticos. Estas mujeres ahora alzan sus voces en defensa de sus derechos, buscando avanzar y no ser ignoradas.
Un ejemplo de esto es doña Caridad, quien afirmó: "antes, las mujeres no podían decidir nada. Ahora, poco a poco, vamos teniendo más espacio. Mis hijos ven que las mujeres también pueden liderar, trabajar y ser escuchadas. Eso es lo que quiero dejarles como ejemplo".
La comunidad lenca vive principalmente de la producción agrícola. En la zona, las personas cultivan papa y hortalizas. Sin embargo, las dirigentes de Las Hormigas afirman que una de las violaciones de derechos que enfrentan las mujeres en esta comunidad también radica en el derecho al acceso y control de la tierra.
"El acceso y control de la tierra es un derecho de las mujeres; todas tienen acceso, pero no tienen control. No son dueñas de sus tierras; en su mayoría, el marido es el dueño, no ellas. La mayoría no tiene control sobre la tierra", declaró Sonia Casco.
En la aldea El Rodeo, en Intibucá, una mujer lucha y persevera en una comunidad que enfrenta adversidades económicas y sociales. Junto a su esposo, con quien comparte el trabajo en la tierra, esta mujer no solo mantiene su hogar, sino que también conserva vivas las tradiciones que forman parte de su identidad cultural. "Yo hago todo: siembro, cocino, hago tamales, tortillas, chilate, incluso manejo el machete y la bomba para trabajar en el campo. Todo lo que tengo, lo saco con esfuerzo", dice con orgullo, destacando que, aunque las limitaciones económicas han sido constantes, nunca ha dejado de luchar.
Las mujeres lencas son estafadas constantemente
Además de las exigencias de las mujeres lencas que alzan sus voces, se encuentra el respeto a sus derechos económicos. En el mercado municipal de Intibucá, existe un espacio asignado para la comunidad lenca, pero este espacio no se respeta, siendo tomado por otras personas, lo que obliga a las mujeres lencas a vender sus productos en las aceras de la calle.
Además del desplazamiento obligado en el mercado, existe un aprovechamiento del comercio. Así lo relató una compradora de la zona: "hace un par de días compré cilantro fino a una mujer lenca que estaba vendiendo en la acera y acababa de llegar de tierra adentro. El precio de la unidad era de 2 lempiras (0.083 USD). Luego vi que una vendedora del mercado se acercó y compró todo su producto. Fui al negocio de la señora que compró el cilantro y ella lo estaba revendiendo a 10 lempiras (0.42 USD), 8 lempiras (0.33 USD) más que el precio inicial".
De esta forma, además de aprovecharse de las mujeres lencas que trabajan la tierra, también se explota a las productoras de la afamada y patrimonial tela lenca.
Con la tela lenca se fabrican productos de identidad nacional como fajas, zapatos, camisas y accesorios, entre otros artículos que destacan tanto a nivel nacional como internacional.
En el mercado de Intibucá, Joaquina Domínguez, una mujer lenca de la comunidad El Cacao, lucha por mantener viva la tradición de los telares artesanales. Con esfuerzo y dedicación, ha logrado revivir esta práctica ancestral que casi se pierde en su comunidad.
Hoy, sus tejidos no solo son una fuente de ingresos, sino también un símbolo de la riqueza cultural lenca. "Estamos trabajando para que no se pierda nuestra identidad", afirmó Joaquina, quien se ha convertido en un ejemplo de perseverancia y orgullo cultural en Intibucá. A pesar de las dificultades, sigue produciendo tela lenca con determinación.
Sin embargo, la realidad de muchas productoras de la tela lenca no es sencilla. Los intermediarios compran sus productos a precios bajos, lo que dificulta obtener una ganancia justa.
El precio de la yarda de tela oscila entre 130 lempiras (5.18 dólares) y 160 lempiras (6.37 dólares), pero los revendedores la compran a tan solo 50 lempiras (2 dólares), causando pérdidas de más de 80 lempiras (3.19 dólares) por yarda para las productoras de tela.
Las barreras invisibles que frenan el desarrollo de las mujeres lencas
A diario, las mujeres lencas enfrentan limitaciones culturales, sociales e infraestructurales que restringen su desarrollo personal y comunitario, creando barreras y generando un círculo vicioso de pobreza y desigualdad que dificulta sus avances, bienestar y empoderamiento.
Aunque la comunidad lenca posee una historia cultural que representa una parte importante de la población indígena de Honduras, en la actualidad, los diputados y políticos rara vez abogan por sus necesidades.
Según las mujeres de la zona, la comunidad lenca se encuentra en el olvido. Hay tres representantes en el Congreso Nacional: Mario Portillo Contreras por el Partido Libre, Nelson Márquez Euceda por el Partido Nacional de Honduras y Rumy Bueso Meza por el Partido Liberal. Sin embargo, ellas afirman que "no han hecho nada por los lencas, más que por su beneficio propio".
A pesar de la existencia de ocho alcaldías locales, la realidad es que estas autoridades no han implementado programas que aborden las necesidades específicas de las mujeres lencas.
Como resultado, las mujeres lencas se encuentran en una situación de abandono estatal, sin políticas públicas que impulsen su desarrollo y bienestar.
Los problemas estructurales, la violencia de género, la falta de oportunidades laborales, de educación y el limitado acceso al sistema de salud no son una prioridad en la agenda política.
Según testimonios de personas lencas, las comunidades no cuentan con infraestructura adecuada, lo que limita el acceso a servicios esenciales de salud, educación y transporte. Las malas condiciones de los caminos dificultan el acceso de los medios de transporte a las comunidades. "Los lencas necesitamos ayuda en las escuelas, para que nuestros jóvenes se incentiven a estudiar, en la infraestructura, salud y en los proyectos de cosecha", comentó María Santos Domínguez.
En cuanto a la salud, aún persiste la enfermedad de Chagas, que afecta gravemente a estas comunidades. A pesar de que en años anteriores se realizaron campañas de vacunación para los mayores de 15 años, aún hay personas en las zonas afectadas por esta enfermedad.
Para Mariza Sevilla, representante de Las Hormigas, la realidad que enfrentan las personas lencas que viven en zonas rurales es crítica: "las mujeres y niños de tierra adentro no tienen acceso a un centro de salud cercano. Estas son necesidades básicas tan importantes en el día a día de estas mujeres y niños, y no cuentan con ellas".
La ausencia de centros educativos en estas zonas limita a los jóvenes a continuar sus estudios, generando desmotivación. En su mayoría, el pensamiento colectivo establece que el éxito laboral se reduce a trabajar en un banco, lo que limita la visión de posibilidades.
La opinión de los jóvenes se centra en frases como: "después de graduarme del colegio, me gustaría trabajar, no seguir estudiando"; "se dice que es bueno trabajar en bancos porque te dan créditos bancarios y así uno puede superarse". Desvalorizando así la importancia de la educación y perpetuando la idea de que las mujeres no deben estudiar para ayudar a las familias y la comunidad.
El pensamiento tradicional de la zona sostiene que las mujeres deben priorizar el hogar y la familia, limitando su autonomía y capacidad de tomar decisiones sobre su futuro. Gran parte de las jóvenes crecen en entornos donde sus metas son definidas por normas culturales que minimizan su participación en la educación superior o en actividades económicas independientes.
Invisibilizadas y olvidadas
La burocracia y los procesos judiciales prolongados son obstáculos recurrentes. Según Las Hormigas, la falta de acción inmediata por parte de las autoridades enmarca la sensación de desamparo en las mujeres. Aunque las leyes existen, su implementación sigue siendo deficiente, dejando a muchas víctimas atrapadas en ciclos de violencia.
En las comunidades lencas de Honduras, la discriminación, el olvido institucional y las violencias estructurales perpetúan la situación de vulnerabilidad que enfrentan las mujeres de esta etnia. A pesar de los avances en legislación y el trabajo de organizaciones locales, como Las Hormigas, la realidad para estas mujeres sigue siendo alarmante: sus derechos fundamentales son violados sistemáticamente y su voz es ignorada en los espacios de toma de decisiones.
Una de las funciones de la Organización Intibucana Las Hormigas es darles voz a las mujeres lencas, empoderarlas y encaminar su exigencia de derechos, para lograr que no sean olvidadas ni apartadas. Según Ana Díaz, representante de la organización Las Hormigas, no se pueden diseñar "respuestas adecuadas si no tenemos un diagnóstico real. Las mujeres lencas son tratadas como cifras genéricas en lugar de ser vistas como un grupo con problemas específicos relacionados con su cultura, pobreza extrema y aislamiento".
Ante la falta de acción estatal, organizaciones como Las Hormigas han asumido la responsabilidad de brindar apoyo integral a las mujeres lencas. Ofrecen servicios de asesoría legal, atención psicológica y refugio temporal. Además, impulsan talleres de empoderamiento y formación política para que las mujeres puedan alzar su voz en espacios de decisión.
"Necesitamos darles un espacio a las mujeres, que, ya por sí, estamos constantemente siendo violentadas. También tenemos que tener en cuenta que, si somos lencas, todavía hay más discriminación hacia nosotras. Y cuando somos personas de tierra adentro, la discriminación es aún más marcada", declaró Dariela Martínez, representante de Las Hormigas.
La Organización Intibucana Las Hormigas, en los últimos años, ha trabajado en la incidencia política y ha formado parte de plataformas que impulsaron la ley de Casa Refugio. Ante esta aprobación, exigen que el departamento de Intibucá cuente con una casa de refugio.
Ellas afirman que están "pidiendo a gritos la Casa Refugio. Necesitamos el financiamiento en nuestra comunidad. Si al Estado de Honduras realmente le interesa la situación que enfrentan las mujeres en Intibucá, nos apoyarían para construirla en nuestra zona". También exigen: "la aprobación de la ley de la alerta morada, para que las mujeres y niñas sean buscadas antes de las 24 horas. Esto favorece que puedan ser encontradas nuestras niñas o mujeres, ya que en la zona hay muchas pérdidas también de niñas y mujeres", afirmó Sonia Casco.
Las mujeres lencas no solo son el legado de una rica herencia cultural, sino también pilares fundamentales de sus comunidades. Sin embargo, mientras continúen invisibilizadas por las instituciones públicas y los tomadores de decisiones, su lucha por una vida digna seguirá siendo cuesta arriba.
"El Estado tiene que empezar a visibilizar a las mujeres lencas. Necesitamos que las leyes aprobadas se apliquen, que no se queden solo en papel, sino que se ejecuten para proteger nuestros derechos", enfatizaron las representantes de la Organización Intibucana las Hormigas.
De 16 días de activismo contra la violencia de género realizados este año en Honduras por el tercer sector, esta investigación destaca las barreras que enfrentan las mujeres lencas y exige a las autoridades acciones urgentes para garantizar sus derechos y bienestar.
Este reportaje fue publicado originalmente por En Alta Voz. COYUNTURA hace su republicación en el marco de una alianza de divulgación.
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