La presencia de Ortega, Redondo y Zelaya en la investidura del dictador chavista ilustra las dinámicas políticas centroamericanas y su intersección con los conflictos globales. Mientras Nicaragua se alinea de manera consistente con Venezuela, Honduras, bajo la administración de Xiomara Castro, parece adoptar una postura ambivalente, navegando entre sus compromisos internacionales y sus afinidades ideológicas, cada vez más peligrosas.
Por Jairo Videa | @JairoVidea
Caracas, Venezuela
La toma de posesión de Nicolás Maduro para un tercer mandato presidencial en Venezuela, celebrada este viernes 10 de enero de 2024, estuvo marcada por acusaciones de fraude, tensiones diplomáticas y un escenario de sanciones internacionales cada vez más amplio. En este contexto, tres figuras de Centroamérica destacaron por su presencia en Caracas: el dictador nicaragüense Daniel Ortega, el presidente del Congreso Legislativo de Honduras, Luis Redondo, y el expresidente hondureño y actual asesor del Ejecutivo, Manuel Zelaya. Estos fueron los únicos representantes de algún Estado centroamericano que asistieron a la ceremonia, consolidando sus vínculos con el régimen chavista.
El equipo de COYUNTURA confirmó de fuentes oficiales que ni Guatemala, El Salvador o Costa Rica enviaron representantes a la investidura de Maduro, considerada "ilegítima" y "no garante de la Constitución" por abogados y defensores de toda América Latina.
Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y jerarca de Nicaragua desde el año 2007 y con cuatro mandatos consecutivos, arribó a la ceremonia más de 50 minutos después de su inicio. Su entrada fue captada por las cámaras mientras intercambiaba abrazos y gestos de cercanía con Nicolás Maduro, la primera dama venezolana, y otros altos funcionarios del chavismo, además de figuras internacionales como el presidente cubano Miguel Díaz-Canel y el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne. Ortega, conocido por su discurso antiimperialista y su cercanía con China y Rusia, ha sido un firme aliado de Maduro, ambos defendiendo regímenes señalados por la comunidad internacional como autoritarios y violadores de derechos humanos y libertades civiles.
Por otro lado, el expresidente hondureño Manuel Zelaya, esposo y asesor de la actual mandataria Xiomara Castro, también estuvo presente en la ceremonia. Con su característica retórica de vaquero, Zelaya proclamó llevar "el amor de Morazán" a Venezuela, evocando al héroe unionista centroamericano. Su intervención fue recibida con aplausos por los asistentes, mientras saludaba sonrientemente al público y a Nicolás. Zelaya, derrocado con un golpe de Estado en 2009, ha mantenido una afinidad ideológica con el chavismo, consolidando una relación estrecha y hasta familiar con el régimen venezolano.
Luis Redondo, presidente del Congreso Nacional de Honduras y una reciente adhesión del oficialista partido Libertad y Refundación (LIBRE), completó la delegación centroamericana. Su presencia refuerza por mucho la cercanía del gobierno de Xiomara Castro con el régimen de Maduro, un vínculo que ha generado críticas dentro y fuera de Honduras y la región desde hace varios meses. Aunque no tuvo un protagonismo evidente en la ceremonia, su rol como representante del Poder Legislativo hondureño envió un mensaje político claro: el respaldo institucional de un país centroamericano al régimen chavista de Maduro, en medio de acusaciones internacionales de ilegitimidad, y el rechazo de mandatarios como Nayib Bukele, Bernardo Arévalo y Rodrigo Chaves.
La proclamación de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela para un nuevo período de seis años ocurrió en un ambiente cargado de tensiones. La mayoría de los países de América y Europa han desconocido la legitimidad del mandatario, al considerar que las elecciones de julio de 2024 estuvieron plagadas de irregularidades. Según organismos internacionales como la Organización de los Estados Americanos (OEA), el verdadero ganador habría sido el opositor Edmundo González Urrutia, quien se encuentra al cierre de este texto todavía en República Dominicana, como parte de una gira para denunciar el fraude y la sistematización del chavismo radical.
Maduro, sin embargo, se proclamó vencedor ante una Asamblea Legislativa controlada por el chavismo, sin presentar actas que acrediten su triunfo. Durante su discurso, que se extendió por casi dos horas, desestimó las críticas internacionales y calificó la investidura como una "gran victoria venezolana".
Sobre Edmundo, Nicolás dijo en tono burlón: "estoy esperando que llegue, estoy nervioso". Antes del primer insulto, alguien del público tuvo una caída y Maduro dijo: "Alguien se cayó por ahí. ¿Llegó Edmundo? Recojan a su pataruco (un insulto habitual del chavismo para llamar a alguien cobarde)". En referencia al opositor venezolano, añadió: "Trataron de convertir la juramentación (…) en una guerra mundial, que si invaden, que si entran, que si salen… Digan lo que quieran decir, hagan lo que quieran hacer, pero esta toma de posesión constitucional venezolana no la pudieron impedir y es una gran victoria venezolana".
Mientras se llevaba a cabo la ceremonia, Canadá, Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), la Unión Europea (UE) y el Reino Unido anunciaron nuevas sanciones contra altos funcionarios del régimen de Maduro. Estas medidas se suman a las ya existentes, dirigidas a individuos acusados de violaciones de derechos humanos y de socavar la democracia. Canadá, la UE y EE.UU. han reafirmado su reconocimiento a González Urrutia como presidente legítimo de Venezuela, instando a una transición democrática.
La Unión Europea también condenó la investidura de Maduro, calificándola de ilegítima y redoblando sus propias sanciones contra su régimen. En este contexto, EE.UU. elevó a 25 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura del líder chavista.
En su discurso, Maduro anunció la firma de un decreto para convocar a una comisión encargada de reformar la Constitución venezolana, describiéndola como un proyecto para "perfeccionar" el marco legal del país. Este anuncio ha despertado comparaciones con las reformas impulsadas por Daniel Ortega y su esposa y comandataria Rosario Murillo en Nicaragua, destinadas a consolidar su control absoluto sobre las instituciones del Estado.
La asistencia de Ortega, Zelaya y Redondo a la investidura de Maduro refleja entonces las alianzas políticas e ideológicas que persisten entre ciertos sectores de Centroamérica y el chavismo, en contraposición al aislamiento que Venezuela enfrenta en gran parte del continente. Si bien para sus aliados representa un gesto de solidaridad y resistencia contra la injerencia extranjera y sistemas más robustos, para sus críticos refuerza la percepción de apoyo a regímenes autoritarios que priorizan su permanencia en el poder sobre el bienestar de sus ciudadanos.
En un contexto internacional cada vez más polarizado, la presencia de estas figuras centroamericanas en Caracas pone de manifiesto las complejas dinámicas de poder en la región, donde ideología, narrativa oficial y pragmatismo político con propaganda se entrelazan en un tablero geopolítico lleno de tensiones y desafíos.
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