Según el Ministerio de Educación, el modelo vigente ha contribuido a un deterioro en la calidad educativa y al incremento de estudiantes reprobados desde 2020. Sin embargo, la propuesta ha generado opiniones encontradas entre docentes y expertos. Mientras algunos consideran que esta reforma podría generar más presión sobre las y los alumnos, otros sostienen que es un paso necesario para mejorar el rendimiento académico del país centroamericano, en una mala posición en Latinoamérica.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
Managua, Nicaragua
En un contexto de reformas educativas y desafíos persistentes, el ministro de Educación, Daniel Sponda, ha anunciado un importante cambio en el sistema de evaluación para el próximo ciclo escolar. A partir de 2025, la evaluación de las y los estudiantes será equilibrada, con un 50 % de la calificación basada en exámenes/pruebas mensuales por materia y el otro 50 % en el rendimiento acumulativo, que incluye tareas, trabajos grupales y desempeño en clase. Esta medida es un giro en la evaluación, ya que hasta el momento predominaba un sistema donde el 70 % de la calificación dependía de los trabajos acumulativos y el 30 % del examen, un enfoque que, según Sponda, ha contribuido a la "degeneración" de la educación al incrementar las tasas de reprobación desde 2020.
La reacción de los docentes ha sido mixtas. Onán Cálix, dirigente magisterial, ha señalado la necesidad urgente de capacitar a los educadores para implementar este nuevo sistema, argumentando que los cambios en la evaluación deben ir acompañados de una adecuada preparación pedagógica. Otros profesores, por su parte, temen que un aumento en el peso del examen genere una mayor presión sobre los estudiantes, lo que podría resultar en un incremento de las reprobaciones. A pesar de estas preocupaciones, las autoridades defienden la reforma como una medida para mejorar el rendimiento académico de los alumnos.
En paralelo a esta reforma, el gobierno ha decidido eliminar la segunda oportunidad de recuperación, lo que, según expertos, podría aumentar las tasas de aplazados. Sin embargo, las autoridades sostienen que esta medida busca elevar las exigencias académicas y mejorar los resultados, con miras a mejorar la posición de Honduras en el ámbito educativo latinoamericano.
A pesar de los esfuerzos gubernamentales como los programas de Matrícula Gratis y Merienda Escolar, que ofrecen una alimentación básica con productos como arroz, frijoles y aceite, los resultados han sido poco alentadores. La matrícula escolar ha experimentado una disminución considerable desde la pandemia, un fenómeno que ya venía evidenciándose desde 2017, cuando un estudio proyectó una pérdida gradual de estudiantes debido a factores estructurales como la pobreza y la migración.
Según un análisis de datos proporcionados por la Secretaría de Educación, la matrícula escolar en 2024 se redujo en más de 65,000 estudiantes con respecto al año anterior, alcanzando un total de 1,798,853 alumnos inscritos. Este descenso es reflejo de una tendencia que ha empeorado con los años. En 2019, el sistema educativo registraba 2.9 millones de niños en edad escolar, pero menos de dos millones están actualmente matriculados. Para Dennis Cáceres, experto en educación, la crisis de la matrícula es un problema estructural que afecta al Estado en su totalidad, ya que desde hace años la tasa de estudiantes en los centros educativos ha ido en picada.
El impacto de esta disminución en la matrícula es evidente en varios departamentos del país. Cortés, el más afectado, ha registrado una pérdida de casi 16,000 estudiantes, lo que representa una caída del 4.8 % respecto al año anterior. Le sigue Francisco Morazán, donde la reducción fue de más de 14,000 estudiantes. Otros departamentos, como Gracias a Dios, también reportan una baja significativa en las inscripciones.
A pesar de esta tendencia negativa, algunos municipios han logrado registrar un leve incremento en la matrícula, como es el caso de La Esperanza, Intibucá, que vio un aumento de 161 estudiantes. Sin embargo, estos casos son excepcionales y no reflejan la realidad a nivel nacional.
Los expertos coinciden en que la pobreza, el trabajo infantil, la migración y la violencia son las principales causas que han llevado a que más de un millón de niños y adolescentes estén fuera del sistema educativo en Honduras. La migración, en particular, ha tenido un impacto considerable en las zonas urbanas, donde las familias más pobres abandonan el país en busca de mejores oportunidades. Según estudios de la Universidad Nacional Pedagógica Francisco Morazán (UPNFM), más del 50 % de las familias que tienen hijos en edad escolar emigran debido a la pobreza.
Además de los factores económicos y sociales, la inseguridad en las escuelas también contribuye a la deserción. La presencia de pandillas y otros grupos organizados dentro de los centros educativos genera temor entre los estudiantes y sus familias, quienes prefieren no enviar a sus hijos a la escuela.
Un aspecto preocupante es la disparidad de género en la deserción escolar. Según los datos más recientes analizados por este medio, en el año 2024, más niñas que niños abandonaron las aulas. En total, 33,726 niñas no se matricularon, lo que representa el 51.5 % del total de deserciones. Entre los factores que contribuyen a esta desigualdad, se encuentran los embarazos adolescentes y las responsabilidades familiares, que dificultan que las niñas puedan continuar con su educación.
La baja matrícula y la deserción escolar en Honduras requieren una respuesta integral del gobierno, no solo en términos de reformas educativas, sino también a través de políticas que aborden las causas profundas de la exclusión escolar. Expertos como Johnny Varela subrayan que las políticas de obligatoriedad educativa no se cumplen adecuadamente, y que el problema es multifactorial, lo que exige una solución más amplia y estructural.
Mientras tanto, el futuro de la educación en Honduras dependerá de la capacidad del Estado para implementar cambios que no solo mejoren la calidad de la enseñanza, sino que también logren que más niños y jóvenes regresen a las aulas, superando los obstáculos de pobreza, violencia e inseguridad que enfrentan día a día.
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