En un momento crítico para la diplomacia mundial, el presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Joseph Biden, pronunció su discurso ante la 79ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), centrando su atención en la grave situación de los conflictos en Gaza, Ucrania y Sudán. Este evento marcó su última intervención como presidente ante este organismo, donde buscó defender su historial en política exterior, aunque la falta de propuestas concretas dejó a muchos asistentes con la sensación de un mensaje vacío.

Desde el inicio de su alocución, Biden destacó la importancia de no dejarse intimidar por las "horrores del 07 de octubre de 2023", fecha del ataque de Hamás a Israel. A lo largo de su discurso, cargó la responsabilidad del conflicto en Gaza y sus repercusiones en el Líbano sobre los hombros de Hamás y Hezbolá, enfatizando el derecho de Israel a defenderse mientras lamentaba el sufrimiento de los civiles en la Franja. A pesar de sus llamados a una solución negociada, muchos críticos notaron la tibieza de su postura, especialmente en un contexto en el que la administración israelí continúa sus operaciones militares a gran escala, hiriendo y matando a cientos.

Biden abordó el conflicto en Gaza, pidiendo a las partes involucradas que finalicen un acuerdo de alto el fuego y liberen a los rehenes israelíes a cambio de prisioneros palestinos. Sin embargo, su discurso sobre la crisis en Oriente Próximo ocupó un lugar secundario en comparación con sus comentarios sobre la invasión rusa de Ucrania. Allí, el presidente reafirmó el compromiso de Estados Unidos con el país europeo y su oposición a la "guerra de Putin", advirtiendo contra el desgaste bélico y la necesidad de mantener el apoyo internacional.

Su intervención fue recibida con tibios aplausos, en contraposición al mayor entusiasmo generado por su discurso sobre Ucrania, que incluyó un reconocimiento del fortalecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tras la guerra. A pesar de ello, el clima de optimismo que trató de transmitir fue recibido con escepticismo por los representantes palestinos, quienes por primera vez asistieron a la Asamblea como Estado observador. La situación de Líbano, también en crisis, resaltó la falta de medidas concretas en su discurso para abordar un conflicto que ha escalado violentamente.

En su discurso, Biden también mencionó la crisis en Venezuela, apoyando la lucha por la libertad de los votantes que buscan un cambio en el país sudamericano. Esta mención, aunque notable, se vio eclipsada por la gravedad de los conflictos en Gaza y Ucrania, dejando entrever un enfoque general que carecía de detalles específicos sobre cómo enfrentar estas crisis.

Con su mandato llegando a su fin, Biden parece consciente de la presión internacional para lograr resultados tangibles, especialmente en lo que respecta a Gaza. Sin embargo, la falta de propuestas claras y la percepción de un discurso más emotivo que político han llevado a que muchos líderes en la sala tilden su intervención de irrelevante, lo que podría afectar la imagen de su administración en el ámbito internacional.

En este contexto, la cuestión que queda en el aire es si la comunidad internacional, y Estados Unidos en particular, podrán superar sus diferencias y encontrar un camino hacia la paz en medio de un panorama tan fragmentado y complejo.