La represión sin fin está empeorando la crisis humanitaria que afecta profundamente a las mujeres rurales del país. Forzadas a dejar sus hogares en busca de seguridad y oportunidades, se encuentran atrapadas en un panorama desolador en las ciudades. Mientras el régimen de Ortega y Murillo socava las instituciones y las organizaciones de derechos humanos, estas mujeres luchan por sobrevivir en un entorno cada vez más hostil y desesperado.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Matagalpa, Nicaragua
Nicaragua, un país de bellezas naturales y una rica cultura, enfrenta actualmente uno de los capítulos más oscuros de su historia. La dictadura liderada por el sandinista Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo tiene sumida a la nación centroamericana en una espiral de represión sistemática que está teniendo consecuencias devastadoras, entre las que destacan las migraciones y desplazamientos forzadas, dentro y fuera del territorio, de la región y el continente. En los últimos meses, un grupo especialmente vulnerabilizado se ha convertido en protagonista de esta tragedia: las mujeres rurales que huyen desde las comunidades remotas del país centroamericano hacia las ciudades o el extranjero en búsqueda de una vida más segura y digna. "Dejar su propio país, abandonar a hijos, esposos y padres, no por elección propia, sino como un acto desesperado para salvaguardar sus vidas, constituye una flagrante violación de los derechos humanos", enfatiza una socióloga matagalpina que, por temor a represalias del régimen, pide ser identificada simplemente como "Cristina".
Ella arroja luz sobre la desgarradora realidad que enfrentan las mujeres originarias de las zonas rurales de Nicaragua. Se ven obligadas a migrar hacia las ciudades urbanizadas debido a la creciente violencia física, doméstica, familiar, económica, religiosa e institucional que sufren en sus lugares de origen y en las calles del país. Estas mujeres, muchas de las cuales ya se encontraban en una situación de vulnerabilidad, desde antes del inicio de la crisis múltiple actual -iniciada en abril del año 2018-, sienten que el Estado nicaragüense las ha abandonado a su suerte.
La cancelación de las personalidades jurídicas de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la defensa de los derechos humanos de las mujeres nicaragüenses ha exacerbado aún más su precaria situación. Estas entidades solían proporcionar alimentos, asesoría jurídica, tratamiento psicológico, atención médica y financiamiento agrícola, además de refugio en casos de emergencia. La ausencia de estas redes de apoyo ha sumido a estas mujeres en una crisis profunda.
"Perder el apoyo directo de las organizaciones comunitarias y enfrentar el abandono, la indiferencia y la indolencia del régimen hacia su situación las ha forzado a abandonar sus hogares rurales. Muchas han tenido que vender lo poco que tenían en el campo y trasladarse a las ciudades, donde se encuentran con más maltrato, un entorno de indigencia o pobreza y enfermedades. En los peores casos, intentan salir del país, a menudo arriesgando sus vidas en el proceso, tal como han demostrado los trágicos incidentes de mujeres que han buscado cruzar a Estados Unidos", explica Cristina.
La socióloga también denuncia que el régimen ha suspendido programas sociales que beneficiaban a estas mujeres, como el conocido "bono productivo", que inicialmente proporcionaba gallinas o cerdos a las beneficiarias. Sin embargo, este programa se ha desinflado al punto de que solo unas pocas mujeres resultan beneficiadas hasta la fecha, y en algunos casos los grupos que participan en esta dinámica quedan endeudados y sin capacidad de pago.
El régimen sandinista, según Cristina, está forzando a las mujeres rurales a abandonar sus parcelas en busca de empleo en las ciudades, pero estas oportunidades laborales ofrecen escasos beneficios y a menudo empeoran su calidad de vida. "Ellas llegan a las ciudades en busca de trabajo y se ven atrapadas en empleos como personal de limpieza y asistentes del hogar, con salarios por debajo del mínimo y horarios que violan las leyes laborales. Nadie está allí para proteger sus derechos", lamenta.
La situación se vuelve aún más desgarradora para aquellas que tienen hijos. Estos niños a menudo enfrentan la desnutrición y la falta de acceso a una educación de calidad en las deplorables escuelas públicas de las ciudades. "Muchos de estos niños y niñas (que aún estudian en escuelas de zonas rurales) ahora están bajo el cuidado de las abuelas y algunos también de los abuelos, dándoles a ellos, adultos mayores de escasos recursos, responsabilidades que están fuera de sus posibilidades", explicó una psicóloga y defensora de los derechos de las mujeres consultada por el equipo de COYUNTURA.
"También se debe tomar en cuenta que ante la presión, y más peligros, y más problemas, y más vulneraciones, las mujeres que se desplazan internamente casi siempre terminando volviendo a desplazarse o exiliándose como punto final del recorrido", explica la especialista.
Por otro lado, Cristina advierte que el Estado nicaragüense está incumpliendo gravemente sus obligaciones hacia las mujeres, tanto en las zonas rurales como en las ciudades a las que han huido en busca de supervivencia. "Hay una epidemia de violencia contra estas mujeres en el campo, pero la situación se agrava cuando llegan a las ciudades en busca de una vida mejor. Se necesitan políticas efectivas para proteger sus derechos y su dignidad", concluye la experta.
La represión política en Nicaragua está causando una crisis humanitaria que afecta especialmente a las mujeres rurales, quienes se ven obligadas a abandonar sus hogares en busca de seguridad y oportunidades, pero se enfrentan a un panorama desolador en las ciudades. Mientras el régimen de Ortega y Murillo continúa socavando las instituciones y las organizaciones de derechos humanos, estas mujeres luchan por sobrevivir en un entorno cada vez más hostil y desesperado.
Con información de Voces En Libertad
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