Miles de jóvenes nicaragüenses han dejado el país en los últimos años en busca de educación universitaria libre de la propaganda y el adoctrinamiento del orteguismo. Denuncian que el régimen pretende limitar sus opciones de estudio a academias policiales y militares. Ante estas restricciones, han optado por migrar.
Por Redacción Central | @CoyunturaNic
San José, Costa Rica
Bajo un sol que ocasionalmente se oculta tras nubes que anuncian lluvia de mediodía, una larga fila de personas se extiende frente a la Unidad de Refugio en La Uruca, San José, Costa Rica. Entre ellos, numerosos bachilleres con mochilas llenas de sueños, quienes han dejado un país donde las oportunidades de educación superior se han visto drásticamente reducidas bajo el control del régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. En este mes que ya casi agoniza, estos jóvenes buscan no solo refugio, sino también la posibilidad de continuar sus estudios, ya sean técnicos o universitarios, según las oportunidades que logren en suelo costarricense.
El éxodo de estudiantes nicaragüenses es una realidad tangible desde 2023, desencadenado por el cierre de más de 30 universidades, la militarización de los campus públicos y la promoción de carreras afines a las fuerzas armadas y policiales por parte del régimen.
En este oscuro panorama, Costa Rica se ha convertido en un destino de esperanza para cientos de jóvenes que, en lugar de conformarse con las opciones impuestas, deciden arriesgarlo todo por una vida académica libre y la posibilidad de una carrera profesional elegida por ellos mismos.
En los últimos años, la represión del régimen Ortega-Murillo ha deteriorado profundamente el sistema educativo en Nicaragua. Universidades clausuradas desde 2021, muchas de ellas vinculadas a organizaciones religiosas con programas de becas, han sido reemplazadas por instituciones estatales bajo control del aparato ideológico y militar del orteguismo. La toma y confiscación de la prestigiosa Universidad Centroamericana (UCA) en agosto de 2023, por ejemplo, que afectó a cerca de 5,000 estudiantes, fue uno de los últimos golpes que desmoronó el panorama educativo del país.
Como resultado, miles de estudiantes cancelaron sus estudios, optando por universidades jesuitas en El Salvador y Guatemala, mientras otros buscaban refugio en las pocas casas de estudios privadas que aún subsisten en Nicaragua.
Varios jóvenes que finalizaron los estudios de bachillerato en Ciencias y Letras en Nicaragua, entrevistados por esta Redacción en la entrada de la Unidad de Refugio en Costa Rica, relataron cómo las universidades estatales y las confiscadas están dominadas por propagandistas del régimen. "Ya no fomentan el pensamiento crítico ni una educación profesional. Si no tienes conexiones con el gobierno, no tienes oportunidades", explicó un estudiante bajo la condición de anonimato por seguridad.
Agrega que las becas y recursos para estudios en el extranjero se otorgan exclusivamente a quienes juran lealtad incondicional al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y al "comandante", como se refiere la propaganda oficialista a Ortega.
Frente a la Unidad de Refugio, cinco jóvenes nicaragüenses compartieron sus historias. Diana Martínez, de 19 años y originaria de Estelí, soñaba con estudiar medicina en la Universidad Católica del Trópico Seco, cerrada abruptamente en 2022. Las opciones que le quedaron en su ciudad eran unirse a la policía o al Ejército. "No quiero ser militar, no es lo que deseo para mi vida. Me arrebataron la oportunidad, pero aquí en Costa Rica seguiré mi carrera", afirmó con determinación.
Carlos Gutiérrez, de 18 años, enfrentó acoso en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) por criticar al Estado. "Nos señalaban y perseguían. Era imposible concentrarse. Decidí irme", relata. Carlos espera conseguir una beca en Costa Rica para profundizar en estudios sobre derechos humanos, una disciplina que en su país lo convirtió en "enemigo del Estado".
Andrea Valdivia, de 20 años, estaba a meses de terminar su Licenciatura en Comunicación Social en la extinta UCA cuando el régimen la cerró, acusándola de ser un "centro de terrorismo". "Cerrar mi universidad fue como cerrar mis sueños", cuenta entre lágrimas. Su familia siempre estudió en la UCA, y aunque ahora enfrenta un futuro incierto, espera lograr en Costa Rica lo que en Nicaragua le fue negado. Por otro lado, Kevin López, de 17 años, decidió no estudiar en Nicaragua tras recibir ofertas de becas de universidades confiscadas.
"No quiero ser parte de su policía o ejército, ni seguir su agenda", asegura. Ahora, en San José, busca trabajo en un centro de llamadas en inglés para financiar una carrera en ingeniería.
Mientras tanto, "Ana", becada en la Universidad Juan Pablo II hasta su clausura en 2023, decidió no volver a una universidad controlada por el oficialismo. "No podía soportar estudiar en un lugar que ahora es sandinista", declaró desde San José. Su única opción fue el desplazamiento, con la esperanza de lograr su sueño de ser abogada, algo que en Nicaragua es imposible sin alinearse con el régimen.
El éxodo de jóvenes estudiantes es solo una de las muchas consecuencias del régimen Ortega-Murillo y de sus políticas públicas. Según Adrián Meza, exrector de la confiscada Universidad Paulo Freire, las universidades que permanecen abiertas están bajo un fuerte control político, limitando el pensamiento crítico y el desarrollo profesional. Así, la fuga de cerebros es inevitable, y jóvenes como Diana, Carlos, Andrea, Kevin, Ana y muchos otros, incluso aún en el territorio nicaragüense, son solo una pequeña muestra de un fenómeno que afecta a familias y comunidades enteras. Según el Barómetro de las Américas de 2023, casi la mitad de la población del país desea emigrar, siendo los jóvenes de entre 18 y 25 años quienes encabezan esta tendencia.
La crisis migratoria entre la juventud nicaragüense, que aspira a una educación libre y un futuro profesional digno, continúa agudizándose día a día. "También influye mucho el tema de la violencia sistemática y la persecución masiva, porque la gente quiere prosperar, tener más libertades y no ser limitados", comentó a COYUNTURA una defensora de derechos humanos, exiliada en México.
Migran en busca de un futuro académico y profesional
El deseo de migrar entre las y los jóvenes nicaragüenses está ampliamente documentado en diversas investigaciones y encuestas. Según el último informe del Barómetro de las Américas "El Pulso de la Democracia 2023", publicado en noviembre de 2023 en Washington, casi la mitad de los 6,5 millones de nicaragüenses tiene la intención de emigrar, y de ellos, un 23 % asegura estar "muy preparado" para dejar el país en un futuro cercano.
Este fenómeno afecta principalmente a los jóvenes entre 18 y 25 años, la generación en edad universitaria. En 2023, lejos de disminuir, la tendencia migratoria ha aumentado: más del 65 % de los jóvenes desea emigrar, según una encuesta de CID Gallup publicada en septiembre de este año.
La crisis migratoria es particularmente grave entre los jóvenes de 16 a 24 años, donde casi el 70 % de los encuestados expresó su deseo de abandonar Nicaragua. Además, un 55.4 % de la población en general considera altamente probable emigrar, en contraste con un 40.6 % que ve esta opción como poco o nada probable.
Este deseo de emigrar no distingue entre afiliaciones políticas: incluso un 43.5 % de los simpatizantes del sandinismo manifestó su intención de dejar el país. Las razones detrás de esta decisión son principalmente económicas: el 37.4 % busca mejores salarios, mientras que el 33.7 % lo hace debido a la difícil situación económica en Nicaragua.
Estados Unidos de Norteamérica sigue siendo el destino más deseado (43.4 %), seguido de España, Costa Rica, Panamá, Guatemala y México como opciones recurrentes.
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