Más de 50 recolectores viven de la basura reciclable, aunque también utilizan alimentos que encuentran en el vertedero. La vida en el botadero contrasta fuertemente con la opulencia de los palacios, iglesias y las elegantes avenidas coloniales de la ciudad turística. El vertedero debió cerrarse hace 20 años por razones de salud y ser reemplazado por otro sitio adecuado, sin embargo, las autoridades locales solo ofrecen soluciones vacías durante las campañas políticas, dejando el problema sin resolver.
Por Voces En Libertad | @VocesNi
Managua, Nicaragua
A cuatro kilómetros al suroeste del centro de la "Gran Sultana", se oculta un secreto gris: "La Joya", un vertedero que abarca cuatro manzanas de extensión y que debió ser desplazado del lugar hace 20 años según las recomendaciones de las autoridades sanitarias, sin embargo, ningún gobierno local ha tomado esta situación en serio. La propiedad se transformó en el vertedero municipal hace tres décadas y recibe diariamente cerca de 85 toneladas métricas de desechos, depositados por unos siete camiones recolectores que recorren el mercado, parques, calles y hogares de la ciudad colonial. Funcionarios del Ministerio de Salud (MINSA) afirmaron en 2004 que el vertedero contaminaba en exceso debido a la falta de un adecuado manejo de los desperdicios, una situación que persiste hasta el día de hoy. En este lugar, azotado por el inclemente Sol y el polvo de la temporada seca de verano, trabajan más de 50 personas, principalmente mujeres, dedicadas a la recolección de desechos sólidos como papel, plástico, cartón, aluminio y cobre. Estas personas logran obtener un promedio de 3 mil córdobas en un buen mes por la venta de estos materiales. Aunque esta cantidad apenas representa una fracción del costo de la canasta básica del país, que en enero pasado cerró en 19 mil 855 córdobas con 77 centavos, admiten que es la única alternativa de supervivencia que tienen. "No es un trabajo fácil, pero tampoco tenemos otras opciones, esto es lo que hay", comentó Mariela Castillo, una granadina de 44 años de edad que trabaja en dicho sector.
Castillo señaló además que en la recolección deben competir con los trabajadores de la comuna, quienes también aprovechan los desechos, afectando así su capacidad de subsistencia. "Es una competencia injusta", afirmó Castillo. "Ellos reciben un salario, tienen asegurada su alimentación, mientras que nosotros vemos amenazada nuestra fuente de ingresos", se queja.
Los recolectores enfrentan dificultades para encontrar materiales reciclables debido a que los trabajadores de la alcaldía acopian durante el recorrido de los camiones de basura botellas de plástico, aluminio y cartón. En ocasiones, no encuentran nada útil. La recolectora consultada por esta Redacción explicó que algunos días logran acumular entre 150 y 200 córdobas en material reciclable, pero también hay días en los que no obtienen ni un peso. "Hay momentos en que no ganamos nada, y eso es un día terrible porque en este país uno tiene que luchar por cada centavo", lamentó Castillo.
Desde el vertedero a cielo abierto, los recolectores pueden ver a lo lejos las cúpulas de la catedral, las torres de las iglesias coloniales y los techos de algunos antiguos palacetes característicos de la ciudad. Son conscientes de que, mientras ellos buscan la vida entre los desperdicios, hay turistas recorriendo las calles del centro, maravillados por una de las primeras ciudades fundadas por los españoles en América. Aunque muchos de ellos no pudieron completar su educación debido a que crecieron en hogares de escasos recursos, perciben la ironía de la vida en esta ciudad. "Aquí, en el vertedero, abundan la pobreza, la suciedad y los malos olores. Allá, en las avenidas, uno ve lo bonito, y eso fascina a los extranjeros, pero aquí hay otro mundo", comenta Patricia Morales, otra recolectora con quien conversamos. Añade que, además del cartón, el aluminio y el plástico, varios de sus hijos buscan entre la basura mochilas, bolsos o carteras que estén en buen estado o que puedan ser reparadas para venderlas a comerciantes del mercado de Masaya. "Los comerciantes las arreglan y las venden como productos de segunda mano. A veces solo necesitan un cierre o una costura, y nos pagan entre 20 y 30 córdobas por cada pieza", explicó.
Lugar insalubre, pero...
A pesar de la insalubridad del lugar debido a los desechos orgánicos que atraen moscas, así como al exceso de polvo y gases generados por las quemas, Lucía Martínez llega todas las mañanas con su pequeño carretón para ofrecer comida y refrescos a los recolectores a precios favorables, incluso hasta cincuenta córdobas por plato. "Muchas familias de los barrios El Hormigón y San Ignacio hemos heredado este trabajo de nuestros padres, quienes durante años se ganaron la vida en el vertedero al no tener otra alternativa de ingresos. Sin embargo, deseamos fervientemente que nuestros hijos no sigan este camino. Anhelamos un futuro mejor para ellos", expresó Martínez con evidente tristeza.
Con los ingresos que obtienen los recolectores por la venta de material reciclable, es casi imposible que puedan poner en su mesa carne de res, que en el mercado se cotiza a más de 120 córdobas por libra, o carne de pollo, que puede llegar a venderse hasta en 55 córdobas por libra. En ocasiones, algunos tienen "días de suerte", como los denominan, cuando encuentran estos productos en el vertedero. Castillo relató que esto sucede cuando los camiones de una conocida empresa procesadora de alimentos llegan a desechar productos "defectuosos" pero aún comestibles. "A veces encontramos piezas de pollo entre los desperdicios, ya que la empresa descarta aquellos que no cumplen con los estándares de tamaño y peso para su comercialización", explicó. El día que visitamos el vertedero para este reportaje, fue un día de suerte para Julián Martínez. Una camioneta de la empresa llegó a dejar productos que consideraban "defectuosos" pero aún aptos para el consumo humano. "Los pollos están en buen estado. El conductor del vehículo nos dijo que los desechaban porque no cumplían con los estándares, pero para nosotros son una bendición", señaló Martínez mientras mostraba al equipo de Voces En Libertad, feliz, el saco donde llevaba al menos cinco pollos que había "rescatado". "Todos compartimos lo que encontramos, sobre todo cuando se trata de alimentos. Siempre nos aseguramos de que todos tengan algo para llevar a casa, especialmente para nuestros hijos", comentó Flor González, quien lleva cerca de 20 años buscando la vida entre las montañas de basura del vertedero.
Sobre el riesgo de consumir este tipo de alimentos, el personal de salud advierte sobre la posibilidad de intoxicación alimentaria, pero los recolectores argumentan que la necesidad es mayor. "Sabemos que hay un riesgo de enfermedad, pero confiamos en que Dios nos protege a nosotros y a nuestros hijos", dijo González. Muchos admiten que a veces deben ser "más rápidos" que los zopilotes, las aves carroñeras del lugar, para encontrar alimentos entre los desperdicios. Además de la comida que encuentran entre la basura, muchas personas llegan al vertedero durante algunos días de la semana para obsequiar almuerzos y refrescos como gesto de solidaridad o como parte de alguna expresión religiosa. "Es importante compartir con los más necesitados", dijo un miembro de una iglesia consultado, quien llegó a cumplir una promesa por "bendiciones recibidas en su matrimonio".
Para los beneficiarios, estos gestos de caridad son como "un bálsamo en el mar de necesidades en el que navegamos", ya que ese día, tanto ellos como sus hijos, pueden disfrutar de una comida diferente, con ingredientes frescos y recién preparados. "En este lugar trabajamos más de 50 personas y estamos organizados. Tenemos un coordinador que se encarga de distribuir la ayuda que recibimos, y nos alegra ver que más de cien niños, que son parte de nuestras familias, también se benefician", destacó González.
El material que alegra a las y los recicladores
El hallazgo de piezas de cobre entre la basura que llega al vertedero es motivo de gran alegría para los recolectores, ya que es el material de reciclaje mejor remunerado. Logran vender una libra de este material a un precio de hasta 90 córdobas a los acopiadores. "Encontrar cobre entre la basura es como si los pescadores atraparan langostas y camarones en sus redes, pero este material es difícil de hallar en los desechos que llegan en los camiones, porque, como hemos denunciado anteriormente, los trabajadores de la alcaldía lo separan y se lo quedan para venderlo ellos mismos, quitándonos nuestro sustento", lamenta el recolector Luis Mendieta. También destaca la importancia del plástico en la recolección. "Es crucial reunir la mayor cantidad posible en los sacos para garantizar el mejor ingreso semanal", añade.
Hace algún tiempo, las familias que viven cerca de "La Joya" se quejaban de la cantidad de basura que los carretoneros y las camionetas arrojaban en el camino hacia el vertedero. Sin embargo, aseguran que este problema se ha solucionado gracias a las inspecciones y multas impuestas por la comuna de la ciudad. "Ahora el camino hacia el vertedero es accesible. Esto facilita que las personas que vienen a hacer donaciones a quienes viven del vertedero puedan llegar con sus vehículos hasta aquí. Hay mucha gente necesitada en este lugar, la basura no es un entorno adecuado para vivir, sinceramente", comentó otra recolectora consultada. Una de las más de 13,500 personas que trabajan en alguno de los vertederos de basura de Nicaragua, según la organización que aglomera a dichos trabajadores informales.
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