El aumento desmedido en las cifras de migrantes y las dificultades que enfrentan en la ruta y durante su inserción reflejan el contexto de una Nicaragua sumida en una pesadilla multifactorial sin precedentes. Acá los detalles que ilustran el éxodo.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
La peregrinación masiva de nicaragüenses, impulsada por la creciente crisis política, de seguridad, social, económica y de derechos humanos desencadenada en abril del año 2018, continúa afectando profundamente a miles de familias y comunidades en el país centroamericano. En 2024, las cifras de muertes y desaparecidos reflejan la gravedad de la situación y la constante búsqueda de una vida mejor, lejos de la violencia institucional que encabeza el aparato oficialista -en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde 2007-, la pobreza extrema y falta de oportunidades educativas, profesionales y hasta recreativas.
De acuerdo con informes de diversas organizaciones humanitarias, al menos 201 nicaragüenses perdieron la vida en 2024 en su travesía hacia Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) y México. Esta cifra ha mostrado un crecimiento alarmante respecto a los 157 fallecimientos registrados en 2023, y los 60 reportados en 2022, lo que subraya la peligrosidad y las precarias condiciones de las rutas migratorias, y la complejidad de estar fuera de casa. Estos números evidencian no solo los riesgos de viajar por caminos inseguros, sino también las deficiencias en la atención sanitaria y las dificultades que enfrentan las y los migrantes nicaragüenses en su trayecto o en el proceso de inserción en otra nación.