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Balas y terror en la iglesia Divina Misericordia de Managua: una herida abierta dede 2018

A cinco años de aquel brutal ataque en la capital de Nicaragua, la herida colectiva y -particularmente- en la juventud sigue abierta. Los sucesos son recordados con terror y profunda tristeza, como uno de los peores episodios de la represión sandinista a la rebeldía universitaria.

Por Redacción Central | @CoyunturaNic

Managua, Nicaragua
Parte frontal de la iglesia Divina Misericordia en Managua | Fotografía cortesía
Parte frontal de la iglesia Divina Misericordia en Managua | Fotografía cortesía

En julio de 2018, Nicaragua fue testigo de uno de los episodios más cruentos de su crisis política, cuando fuerzas del gobierno asediaron de manera violenta a estudiantes opositores en la iglesia Divina Misericordia en Managua. Los agujeros dejados por las balas en las paredes, ventanales e incluso en la imagen de Cristo son testigos silenciosos de la brutalidad que se vivió en aquellos días oscuros. En total, la crisis política dejó un saldo de al menos 355 muertos en el país centroamericano.


La iglesia Divina Misericordia albergaba una réplica de la imagen del Cristo de la Divina Misericordia, traída desde Polonia. Sin embargo, debido a los daños sufridos durante el asedio, esta réplica ha quedado con tres perforaciones de bala: una en el pecho y dos en su atuendo, de las cuales parecen emanar destellos de luz. Aunque el templo nunca cerró sus puertas, la presencia de fieles en las actividades religiosas ha disminuido considerablemente debido al temor de los vecinos y feligreses de ser detenidos o capturados por las fuerzas de seguridad que transitan por la zona.


El violento asedio comenzó cuando un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua se atrincheró en el recinto de la iglesia en protesta contra el régimen sandinista. Durante semanas resistieron, pero finalmente fueron rodeados por tropas combinadas de policías, paramilitares y militares activos, quienes asaltaron las barricadas con armamento de guerra.


Aunque los estudiantes intentaron refugiarse dentro del templo, quedaron atrapados junto con sacerdotes y periodistas por aproximadamente 12 horas. Durante ese tiempo, fueron asediados por paramilitares que disparaban sus armas de fuego. Un sobreviviente anónimo del ataque relata a esta Redacción que él y otros cinco estudiantes de dicha alma máter intentaron buscar refugio en la iglesia, pero no lograron llegar.


Un vecino les abrió una puerta de garaje cerca del templo, desde donde pudieron presenciar y escuchar todo el ataque. Según su testimonio, eran policías quienes dirigían la operación, utilizando radios transmisores y claves policiales. Además, portaban drones, perros entrenados y pasamontañas. Solicitaban constantemente más municiones para seguir disparando contra la iglesia. La violencia se intensificó cuando, después de la medianoche, cortaron la energía en la zona residencial y los ataques con fusilería se prolongaron hasta el amanecer.


Fotografía cortesía
Fotografía cortesía

El testimonio del sobreviviente revela el horror que vivieron durante esas 15 horas de angustia e incertidumbre. Las balas de diferentes calibres zumbaban mientras atravesaban los ventanales, rebotaban en las paredes y desprendían trozos de yeso y pintura, que caían al suelo cerca de los estudiantes refugiados en la parroquia.


El momento más dramático ocurrió cuando se enteraron de que dos estudiantes habían sido asesinados por francotiradores: Gerald Vázquez y Francisco José Flores. Otros tres estudiantes resultaron heridos, uno de ellos de gravedad, y se desangraban dentro del templo. Finalmente, se les permitió salir de madrugada cuando una ambulancia de la Cruz Roja fue autorizada a sacar a un periodista extranjero que también estaba atrapado en el lugar.


El sobreviviente recuerda con tristeza que, a cinco años de aquel episodio de terror, todos sus compañeros de estudios de aquel entonces se encuentran en el exilio. Las secuelas emocionales de esa noche de violencia aún persisten en su memoria, y confiesa que sigue sufriendo pesadillas como resultado de esa traumática experiencia.


Las huellas de los impactos de bala en la imagen de Cristo de la Misericordia son un símbolo indeleble de la brutalidad de una dictadura cruel que atacó a balazos a estudiantes indefensos y a un lugar sagrado. Estos agujeros en las paredes y ventanales de la iglesia Divina Misericordia en Managua son testigos mudos de una tragedia que quedará marcada en la historia de Nicaragua y en la memoria de aquellos que presenciaron y sufrieron ese violento asedio.


Con información de Voces En Libertad

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