Carlos Berríos Solórzano es politólogo de profesión, pero ha asumido como activista centroamericano y defensor de derechos humanos, trabajando desde la documentación y discusión de lo que ocurre en Nicaragua y la región. "Lo digo con mucha pasión", manifiesta durante la conversación virtual sostenida con COYUNTURA, en la que comparte una maqueta de ideas para la reconstrucción de la sociedad nicaragüense.
Por Juan Daniel Treminio | @DaniTreminio
La Entrevista
San José, Costa Rica
Berríos piensa que Nicaragua vive un estancamiento en todos los ámbitos, una crisis política prolongada, en la que podría generarse una negociación. Sin embargo, no deja de considerar que las bases de la política nicaragüense se centran en el autoritarismo. "El país está perdiendo a su mejor generación. Esta era la generación mejor formada, aún con los problemas que tiene la educación", advierte ante el fenómeno migratorio. Además, reflexiona sobre los méritos y consecuencias de un cambio de realidad en la nación.
¿Qué nombre le das a lo que actualmente sucede en Nicaragua?
"Es un estancamiento que comenzó con el ambiente preelectoral, que se resume con la no aprobación de las reformas electorales, el encarcelamiento de aspirantes a la presidencia y liderazgos, y la inflación del músculo represivo de la autocracia.
Es un estancamiento en todos los ámbitos. La misma dictadura está estancada luego de su proceso de ilegitimidad, desconocido y sancionado por la comunidad internacional. Por otro lado, la gente está muy dispersa, sin referencias de liderazgos en los territorios, porque están presos, exiliados o escondidos. Es una crisis política prolongada, con una recesión económica, en medio de una pandemia".
¿Este era un contexto predecible?
"Era de esperarse. La responsabilidad nos indica nombrarlo. El régimen se rehusó a aprobar reformas para unas elecciones con garantías; sobraban pliegos de los cambios que se tenían que implementar y no pasaron. A pesar de eso, hubo quiénes creían y seguían empujando ir a elecciones, sabiendo que no era una vía real. No habían indicios de un proceso electoral normal y apelaron a la voluntad de quien lo controla todo. Hubo mucho romance y mucha irresponsabilidad.
Fue hasta que comenzaron a apresar a candidatos y liderazgos que comenzaron a darse cuenta de que las elecciones no iban a ser una salida. Ya se sabía y no se podía esperar menor cosa".
¿Qué lecciones dejó ese proceso?
"Como todo giró alrededor de organizarse para ir a elecciones, se perdió la oportunidad de construir organizaciones territoriales, de encontrar otras formas de hacer política y de encontrarnos como nicaragüenses.
No hubo una propuesta de organización para efectos de resistir y deslegitimar a la dictadura. Muchos daban por ganada la elección. Se perdió la oportunidad de construir una unidad verdadera. Antes de que los candidatos fueran secuestrados, los bandos se dedicaban a desprestigiarse entre sí, y eso no fue una buena señal para la gente.
Quedaron demostradas las dificultades de entendernos. Se perdió la oportunidad de construir un proyecto político más amplio e inclusivo, porque aunque no se fuera a elecciones, un tema que debe permanecer en la agenda pública es el tipo de país que queremos y el contexto electoral sacó a flote pleitos viscerales, racismo, fobias, exclusiones, revanchas de vieja data".
¿Se pueden retomar los procesos de unidad?
"Se tienen que gestionar las condiciones para una verdadera unidad, amplia, transparente, con respeto a las diferencias, y que mande un mensaje de una política distinta a la sociedad. Costa Rica tiene las condiciones para que la gente se encuentre, converse civilizadamente. Aunque tarde un poco, porque no será algo rápido, pero debe de existir ese ejercicio de unidad verdadera y no segmentada. Hay que dar buenas señales.
Por otra parte, con los niveles de represión, pandemia y crisis económica veo difícil que existan las condiciones para otra implosión social como el 2018. Hay mucha gente que vive de ese recuerdo, que no está mal, pero no es verdad que existan esas mismas energías".
¿Qué más puede ser predecible?
"En Nicaragua todo puede pasar. Todo es posible, pero los contextos se tienen que buscar o crear, no pasan porque sí. Me atrevo a considerar para un futuro que la dictadura buscará más oxígeno, pero tendrá que ceder a sacar presos políticos, a cambio de sanciones. Son negociaciones directas con la comunidad internacional y no con ninguna agrupación interna. Es una estrategia más pragmática, presos a cambio de sanciones.
No fue ninguna casualidad lo de las fotos que se publicaron de los presos que tienen casa por cárcel, pero quieren demostrar que esas personalidades están bien, en cambio no se sabe nada de los otros presos. Y el cierre de todas las organizaciones es un mensaje de que la dictadura va a continuar en su línea".
¿Mientras tanto en qué debe trabajar la sociedad?
"Trabajar en la construcción de esos valores cívicos de tolerancia, de respeto o de empatía. Nuestra forma de hacer política proviene del autoritarismo. No ha existido la visión de un proyecto liberador, sino de quién será el sustituto del actual caudillo. Se banalizan los discursos de querer ver una Nicaragua libre cuando nadie ofrece cambios.
Tenemos que ver cómo funcionamos como país, como sociedad. Tenemos autoritarismo en todo, desde la familia, las escuelas, partidos políticos, sindicatos, organizaciones, movimientos sociales, en la misma Iglesia. Es transversal en el marco político. El totalitarismo y el nepotismo se ha vulgarizado. Democratizar el país implica tocar las raíces de esta sociedad".
¿Cómo y cuándo se van a palpar esos cambios?
“Cuando hagamos un ejercicio social y personal de cómo estamos y cómo lo estamos haciendo. Cuando desde todos los sectores se abra un debate para cuestionarnos nuestras formas de hacer política, cuando pensemos en la necesidad de asumir socialmente y cuando demos el ejemplo de valores cívicos, como el tema de la tolerancia, el respeto a las diferencias, la inclusión de todos los sectores sociales y personas. Todo va a ser distinto.
Va a ser un camino difícil porque para alcanzar eso tenemos que tener un sistema educativo que lo permita, pero tampoco se ven señales en los partidos y organizaciones, si la gente ve más de lo mismo, esto que estamos viendo va a seguir normalizándose. Hay que pensar y repensar qué país queremos".
¿Qué representa este masivo flujo migratorio para el país?
"Este desplazamiento nos está poniendo a prueba, entre muchas cosas. Nos está dando oportunidades, pero también nos está quitando. La gente está huyendo de una cruel dictadura y otras buscando la posibilidad de una vida digna. Mientras el país está en pleno bono demográfico y es ese talento el que se está yendo.
Esa huida masiva también es una muestra de que la forma de hacer política en el país es un fracaso y estamos frente a una oportunidad de repensarlo. La gente va buscando la dignidad que su país no le puede dar y esa es la última esperanza que tiene, aunque mueran en el intento, a como muchos están muriendo en el camino, van apostando su vida para darse dignidad y subsistir.
El país está perdiendo a su mejor generación, esta era la generación mejor formada, aún y con todos los problemas que tiene la educación".
Esta es la generación que decidió irrumpir una dictadura.
"Y lo hicimos sin violencia. Pero tenemos que tomar en cuenta otras particularidades, de que lo hicimos hasta que nos tocaron la bolsa y nuestros intereses, porque en 14 años de dictadura a la gente nunca le importó el tema de las comunidades indígenas, el tema de la discriminación, las cifras de pobreza. La indiferencia nos permitió acumular años de inconformidad cuando se nos estaba afectando a todos.
Rescato, asumo y celebro de que lo hayamos hecho sin armas, porque ha sido un gran paso que como sociedad pudimos dar, pero nos hace falta seguir aprendiendo de nosotros mismos que pudimos ser capaces de trastocas las bases del poder sin armas, ahora lo que nos queda es intentar construir un proyecto político distinto al que nos ha heredado desde hace 200 años.
Tenemos que volver a reconducirnos al debate de qué país queremos construir e intentar esos pasos. Hay que incluirnos todos, incluir a la familia, a los amigos, inculcarnos valores de respeto, son cosas que parecen pequeñas pero son importantes. Todos estamos en el mismo barco".
¿Puede la sociedad nicaragüense aguantar tanto silencio por tanto tiempo?
"El primer silencio duró 12 o 13 años. Estamos en un estancamiento en el que hay que recobrar la esperanza de volvernos a organizar para reconstruir el tejido social, unirnos en las diferencias e impulsar grandes procesos.
Hay que pensar en formas no tradicionales de organizarse, trabajando como hormigas en las localidades, ya se hizo cuando la dictadura de los Somozas, la gente se organizó calle por calle".
¿Qué puede seguir ofreciendo nuestra generación?
"La capacidad de soñar, aportar el horizonte al que queremos llegar. Pensar en las siguientes generaciones, sobretodo en las que no conocen otra forma de gobernar que no sea una dictadura. No podemos estimular ese pragmatismo resignado, de que ni modo.
Tenemos muchas capacidades, hay cantidades de activistas que venimos de procesos de formación política. Dejar los pleitos de vieja data política".
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