"La era dorada comienza justo ahora". "No vamos a permitir que se aprovechen de nosotros". "Todos los días de mi administración, Estados Unidos estará en primer lugar". "La balanza se va a estabilizar". "Una nación orgullosa, prospera y libre". "Más grande, fuerte y excepcional que nunca antes". Donald Trump ya prestó juramento como el 47° presidente de EE.UU. y el mundo lo sabe.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Washington, Estados Unidos de Norteamérica

Por muchos motivos, hoy, lunes 20 de enero de 2025, Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) atraviesa un umbral histórico con la toma de posesión de Donald Trump como el 47º presidente del país, un acontecimiento que marca el regreso al poder de un líder polarizador que, tras haber perdido la reelección en 2020, logra retornar al cargo cuatro años después, más frontal que nunca, con el Golfo de México y la migración en la mira, y reclamando todavía que le robaron las elecciones que claramente perdió. La ceremonia, celebrada en la imponente rotonda del Capitolio en Washington, estuvo marcada por una atmósfera de frío intenso, una situación que parece simbolizar el giro hacia un periodo de tensión y confrontación dentro del país, especialmente a la luz de los eventos ocurridos el 06 de enero de 2021, cuando los disturbios en el edificio sumieron a la nación en una crisis de confianza en sus instituciones democráticas.
"El declive de Estados Unidos ha terminado", dijo Trump esta mañana. "Habrá solo dos géneros, hombres y mujeres", comentó. También señaló que EE.UU. va a "repeler la invasión" de migrantes, y disminuirá su inflación.
Con un tono más optimista que en su primer mandato, Trump se presenta ante la nación prometiendo una "revolución del sentido común", un llamado a la acción que resonará a través de sus políticas inmediatas y sus aliados más notables (los extremistas y revolucionarios de ahora, entre ellos Nayib Bukele y Javier Milei). En su discurso inaugural, Trump volvió a presentarse como el líder que promete devolverle la grandeza a un país que, en sus palabras, ha sido mal gobernado por las administraciones previas. Haciendo eco de su retórica populista, el presidente se dirigió al pueblo estadounidense afirmando que su mandato es una respuesta a una "horrible traición". Con esas palabras, y una sonrisa inquieta del ahora expresidente Joseph Biden en el salón, Trump inició un nuevo ciclo en la historia de su país con un marcado enfoque en revitalizar la economía y reforzar la seguridad nacional, enarbolando un escudo de proteccionismo extremo y apostando por prácticas un tanto represivas y limitantes, o por el contrario, expansivas.
Entre las primeras acciones de su administración, Trump firmará una orden ejecutiva para declarar una "emergencia energética nacional", una medida que busca desmantelar regulaciones medioambientales y, según su administración, fomentar la producción de recursos naturales, especialmente en los sectores del petróleo y el gas. El objetivo, según los funcionarios de la Casa Blanca, es reducir la dependencia de las importaciones energéticas, crear empleo y atraer inversiones. La argumentación se centra en la necesidad de garantizar la competitividad de EE.UU. frente a potencias como China, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías, áreas estratégicas para el futuro del país.
Al mismo tiempo, Trump tiene previsto firmar un conjunto de otras órdenes ejecutivas que prometen cambiar radicalmente la política migratoria. En uno de los movimientos más controvertidos, el presidente ha decidido eliminar la ciudadanía automática para las y los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en el territorio estadounidense, una medida que ha sido calificada de ilegal por varios expertos y que se prevé enfrentará serios desafíos en los tribunales.
Otra orden importante es la reinstauración de la política de "Permanecer en México", que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en ese país hasta la resolución de su caso en los tribunales estadounidenses. La propuesta es clara: no sólo se pondrá un freno a la inmigración ilegal, sino que también se ampliará el uso de las fuerzas militares para vigilar la frontera sur, mientras las ciudades santuario están en la mira del nuevo oficialismo.
En un giro hacia el fortalecimiento de la industria energética tradicional, Trump firmará también una orden para derogar los mandatos impuestos por la administración anterior, que promovían el uso de vehículos eléctricos. Esta medida será justificada bajo el argumento de que los costos de producción de estos vehículos han sido una carga económica para los ciudadanos estadounidenses, y que se fortalecerá la industria petrolera y gasística tradicional, considerada por Trump como la clave para restaurar la competitividad económica de su país.
Otra de las órdenes ejecutivas que ha generado expectación es la que revisará las prácticas policiales y de inteligencia durante la presidencia Biden. Trump se ha comprometido a "poner fin al uso de armas en el gobierno federal", lo que incluye una revisión exhaustiva de las actividades de las agencias de seguridad, encabezadas por figuras clave de su gabinete, como Marco Rubio y Thomas Homan. Esta medida podría desembocar en cambios significativos en la forma en que se gestionan las fuerzas del orden en EE.UU., especialmente en lo relativo al uso de la fuerza y las políticas internas de seguridad y fronteras.
En el plano internacional, la respuesta de los considerados aliados y enemigos de EE.UU. ante la investidura de Trump se ha hecho evidente. Desde Moscú, el presidente ruso Vladimir Putin no tardó en felicitar al nuevo mandatario estadounidense, subrayando su deseo de restablecer un diálogo directo con la Casa Blanca, especialmente en lo que respecta a la crisis en Ucrania. Sin embargo, la relación entre ambas potencias enfrenta enormes desafíos, dada la postura del Kremlin sobre la desmilitarización de Ucrania, algo que EE.UU. ha rechazado de forma rotunda.
A nivel regional, las tensiones con México podrían intensificarse aún más bajo este segundo mandato de Trump. En un movimiento preventivo, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha afirmado hoy temprano que su país está preparado para enfrentar las posibles políticas migratorias más restrictivas de la administración Trump, incluyendo la amenaza de expulsión de inmigrantes indocumentados y el restablecimiento de la construcción del muro fronterizo. El gobierno mexicano, que ha lanzado una serie de medidas como el programa "México te abraza", dirigido a asistir a las y los migrantes que puedan ser deportados, también ha subrayado la importancia de mantener una relación bilateral de respeto mutuo.
El secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Juan Ramón de la Fuente, no dudó en criticar las políticas unilaterales de Trump, como la eliminación inmediata del CBP One, una plataforma para la solicitud de asilo que fue implementada durante la administración Biden. México ha dejado claro que se compromete a proteger a sus ciudadanos migrantes, incluso ante las medidas más drásticas del gobierno estadounidense, y ha destacado la importancia de un diálogo continuo para abordar los desafíos comunes.
Mientras Trump se enfrenta a los desafíos internos y externos de su regreso al poder, su discurso inaugural dejó claro que las divisiones en la sociedad estadounidense no se reducirán. Si bien se ha presentado como el salvador de un país que ha sido víctima de políticas desastrosas, su retórica alimenta las grietas que ya existen entre los diferentes sectores de la población. Con un gabinete aún en formación y políticas que se implementarán con rapidez, el primer mandato de Trump fue solo un preludio de lo que parece ser una era marcada por el extremismo, la polarización y un retorno a la lucha por la identidad nacional.
Cuando Trump asumía el cargo, las críticas hacia la administración saliente de Biden no se hicieron esperar. El expresidente, junto con figuras como Liz Cheney, Mark Milley y Anthony Fauci, se encontraba en el Capitolio como parte de la tradición de la transferencia pacífica del poder. No obstante, Trump arremetió contra las decisiones de Biden, particularmente en relación con los indultos preventivos a varios de sus aliados y funcionarios, interpretando estas medidas como un intento de proteger a aquellos involucrados en investigaciones en su contra. El mensaje de Trump fue claro: su llegada a la Oficina Oval marcaría el fin de un "declive histórico" y la restauración de lo que considera el verdadero espíritu de América.
En su discurso inaugural, Trump adoptó un tono decididamente optimista, muy diferente al de su primer mandato, pero con las mismas bases. A pesar de los intentos de suavizar su imagen, sus palabras no dejaron dudas sobre el rumbo que tomará su administración: un fuerte compromiso con la inmigración, la economía y la seguridad nacional. "Mi vida fue salvada por una razón. Dios me salvó para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande", afirmó, mientras se refería al intento de asesinato que sufrió en Pensilvania en julio de 2024. Su discurso estuvo cargado de reivindicaciones patrióticas, de un regreso a una era dorada para Estados Unidos, pero al mismo tiempo no pasó por alto sus promesas de confrontar los desafíos internos, como el caos en la frontera y la competencia económica global.
Fotografía de The New York Times:
El contraste con la administración anterior es palpable. Trump no se muestra conciliador con los demócratas ni con figuras emblemáticas de la política estadounidense, a pesar de la tradición de respeto que marca este tipo de ceremonias. Las figuras del Partido Demócrata, encabezadas por Biden y Harris, Barack Obama, los Clinton y Bush, mantuvieron una actitud distante durante el discurso, mientras los republicanos aplaudían y celebraban sus propuestas.
Dentro del Capitolio, los efectos del cambio de administración se sintieron con rapidez. El sitio web de la Casa Blanca fue actualizado con un montaje en video que destaca momentos de su primer mandato, junto con imágenes que subrayan su mensaje de nacionalismo y fuerza. La promesa de una "revolución del sentido común" -porqué "América está de vuelta"- se reflejaba en la adopción inmediata de medidas ejecutivas y en el refuerzo de sus posturas más polémicas. En un país profundamente dividido, estas acciones anunciaban un mandato lleno de desafíos, tanto internos como externos.
La próxima semana, cuando las primeras órdenes ejecutivas comiencen a aplicarse o no, y cuando la nueva administración afronte sus primeros conflictos en el Congreso y en los tribunales, será crucial para determinar si Trump podrá gobernar con la fuerza que prometió o si se encontrará con una resistencia más férrea de la que espera. En cualquier caso, este segundo mandato promete ser una etapa de transformaciones radicales que podrían redefinir para siempre el futuro de EE.UU. y sus relaciones locales e internacionales.
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