Coyuntura | Jairo Videa
Violencia, hambre, desempleo, persecución política, homofobia, transfobia, baja calidad educativa y narcotráfico. Esas son algunas de las razones por las cuales miles de personas abandonan sus hogares en Centroamérica y dejan atrás sus pertenencias con el único objetivo de tener una mejor vida en el norte del continente.
El éxodo migratorio no es algo nuevo en la región; desde hace más de 10 años las cifras de personas desplazadas o migrando ha ido en aumento de forma extrema, al igual que las personas que buscan protección internacional en otros países. Según la Red de Organizaciones de Sociedad Civil para la Protección de Personas Desplazadas (Red OSC), que aglomera a instituciones no gubernamentales que trabajan temas migratorios, más de 500 personas abandonan Honduras cada día por los diferentes puntos fronterizos del país.
Las caravanas de migrantes han sido una nueva forma de movilización y muchas personas las han utilizado como sistema de autoprotección, pero sin duda alguna han puesto en evidencia la cruda realidad que se vive en la región. Familias completas huyen de la violencia o buscan un nuevo horizonte para poder obtener el pan de cada día; jóvenes se van de sus hogares buscando una mejor calidad educativa para con ello poder brindar estabilidad a sus padres; mujeres huyen de grupos delincuenciales que las han amenazado; madres cargan a sus hijos para que no sean reclutados por el narcotráfico; estudiantes universitarios huyen de los gobiernos dictatoriales y de sus olas de represión. Esa es la verdadera historia de miles de centroamericanos que deciden arriesgarse con tal de sobrevivir.
Como parte de nuestra labor periodística y humanitaria, el equipo de Coyuntura acompañó la caravana del pasado mes de enero del corriente año que partió desde San Pedro Sula, Honduras, hacia el norte del continente. Meses después, las historias siguen siendo las mismas y la realidad es latente, es por ello que por medio de la siguiente galería queremos mostrar el lado humano del éxodo migratorio.
Por: Jairo Videa
Éxodo migratorio: una realidad latente
"Me voy porque me iban a matar el viernes"
Honduras es un país que se caracteriza por los altos niveles de violencia. Muchas personas son obligadas a pagar el llamado impuesto de guerra, principalmente aquellas que tienen pequeños negocios en zonas controladas por algún grupo delincuencial. Según una investigación periodística de The New York Times las cooperativas y conductores de autobuses, taxis y mototaxis en la capital del país pagan a las pandillas un estimado de 23 millones de dólares al año.
Lo mismo pasa con farmacias, comiderias, pulperias y hasta vulcanizadoras, las cuales deben pagar semanal o mensualmente una cuota para poder desarrollar sus labores. Lamentablemente todas las personas al frente de estos pequeños negocios tienen un desgarrador final cuando por alguna razón no pueden pagar las extorsiones. "Don Juan" es un señor de 45 años que llevaba más de 10 años teniendo un pequeño negocio en un barrio periférico de San Pedro Sula. Durante la caravana logramos conversar con él y nos contó parte de su historia como emprendedor y la razón de huir de la tierra que lo vio nacer. Su historia es la realidad de muchos.
"Más de 10 años con mi negocio en pie. Hice de todo para poder conseguir el dinero para iniciar y Dios me dió la oportunidad de hacerlo. Crié con ello a 3 hijos que lamentablemente también tuvieron que salir de Honduras, pero por mejor calidad de estudios ya que aquí las universidades no sirven para nada, y tampoco quería que mis hijos fueran parte de alguna mara. Siempre tuve que pagar el impuesto y estuve de acuerdo porque ni modo, no tenía de otra. Hace un par de semanas me fui a la quiebra y no tenía ni para comer, pero eso no les importó. Me retrasé con una cuota y pedí prestado a todo mundo. Me llegaron a decir que si no pagaba en las próximas horas me iban a matar. Me voy porque me iban a matar el viernes. Ya tenía fecha", nos contó entre lágrimas Don Juan, el lunes 14 de enero durante la noche, fecha en la que dió inicio el éxodo de muchos desde "La Gran Terminal" de San Pedro Sula.
Las organizaciones aglomeradas en la Red OSC concuerdan en que la violencia, extorsión y el crimen organizado son tres de los principales factores para huir de Honduras, Guatemala y El Salvador, pero también son causa de desplazamiento interno. Según las cifras gubernamentales, existen a la fecha más de 318,000 desplazados internos en Honduras y El Salvador. En casos como el de Nicaragua, no existen cifras exactas de las personas que se han desplazado internamente debido a la violencia por parte del Estado y los grupos armados pro-gobierno, pero se estima que hay más de 88,000 solicitantes de asilo de origen nicaragüense en el mundo.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que actualmente existen alrededor de 387,000 refugiados y solicitantes de asilo en el mundo que provienen de Centroamérica y más de 430,000 "centroamericanos que han sido desarraigados de sus hogares". La cifra ha aumentado en los últimos cinco años, lo cual pone en evidencia la crisis humanitaria que atraviesa la región. Según un informe presentado por el ACNUR, esta situación se debe al "empeoramiento en el crimen y la violencia, fomentados por los carteles de drogas y las pandillas", y empeora debido a la "fragilidad institucional y la creciente desigualdad". Así también, dicho informe menciona que "en Nicaragua, la persecución política y las violaciones a los derechos humanos han provocado una nueva ola de desplazamiento a gran escala", lo cual suma a la crisis en Centroamérica.
"Hui de una dictadura, solicite refugio y ahora vuelvo a huir"
La represión de la dictadura Ortega-Murillo en Nicaragua ha dejado más de 300 asesinados, más de 3,000 personas heridas y cientos de detenidos por razones políticas. Según las organizaciones de derechos humanos, la actual crisis que atraviesa el país no solo es social y política, sino también humanitaria. "Es la peor crisis que ha vivido el país en tiempos de paz", resalta en uno de sus comunicados el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI) creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El actuar sanguinario y extremo del Estado en contra de manifestantes pacíficos ha dejado también desempleo, un estado de indefensión y miles de personas exiliadas. De los 88,000 solicitantes de asilo de Nicaragua en el mundo, más de 80,000 se encuentran en Costa Rica, según datos del ACNUR y del Gobierno costarricense. En el caso de nicaragüenses refugiados o solicitantes de asilo en países como Honduras, El Salvador y España, no existen cifras exactas, sin embargo varias organizaciones que trabajan temas migratorios en esos países aseguran que desde abril de 2018 la cifra ha ido en aumento aunque los Gobiernos no mejoran sus estrategias de atención para esta población.
En la caravana conversamos con "Eddy", un joven estudiante universitario de 23 años que huyó de la violencia y la persecución selectiva por parte de la dictadura Ortega-Murillo. Eddy llevaba varios años trabajando como defensor de derechos humanos y activista político en el norte de Nicaragua; tuvo que desplazarse dentro de su patria, pero luego llegar a Honduras. Esto nos relató: "Ya todos conocemos lo que ha pasado en Nicaragua, pero todavía me cuesta creerlo. Aún no puedo creer que mi derecho de defender y compartir mis ideas es razón suficiente para ser perseguido como un delincuente o 'terrorista'. En julio de 2018 tuve que salir de mi casa y huir hacia las montañas del norte; en ese momento me di cuenta del término 'desplazado interno' y me quebré como persona. Pasé casi un mes en casitas y comarcas montañosas, pero al ver que no podía sobrevivir ahí, por el peligro que representaba, decidí cruzarme a Honduras por puntos ciegos. Fue una decisión difícil y lo consulté con muchos amigos porque me daba miedo la situación del país".
Luego de desplazarse de forma interna, Eddy no tuvo otra opción que exiliarse en Honduras, en donde el Estado le brindó la Condición de Refugio, pero las condiciones de seguridad y estabilidad a las que se enfrentaba aún eran difíciles. "Llegué a Honduras e inmediatamente solicite refugio. El Estado hizo toda su investigación y me otorgaron el estatus, pero lamentablemente eso no me dió ninguna oportunidad. Honduras es un país sumamente violento y me encontré con muchos xenófobos y personas que defienden a Ortega a capa y espada. En muchas ocasiones por las calles de varias ciudades de Honduras sentí que mi vida corría el mismo riesgo que en Nicaragua y no podía vivir con eso. Cuando me enteré de la caravana decidí unirme porque acá no estaba haciendo nada. Hui de una dictadura, solicite refugio y ahora vuelvo a huir", nos comentó Eddy con lágrimas en los ojos y mostrando fotografías de él, su familia y amigos.
Al igual que Eddy, muchos nicaragüenses que han huido de la represión y la persecución por parte de la dictadura Ortega-Murillo toman la difícil decisión de sumarse a las caravanas de migrantes y continuar la ruta hasta lograr sentirse a salvo. En el caso de Honduras, Coyuntura tuvo conocimiento de 25 casos de nicaragüenses que eran solicitantes de refugio, pero decidieron tomar la ruta migratoria hacia el norte del continente debido a que el país no presta las condiciones mínimas ni para sus propios ciudadanos.
Dejar todo atrás, pero llevarse la esperanza
Según datos de la Red OSC y el ACNUR, la cifra de personas desplazadas en toda Centroamérica y de solicitantes de refugio en todo el mundo ha aumentado, llegando a números alarmantes, pero esto no ha sido razón suficiente para que los estados mejoren sus políticas para favorecer a estas comunidades vulnerabilizadas.
"Lo dejo todo atrás, pero sin duda alguna me llevo conmigo la esperanza de una mejor vida", nos dijo una madre que huía junto a sus dos hijas de la violencia que inunda a Honduras. Sin duda alguna, muchas personas han escapado del dolor y la desesperanza que se vive en Centroamérica, pero con el deseo de mejorar cada aspecto de sus vidas.