La insurrección cívica y pacifica, empezada por los estudiantes y que luego fue conformada por todo el pueblo, personas de todas las edades, ideologías políticas y religiosas, tiene al dictador Daniel Ortega debilitado, acorralado y negociando su salida del poder.
Las protestas comenzaron por la ineficiencia del Estado ante el incendio registrado en la Reserva de Indio Maíz y por la reforma en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), entidad que desde hace años sufre una hemorragia de recursos debido a la mala administración; también, el actual contexto en el que vivimos, se desató por la brutal represión del Gobierno mediante la Policía Nacional y fuerzas paramilitares. La exigencia ahora es la renuncia de Daniel Ortega.
La represión en Nicaragua ya deja mas de 170 muertos y miles de heridos; una verdadera masacre al pueblo desarmado. Somoza mataba guerrilleros armados, pero Ortega mata a personas cuyas armas son pancartas, la bandera nacional y celulares. Los crueles asesinatos de nuestros hermanos son una herida profunda que no cerrara ni debe cerrarse en la memoria del pueblo; por su sangre derramada exigimos justicia. Por nuestros muertos no tenemos derecho a retroceder. Los nicaragüenses tenemos que seguir firmes en la lucha cívica.
Respecto a los tranques, que están por toda Nicaragua, y los cuales surgen espontáneamente montados por ciudadanos autoconvocados, no existe un grupo u organización que haga un llamado al levantamiento general; junto a las barricadas se han convertido en la protección del pueblo ante ataques de paramilitares y se quitaran cuando cese la represión.
Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, cabecillas de la dictadura y máximos responsables del genocidio cometido, están inhabilitados para seguir gobernando; no tienen capacidad política ni autoridad moral para seguir al frente de este país. Tienen que abandonar el poder y enfrentar la justicia.
No descansaremos en la lucha por tener una Nicaragua en la que exista paz, justicia, libertad y respeto a los Derechos Humanos. ¡Es Posible! El pueblo puede mil veces más que la ambición de poder de Ortega y Murillo.
Debemos reconocer el excelente trabajo de los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) como mediadores del Diálogo Nacional y por su intensa lucha por la paz y justicia en este país. Tienen la admiración y respeto de todos; también la gratitud del pueblo hacia la Alianza Cívica, nuestros dignos representantes, quienes llevan las exigencias del pueblo a la mesa de Diálogo.
Estamos cansados de ser gobernados por una mafia familiar corrupta. Estamos cansados de tantas injusticias, abuso de poder, persecución, chantaje, intimidación, irrespeto a la dignidad del pueblo y más. Es hora de construir una Nicaragua de todos y para todos.
Nos quieren callar con su estrategia de terror, pero no podrán lograrlo y cívicamente seguiremos gritando.
¡QUE SE VAYAN!
¡Vivan nuestros héroes y mártires!
¡Viva Nicaragua!