A medida que los precios internacionales del petróleo han disminuido, la brecha entre los precios locales y globales ha generado interrogantes sobre la verdadera eficacia de las medidas gubernamentales y la transparencia en la fijación de precios. Con una factura petrolera aparentemente aliviada pero sin un aplacamiento palpable para los consumidores, Nicaragua se encuentra en un dilema económico que desafía las expectativas y pone en tela de juicio la sostenibilidad de su política energética.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
En un país donde las y los ciudadanos esperaban un respiro tras la promesa de un subsidio y la congelación de los precios de los combustibles, la realidad ha sido muy diferente. Nicaragua, bajo la administración del sandinista Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, enfrenta una situación inusual en su economía, donde el costo de los combustibles no ha reflejado la baja en los precios internacionales del crudo. A pesar de la aparente reducción de la factura petrolera, las y los nicaragüenses continúan pagando precios elevados por los combustibles, poniendo en duda la eficacia del congelamiento de precios y el supuesto subsidio.
En marzo del año 2022, en medio de crecientes tensiones por el aumento en los precios de los combustibles y el gas licuado de petróleo (GLP), el régimen Ortega-Murillo tomó una medida drástica: congelar los precios y anunciar un subsidio financiado por un crédito del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). La medida inicialmente fue vista como un intento de frenar los aumentos, pero pronto se convirtió en un tema de debate debido a la falta de correspondencia entre los precios internacionales del petróleo y los precios locales. Incluso en comparación con los precios en el resto de Centroamérica.
Sin embargo, este congelamiento ha tenido consecuencias inesperadas. Mientras otros países vecinos han experimentado reducciones en los precios de los combustibles debido a la disminución en los precios del petróleo a nivel global, Nicaragua ha mantenido sus precios artificialmente altos.
Según cifras presentadas por el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), los nicaragüenses han seguido pagando los precios más altos de la región, a pesar del anuncio de un supuesto subsidio. Esto ha llevado a cuestionamientos sobre la existencia real de dicho subsidio y ha dejado a los consumidores preguntándose por qué no están experimentando los beneficios esperados.
Las distribuidoras de combustibles comunicaron que los precios de los carburantes permanecieron estables hasta el domingo 27 de agosto, marcando la semana número 73 de precios congelados en su punto máximo. Desde el último ajuste el 07 de abril de 2022, donde la gasolina regular y súper aumentaron C$1.33 córdobas por litro, mientras que el diésel se mantuvo, los precios promedio de combustibles en Managua se han mantenido: gasolina regular a C$47.80 córdobas por litro, gasolina súper a C$48.98 córdobas por litro y diésel a C$43.21 córdobas por litro.
De acuerdo al monitoreo del 21 de agosto por el Instituto Nicaragüense de Energía (INE), los precios más bajos de gasolina regular y súper se encuentran en la estación UNO de Ciudad Jardín, mientras que el precio más bajo de diésel está en la gasolinera E/S Independiente Colusa Central. Los precios más altos para ambos tipos de gasolina están presentes en diversas estaciones, como E/S Independiente San Miguel, Cooperativa 02 de Agosto, Gasolinera Centroamérica, entre otras. En ese sentido, Nicaragua muestra los precios más altos de combustibles en la región centroamericana, según el monitoreo hasta el 06 de agosto.
El impacto de estos altos precios de los combustibles va más allá de las bombas en las estaciones de servicio. La gasolina y el diésel tienen un rol crítico en la economía, especialmente en el transporte de pasajeros y mercancías. En un país donde gran parte de la población depende del transporte público o de la adquisición de bienes básicos, los altos costos de los combustibles se traducen en un aumento generalizado en los precios de los productos y servicios, impactando directamente en el poder adquisitivo de los ciudadanos.
Además, el gas licuado para cocinar, utilizado en miles de hogares nicaragüenses, también se ha visto afectado. Aunque no es el más caro de la región, su precio congelado en Nicaragua no ha reflejado las reducciones en otros países, lo que ha llevado a que en algunos meses se encuentre por encima del precio promedio regional. Esto pone una carga adicional en los hogares, que se ven afectados por los altos costos tanto en el transporte como en la cocción de alimentos.
Los datos recopilados por el Comité de Cooperación de Hidrocarburos de América Central (CCHAC) del SICA revelan una brecha significativa entre los precios informados por las autoridades nicaragüenses y los precios reales del mercado internacional.
Por ejemplo, mientras el precio internacional del petróleo ha estado rondando los 80-90 dólares por barril, la administración sandinista reporta precios mucho más altos, alegando compras a más de 100 dólares por barril. Esta discrepancia es una clara alerta sobre la transparencia en la fijación de precios y la gestión de los recursos destinados al supuesto subsidio.
A pesar de los altos precios locales, la factura petrolera de Nicaragua ha mostrado una reducción aparente. En el primer semestre de 2023, el país pagó 214.18 millones de dólares menos por la importación de petróleo y sus derivados en comparación con el mismo período del año anterior. Esta reducción ha sido atribuida a la disminución en los precios del crudo a nivel internacional.
Sin embargo, mientras la factura petrolera parece haberse aliviado, este ahorro no ha sido trasladado a los consumidores nicaragüenses. Los altos precios en las bombas de gasolina y el GLP han continuado, a pesar de las reducciones en el mercado global.
Las proyecciones del Banco Mundial indican que los precios del petróleo continuarán siendo inferiores a los informados por el régimen de Ortega, lo que hace dudar de la sostenibilidad de esta política de precios.
El escenario económico y energético de Nicaragua está en una encrucijada. Mientras la factura petrolera muestra un aparente alivio, los ciudadanos continúan afrontando altos costos en los combustibles y el gas licuado para cocinar. La discrepancia entre los precios informados por el oficialismo y los precios reales del mercado internacional plantea dudas sobre la transparencia y la eficacia de las políticas implementadas.
La disminución en los precios internacionales del petróleo ofrece una oportunidad única para aliviar la carga económica de los ciudadanos y estimular el crecimiento económico. Sin embargo, esto requeriría una revisión integral de la política de fijación de precios y un enfoque en trasladar los beneficios reales a la población. Mientras tanto, los nicaragüenses siguen esperando un alivio que hasta ahora no ha llegado a sus bolsillos.
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