CELAC en Tegucigalpa: Rixi Moncada y el cálculo electoral del oficialista Libertad y Refundación
- Redacción Central
- 8 abr
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Su protagonismo durante la cumbre que comienza hoy y termina mañana es un guiño político e institucional desde el Ejecutivo para consolidar su imagen como sucesora de Xiomara Castro dentro del Partido Libertad y Refundación (LIBRE), en un contexto en el que los resultados electorales de las elecciones primarias de marzo están siendo oficializados.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Ciudad de Guatemala, Guatemala

En un escenario regional cargado de tensiones políticas y la división de visiones, la capital hondureña se convierte esta semana en el epicentro de una nueva edición de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en su novena ocasión. El evento no solo convoca a mandatarios de peso en la izquierda continental, sino que también coincide -estratégica o fortuitamente- con el anuncio de los resultados oficiales de las elecciones primarias hondureñas. En el centro del tablero político e institucional: Rixi Ramona Moncada, ministra de Defensa, figura clave del oficialismo y ya candidata presidencial del oficialista Partido Libertad y Refundación (LIBRE).
Desde el lunes por la noche, Tegucigalpa se encuentra blindada por un despliegue de más de 7,000 elementos de seguridad entre policías y militares. Las inmediaciones del Banco Central de Honduras (BCH), donde se realiza el evento principal de CELAC, han sido acordonadas bajo estrictas medidas de control. La misma imagen se repite en el Aeropuerto Internacional de Palmerola, donde aterrizan uno a uno los dignatarios invitados, la mayoría pertenecientes al espectro socialista de América Latina.
Mientras la ciudad se transforma en una fortaleza diplomática, crece la expectativa -y la suspicacia- por la coincidencia entre esta reunión internacional y la fecha clave fijada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para la publicación de los resultados oficiales de las primarias del pasado 09 de marzo de 2025. En dichas primarias, Rixi Moncada se posicionó como favorita para encabezar la fórmula presidencial de LIBRE, el partido que fundaron en 2011 el expresidente Manuel Zelaya y la actual mandataria Xiomara Castro.
La presencia de Rixi Moncada ha sido notable desde el arranque del evento. Con atuendos sobrios, saludos calculados y un marcado protagonismo, la ministra recibió personalmente al presidente uruguayo Yamandú Orsi en Palmerola, lo que fue difundido con énfasis tanto por la prensa oficial como por portales afines al gobierno "social-demócrata". Su recorrido por el Banco Central durante el desarrollo de la cumbre es más que simbólico: es una declaración política, social y estatal.
Rixi, exmagistrada del CNE y figura central en la consolidación institucional del partido oficialista, es una de las funcionarias con mayor exposición mediática en los últimos años. Su eventual candidatura ha sido construida con esmero desde las entrañas del poder, con recursos estatales ilimitados, y esta cumbre regional funciona como una plataforma para proyectarla no solo a nivel nacional, sino en la órbita internacional de la izquierda latinoamericana.
El hecho de que su rostro aparezca en una fotografía de bienvenida oficial publicada por la Agencia Cubana de Noticias, junto a los dignatarios de la CELAC, es una muestra del intento de la administración de Castro por asociarla con liderazgos regionales y legitimar su inevitable postulación para las elecciones del próximo mes de noviembre, como parte de un movimiento continental de transformación política y narrativa.
La llegada de líderes como Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Claudia Sheinbaum (México), Gustavo Petro (Colombia), Luis Arce (Bolivia), Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Bernardo Arévalo (Guatemala) no solo refuerza la narrativa de integración regional promovida por el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, sino que también respalda implícitamente al oficialismo hondureño. Todos ellos, aliados ideológicos de LIBRE, comparten con la dirigencia de Zelaya y Castro una visión común sobre el papel del Estado, la soberanía nacional y la resistencia a las políticas de Washington.
La IX Cumbre de CELAC se desarrolla además bajo la sombra de nuevas políticas impuestas por la administración de Donald Trump, que ha lanzado aranceles del 10 % sobre la mayoría de productos latinoamericanos, con excepciones y sanciones específicas para Venezuela, Nicaragua y Guyana. También pesan las cifras alarmantes sobre migración y deportaciones: más de 100,000 personas expulsadas en los primeros meses del mandato de Trump y casi 200 vuelos de deportados a Centroamérica, afectando especialmente a países miembros de CELAC y en pobreza. En este contexto, la cumbre pretende articular una respuesta común, que refuerce los lazos del sur global y consolide posturas soberanas.
Sin embargo, en Honduras, la lectura es otra: mientras los mandatarios debaten sobre comercio, cambio climático y migración, sectores de la oposición y de la sociedad civil sospechan que la cita ha sido diseñada para blindar el proyecto "refundacional" de Libertad y Refundación frente a un eventual rechazo de los resultados electorales. Con líderes regionales ya en suelo hondureño, las protestas ciudadanas quedan desactivadas por razones diplomáticas o simplemente por la magnitud del operativo de seguridad.
La presidenta Xiomara Castro anunció la realización de la cumbre apenas unas días antes del inicio del evento, un movimiento que muchos analistas consultados por COYUNTURA califican de deliberado. A diferencia de otros encuentros de la CELAC, convocados con semanas —incluso meses— de anticipación, esta cumbre fue organizada a puertas cerradas y sin consulta pública desde el mes de enero, lo que recuerda lo ocurrido en junio de 2024, durante el Foro de São Paulo en Tegucigalpa, cuando una ola de protestas logró visibilizar el rechazo de amplios sectores al proyecto hegemónico del partido oficialista.
La apuesta de la familia Zelaya-Castro con el extremismo de Moncada al frente por controlar los tiempos políticos y diplomáticos parece ir más allá de lo coyuntural. Al entrelazar el anuncio de los resultados de las primarias con la cumbre de CELAC, el gobierno busca colocar a Honduras como un actor clave en la arquitectura progresista de América Latina, mientras cierra filas internas en torno a su candidata preferida.
Los gestos de apoyo de los líderes internacionales a LIBRE y, en especial, a Rixi Moncada, podrían interpretarse como intervencionismo político, según diversos sectores críticos del oficialismo. Recordemos que figuras como Lula da Silva fueron señaladas en el pasado por intervenir directamente en la crisis política hondureña de 2009, cuando Zelaya fue removido del poder. Desde entonces, la narrativa del golpe de Estado ha sido recurrentemente utilizada por la izquierda regional para cohesionar apoyo político en el exterior.
En esta edición de la CELAC, se espera que algunos discursos retomen esa narrativa, vinculando la actual administración de Castro y el ascenso de Moncada con la continuidad de un proceso de "rescate democrático" interrumpido en 2009. En contraste, otros sectores -dentro y fuera del país centroamericano- sostienen que aquel episodio fue una aplicación estricta de la Constitución hondureña para frenar el intento de aquella reelección de Zelaya, promovido por Hugo Chávez, Daniel Ortega y otros llamados "revolucionarios".
El desenlace de esta jugada aún está por verse. El Consejo Nacional Electoral debe presentar sus cifras oficiales en medio del mayor operativo de seguridad que ha vivido Tegucigalpa en una década. Mientras tanto, el foco mediático, nacional e internacional, está puesto sobre dos mujeres, pero no por igual: Xiomara Castro y Rixi Moncada. Con cada saludo, cada aparición protocolaria y cada discurso cuidadosamente diseñado, se proyecta como la heredera política del proyecto iniciado por el exmandatario Zelaya.
En Tegucigalpa se juega, esta semana, mucho más que una reunión de líderes. Se juega una apuesta electoral y geopolítica que puede marcar el rumbo de Honduras para los próximos meses o años. Y en el centro de todo, una figura que ya dejó de ser un nombre secundario para ocupar, con fuerza, el centro de la escena política e institucional nacional.
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