En el corazón de Nicaragua, los pasillos que solían resonar con el bullicio de la educación y la curiosidad ahora yacen en silencio. La Universidad Centroamericana (UCA), una institución que alguna vez floreció con el conocimiento y la investigación, ha sido arrebatada por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Esta controvertida confiscación deja a miles de estudiantes en la incertidumbre, con sus sueños educativos y aspiraciones profesionales en vilo, mientras la comunidad internacional observa con creciente preocupación.
Por Voces En Libertad | @VocesNi
Managua, Nicaragua
En un golpe contundente a la educación y la investigación en Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo ha confiscado la Universidad Centroamericana (UCA), una de las instituciones educativas más prestigiosas del país centroamericano. Esta acción ha generado una ola de rechazo y preocupación tanto a nivel nacional como internacional. Activistas, exrectores de otras universidades, alumnos activos, docentes, exestudiantes y exdocentes, líderes religiosos, periodistas y defensores de los derechos humanos en toda Centroamérica se han unido en un coro unísono para denunciar los devastadores efectos de esta medida, que van mucho más allá de la simple clausura de un recinto educativo, que ahora llevara por nombre "Universidad Nacional Casimiro Sotelo".
La confiscación de la UCA ha sido recibida con indignación y consternación por parte de la comunidad educativa y académica en Nicaragua. En una carta conjunta firmada por prominentes figuras políticas, defensores de derechos humanos, comunicadores, empresarios e investigadores, se rechaza "categóricamente" este acto arbitrario que atenta contra la autonomía universitaria, el derecho a la educación y la libertad académica.
Entre los firmantes de dicha misiva se encuentran nombres como Tamara Dávila, Dora María Téllez, Berta Valle, Sofía Montenegro, María Teresa Blandón y Suyen Barahona, quienes unen sus voces en un intento de hacer eco de la gravedad de la situación, llamando a la condena internacional contra la administración sandinista.
El impacto de la confiscación de la UCA es mucho más amplio de lo que a simple vista podría parecer. Más allá del cierre de una institución educativa de calidad y con sólidos valores humanistas y democráticos, esta medida tiene repercusiones significativas para más de 5,000 estudiantes y el personal que se enfrenta a la perspectiva del desempleo. Además, el impacto económico y emocional de esta situación no puede ser subestimado, según comenta una psicóloga centroamericana consultada para este texto.
"La universidad está literalmente cerrada. Tenés a miles de nicaragüenses en la incertidumbre, entre estudiantes, familiares, docentes, equipo administrativo y ciudadanos comunes. En este momento no hay mucho que hacer, porque incluso, al final, cuando ya se hayan instalado con ayuda de la Ramona Rodríguez -rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y presidenta del Consejo Nacional de Universidades (CNU)-, van a pasar lista, como fue el caso de la ahora extinta Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI) y la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Al día de hoy se desconoce la cifra exacta de estudiantes que renunciaron a la educación superior de Nicaragua desde el inicio de la crisis, y la lista de las y los que obligaron a renunciar en casas de estudio que ahora dominan con puño de hiero", señala la también defensora de los derechos humanos.
Para comprender la magnitud del problema, basta escuchar los testimonios de tres estudiantes afectados por esta decisión, consultados bajo anonimato por esta Redacción, debido a que consideran que identificarse "a estas alturas" significaría el "suicidio" educativo, esperando que el CNU -controlado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)- pueda ofrecerles una alternativa-oportunidad para terminar sus estudios superiores.
"Gutiérrez", estudiante de ciencias sociales:
"Perder la UCA es perder una parte esencial de mi identidad. Esta universidad nos enseñó a cuestionar, a analizar críticamente la sociedad y a los tomadores de decisión, y a luchar por la justicia. Con esta confiscación, se está silenciando nuestra voz y se nos está negando la oportunidad de crecer como ciudadanos y profesionales, comprometidos con el bien y futuro de Nicaragua. Al sandinismo no le interesa la educación superior. Y este es un golpe mortal para la educación y para la esperanza y diario vivir de cientos de familias. Para ese futuro mejor que dicen querer".
"Daniel", estudiante de derecho:
"La UCA no solo era una universidad, sino también mi segunda casa. Ahí encontré un espacio donde podía explorar mis pasiones académicas, deportivas y en el activismo social. Hasta a misa iba. Ahora, con la confiscación, siento que mi futuro está en el aire. ¿Dónde continuaré mis estudios? ¿En la "Universidad Nacional Casimiro Sotelo"? ¿Me permitirán el mismo pensum para consolidar mi carrera y profesión desde una perspectiva de respeto de las leyes y Constitución de Nicaragua? ¿Qué pasará con mis proyectos de investigación? Lo único que nos dejaron es un hashtag para denunciar al mundo la canallada que le hace a nuestro país".
"Karla", estudiante de ciencias ambientales:
"La UCA no solo era un lugar de aprendizaje, sino también un centro de investigación crucial para abordar los desafíos ambientales que enfrenta Nicaragua y su gente. Con la confiscación, se están cerrando las puertas a la innovación, a la búsqueda de soluciones, a la creatividad, al pensamiento individual y colectivo, a los derechos humanos. En fin. Hasta a la mitigación de problemas sociales, ambientales, políticos y económicos están afectando. ¿En dónde más van a generar el conocimiento que hasta el día de ayer (miércoles 16 de agosto) se construía en la Universidad Centroamericana. Los problemas apremiantes de nuestro país podrían solucionarse solo con el capital humano que la UCA generaba. Así de grande e impactante. Es una pérdida brutal no solo para nosotros como estudiantes, sino para toda la sociedad. Y lo irónico es que el sandinismo no lo entiende".
La confiscación de la UCA no solo impacta a los estudiantes, sino también a la comunidad académica y a la sociedad en su conjunto. Las líneas de investigación académicas que se estaban llevando a cabo en la universidad eran fundamentales para comprender la realidad del país y enfrentar los problemas estructurales que lo aquejan. La suspensión de estas investigaciones y espacios representa un duro golpe para la posibilidad de un cambio positivo en Nicaragua, a corto y largo plazo.
La UCA también es el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA); un laboratorio de biología molecular; una radio de frecuencia modulada; una imprenta; un bufete jurídico; un centro de idiomas; el Instituto Interdisciplinario de Ciencias Naturales (IICN); el Instituto de Investigación y Desarrollo Nitlapan; la Biblioteca "José Coronel Urtecho"; un centro de innovación; y miles de documentos, investigaciones de carácter científico y empírico.
La comunidad internacional también ha comenzado a alzar la voz en contra de esta acción. Las instituciones académicas de la región y el mundo están siendo instadas a manifestarse en solidaridad con la UCA y en defensa de la educación y la investigación independientes. La comunidad global reconoce que la confiscación de una institución educativa de renombre no solo afecta a Nicaragua, sino que envía una señal preocupante sobre el estado de los derechos humanos y la libertad académica en la región. El autoritarismo avanza sin descanso.
La Compañía de Jesús de Centroamérica reclamó en una misiva horas después de la confiscación de la UCA el derecho "a la legítima defensa". "El servicio de la UCA ha estado siempre en consonancia con la misión de la Compañía de Jesús y de la Iglesia católica. Defendiendo la causa de la justicia y la verdad. Promoviendo el derecho al pensamiento y a una educación abierta, libre y democrática", cita el documento publicado este jueves, firmado por el superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa.
Desde el año 2018, el régimen de Ortega y Murillo ha intentado debilitar gradualmente a la UCA a través de estrangulamiento financiero, acosando a sus autoridades y desacreditando su labor. Sin embargo, la confiscación sin un proceso judicial justo marca un punto de inflexión crítico en este conflicto. La toma de la UCA bajo acusaciones infundadas de ser un "centro de terrorismo" y de albergar grupos delincuenciales revela la profundidad de la persecución política que se está llevando a cabo en el país desde el sandinismo y las institucionales estatales.
La confiscación de la Universidad Centroamericana representa una grave amenaza para la educación y la investigación en Nicaragua. Más allá de ser un simple cierre de una institución educativa, o la instauración de una nueva administración, esta medida atenta contra la autonomía universitaria, la libertad académica y el derecho a la educación de todas y todos. Los testimonios de los estudiantes afectados reflejan la profunda angustia y la incertidumbre que esta decisión ha generado. La comunidad internacional y la sociedad en su conjunto deben unirse para condenar esta acción y defender los valores fundamentales de la educación y la investigación independientes. El futuro de Nicaragua está en juego, y es responsabilidad de todos asegurarse de que ese futuro sea uno de libertad, conocimiento y justicia.
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